Es preocupante ver cómo en poco tiempo hemos sido testigos de situaciones de violencia, Rusia y Ucrania, Hamás e Israel, que nos evidencia que cada día somos más tolerantes frente a la crueldad, pero ya no entre dos países sino entre una banda de delincuentes y un país
establecido.
Hace pocos días vimos el ataque terrorista que sufrió Israel, un ataque que parece tener su
fundamento en querer desaparecer la cultura contraria. Esto se evidencia en el hecho de que
sus víctimas fue la población civil, personas que asistían a un concierto o que desarrollaban
sus actividades cotidianas en su hogar. No fue un ataque exclusivamente contra militares ni un atentado contra un gobernante, ni contra un gobierno en específico con el cual no estoy de acuerdo. Es un ataque contra una concepción de vida. Las acciones de Hamás de torturar,
secuestrar y decapitar bebés, nos obliga a revisar, por lo menos de manera general, cuál es la
pretensión y norte de este grupo. Como es un tema tan complejo, creo que una vía de
aproximarnos y entenderlo es analizando su actuar.
Comencemos con un aspecto muy conocido, y es el trato dado a las propias mujeres de su
sociedad. La mala suerte de nacer mujer bajo el mando de Hamás significa ser tratada como
un ser inferior, un ser que no tiene el más mínimo derecho a escoger ni siquiera su vestimenta, no tienen derecho al voto, no pueden viajar sin la autorización de un tutor hombre, no disfrutan de educación sino sólo de violencia. Preguntemos a los cientos de manifestantes que hoy en día están saliendo en pro de Hamás y que hacen vida en países occidentales como por ejemplo EEUU o Australia, si están dispuestos a llevar a sus esposas e hijas a vivir en la franja de gaza o a Irán, o peor aún será que anhelan que en sus países comiencen a dar tal trato a las mujeres. Me cuesta imaginar a los ciudadanos de Los Ángeles viviendo al estilo de Hamás. O será que la ciudadanía está tomando la actitud de ciertos gobernantes que defienden a Hamás pero que envían a sus hijas a estudiar a Francia. Este punto nos da indicios para pensar que el ideal de Hamas no es precisamente la valoración y consideración de que todos los individuos merecen una vida digna de vivirse.
Pero este actuar y control no se limita a las mujeres, va más allá y vemos cómo la disidencia
política es casi imposible, pues cualquier crítica puede ser la causa para ir a prisión bajo el tan
maleable y riesgoso argumento de incitación al odio. Argumento que peligrosamente puede
jugar a favor del asesino y del asesinado. Esta situación también se ve reflejada en la libertad
de expresión, todos los medios de comunicación de Gaza están controlados y vigilados por
Hamás, quienes determinan cuál es el contenido pertinente o no. Es un alto riesgo ser un
periodista crítico en Gaza.
Si dirigimos nuestra mirada a la población común, vemos que no les es permitido el ejercicio
del Derecho a la protesta. Esto lo podemos constatar si revisamos un poco lo sucedido durante el mes de julio y agosto de este año en Gaza: se desarrollaron algunas manifestaciones que no tenían específicamente un objetivo político sino simplemente la exigencia en una mejor vida, un reclamo en la mejoría de los servicios básicos. Según declaraciones de algunos ciudadanos, Hamás rápidamente tomó medidas para evitar el progreso y repetición de tales protestas, para ello hizo uso de la fuerza y la implementación de mecanismos de control. A tal punto que las personas no se podían detener en algún lugar por más de dos minutos, pues eran sospechosos y podían ser llevados por la fuerza de seguridad. El ciudadano gazatí no tiene derecho ni siquiera a expresar su inconformidad ni mucho menos aspirar a la mejoría en su forma de vida.
Y es que si examinamos las cifras de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de
las Naciones Unidas, encontraremos que la tasa de pobreza es de 80%, y para el 2016 ya afirmaban que al menos 1.3 millones de persona requería ayuda alimentaria, recordando que la población de Gaza es de 2.2 millones. Ante este panorama el argumento de Hamás, como el de otros países, es el bloqueo por parte de Israel. Pero el ataque realizado por Hamás nos conduce a pensar que no es del todo cierto, y es que ha lanzado más de 4 mil misiles en menos de 10 días, lo que implica una gran inversión de millones de dólares. Esto nos hace pensar que las condiciones de vida de los gazatíes no es lo que importa a Hamás, la prioridad no son sus ciudadanos ni sus condiciones. Basta recordar que el servicio eléctrico funciona en promedio de 6 a 8 horas diarias, como en ocasiones pasa en algunas zonas de nuestro país. Sin contar que la franja de Gaza depende de la energía eléctrica de Israel.
Además, ¿Somos capaces de defender una ideología que educa a los niños bajo la exaltación
de la muerte?, nosotros que estamos educados de manera occidental, y que celebramos los
avances médicos porque nos aseguran una mejor y más larga vida. ¿Cuántos de nosotros
estamos dispuestos a formar a nuestros hijos, hermanos y sobrinos para que no les importe
perder su vida en pocos segundos, para que sean futuros suicidas?
Considero que esta guerra va más allá de una religión o de la lucha por un territorio. Es la
búsqueda, expansión e imposición de sistemas y gobiernos donde la vida de los individuos
tiene un valor insignificante. Donde el individuo no es considerado un ser autónomo, su destino es la obediencia y el sacrificio a un líder político, a una fe religiosa entendida de cierta
manera, a un sistema político, a un régimen económico, a una concepción de vida. En Gaza la
dignidad de vivir se ha perdido.
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