
Esta temporada navideña no se ve en Nueva York tanta gente como antes. No hay muchedumbres peleando por sacar fotos al árbol del Rockefeller Center, ni amontonada viendo las imponentes decoraciones en las vidrieras de las tiendas. La pandemia prohíbe las aglomeraciones y ha hecho que el turismo doméstico y el internacional languidezcan.
Sin embargo, y aunque parezca paradójico, son los propios neoyorquinos los que están disfrutando de la magia de la ciudad y ayudando, a su vez, a que la Gran Manzana se levante económicamente.