Basta hojear los escritos de Ernesto Guevara, alias “el che”, para conocer sus “valores”, más bien sus “antivalores”. En ellos, sobresaldrá un culto al odio, a la guerra y a la violencia. Leamos una apretada síntesis de sus escritos: “El odio como factor de lucha, el odio intransigente… que lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar… Un pueblo sin odio no puede triunfar… Hay que llevar la guerra hasta el enemigo… a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla total… atacarlo donde quiera que se encuentre; hacerlo sentir una fiera acosada por cada lugar que transite… Eso significa una guerra larga… cruel. Que nadie se engañe y que nadie vacile en iniciarla por temor a los resultados que pueda traer para su pueblo… En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que nuestro grito de guerra haya llegado hasta un oído receptivo, y otra mano empuñe nuestras armas, y otros hombres entonen los cantos luctuosos, con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra… Cómo podríamos mirar el futuro de luminoso y cercano, si dos, tres, muchos Vietnam florecieran, con su cuota de muerte, y sus tragedias inmensas… Uno de los grandes dramas del dirigente es que debe unir a un espíritu apasionado una mente fría, y tomar decisiones dolorosas sin que se contraiga un músculo… Creo en la lucha armada como única solución… La revolución es lo importante, y cada uno de nosotros, solo, no vale nada… Tiraremos siempre a matar. Por mucho que nos duela ver correr la sangre de inocentes reclutas…”