
El sol se refleja sobre las aguas esmeralda mientras escribo estas líneas sentado en la arena. Florencia, mi novia, descansa bajo una sombrilla a mi lado, sonriendo cada vez que levanto la mirada del papel. Hemos venido a Buzios por unos días y, debo confesarlo, he quedado completamente enamorado de este lugar.
Siempre he sentido una conexión especial con el mar. Hay algo en el constante ir y venir de las olas que me transmite una tranquilidad incomparable y despierta mi inspiración para escribir.
Lo que hoy se conoce como uno de los destinos más encantadores de Brasil, comenzó siendo un humilde pueblo de pescadores. Pero todo cambió gracias a una visita que
marcaría para siempre la historia de este lugar. Y es que, en 1964, en el apogeo de su
fama, la actriz francesa Brigitte Bardot llegó a estas costas de la mano de su entonces
novio brasileño, Bob Zagury.
La diva, cautivada por las arenas claras y las aguas cristalinas de este salvaje paraíso, mostró Buzios al mundo. A partir de ese momento, la antigua aldea de pescadores pasó a ser conocida como el "Saint-Tropez brasileño" y entró definitivamente en la ruta del
turismo internacional y de las personalidades del jet set.
Caminando por la famosa Rua das Pedras, es difícil imaginar que este sofisticado paseo alguna vez fue una calle de arena donde la limusina de Mick Jagger casi quedó atascada en 1976. El vocalista de los Rolling Stones también cayó rendido ante los encantos de Buzios, y se cuenta que tocó la guitarra en la playa del Canto para pescadores y adolescentes locales.
Con el tiempo, la villa fue sofisticándose. Hoy, la Rua das Pedras alberga hoteles encantadores, tiendas de lujo, restaurantes gourmet y animadas discotecas. En su paseo,
una estatua de bronce de Brigitte Bardot contempla lo que su visita ayudó a crear. La Orla Bardot, que se extiende desde el final de la playa del Canto hasta el final de la playa de Armação, es otro homenaje a la actriz francesa que puso a Buzios en el mapa mundial.
La familia Real de Noruega, Bono Vox, Amy Irving, Dolph Lundgren y David Coulthard son solo algunas de las celebridades que han paseado por estas calles, siguiendo los pasos de Bardot.
Pero la historia de Buzios comienza mucho antes de la llegada de Bardot. Este lugar nació como una pequeña aldea poblada por indígenas, que luego recibió a portugueses y piratas franceses. Tristemente, también fue un punto de tráfico de esclavos africanos.
Ya en los años 50, la alta sociedad de Río de Janeiro comenzaba a descubrir este paraíso. Los ricos cariocas llegaban en busca de los encantos rústicos y la privacidad que ofrecía esta remota aldea de pescadores. El viaje entonces era toda una aventura, realizado por un precario camino de tierra.
Un paraíso de playas para todos los gustos
Una de las maravillas de Buzios es la diversidad de sus casi veinte playas, cada una con su propio carácter y encanto. Durante nuestra estancia, Florencia y yo hemos intentado visitar tantas como sea posible.
Geribá es el parafeíso de los surfistas y de las parejas románticas. Azedinha ofrece aguas tranquilas perfectas para un baño relajante. Ferradura reúne a familias con niños gracias a su ambiente seguro. Y para los más libres de espíritu, Olho de Boi es el reducto de naturistas y nudistas.
Una excelente manera de conocer estas playas es alquilando uno de los taxis acuáticos que se estacionan junto al muelle, o participando en uno de los tantos paseos en barco que ofrecen los locales.
Pero el encanto de Buzios no se limita solo a sus playas. La arquitectura del lugar sigue un estilo único que contribuye enormemente a su atmósfera especial. Gracias a una ley de 1970, ninguna construcción puede superar los dos pisos, lo que conserva el horizonte limpio y la sensación de pueblo costero.
Las casitas de pescadores han influido notablemente en el estilo arquitectónico del lugar. Materiales rústicos y artesanales como la madera dominan el paisaje urbano, desde las casas de verano y las posadas, hasta los restaurantes y comercios.
Dos arquitectos locales han jugado un papel crucial en mantener esta tradición: Octavio Raja Gabaglia y Hélio Pellegrino. Sus obras, entre las que se encuentran los restaurantes Don Juan, Pátio Havana, Boom y Buzin, se caracterizan por el uso de maderas de demolición, techos altos y la simplicidad encantadora que evoca el pueblo de pescadores original.
Un detalle curioso: en muchas construcciones locales se utilizan campanas en lugar de timbres, un pequeño guiño a la tradición marinera del lugar.
Mientras contemplo el atardecer sobre la península de Buzios, comprendo por qué este lugar ha cautivado a tantos visitantes a lo largo de los años. Desde sus humildes orígenes hasta su actual estatus como destino de lujo, Buzios ha sabido conservar su esencia y su encanto.
Y yo, como tantos otros antes que yo, me voy con la promesa de volver algún día a este rincón del paraíso brasileño que, sin duda, ha conquistado mi corazón.
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