Hay todavía mucha tela que cortar, pero podríamos afirmar a riesgo de
equivocarnos en el apuro, que el triunfo de Lula condiciona el viaje de Petro a
Caracas. El presidente Gustavo Petro Urrego se siente predestinado, la
espada de Bolívar, a ocupar el vacío de liderazgo político en América Latina.
No es Colombia su interés principal; pasa por allí, eso sí, pero su objetivo es
el continente. La paz debe ser TOTAL y él es el emisario de esos designios.
Lula representa un escollo, una piedra en el zapato que es necesario diluir y
rápido. Con Bolsonaro de presidente hubiera sido más fácil y benigno el
mercado de las rivalidades; con menor competencia. Porque, a decir verdad,
Fernández en Argentina no lo es; Boric en Chile tampoco; Castillo en Perú ni
se diga; Arce, el pupilo de Evo en Bolivia, ni se nombra; Maduro ni de
casualidad; los Ortega dan grima; Díaz Canel no cuenta ni para remedio; y,
Amlo, “no manches güey”.
En cambio, Lula sí. Viejo zorro, líder fundador del Foro del Sao Paulo,
conocedor a fondo de los meandros que llevan a los hombres a corromperse.
Lula sí sabe cómo se bate el cobre y ahora es el presidente ni más ni menos y
por tercera vez del “país mais grande do mundo”.
“Y si Bolívar no pudo congeniar con Francisco de Paula Santander, y por ello
se perdió la República, yo sí soy capaz de viajar a Caracas. Yo sí que puedo
convertirme o parecer el mejor amigo de Maduro, como lo fue en su
momento Santos de Chávez. ¡Caracas bien vale una misa! ¿Te das cuenta?
¡Total!
Y teniendo tanta tela que cortar viene a reunirse con Nicolás Maduro, a quien
en verdad sacó el cuerpo desde la campaña electoral cuando Maduro
además lo metió en el grupo de la “izquierda cobarde”. Petro no lo
nombraba, lo eludía. Hasta ayer no más le preguntaban y lo resbalaba.
En esas, también sin mencionarlo, Petro reclamaba en Cúcuta hace pocos
días: “Nosotros abrimos la frontera, pero al cabo de un mes solo han pasado
dos millones quinientos mil dólares. Abrimos los puentes, nos dimos la pela,
corrimos el costo político, y la economía sigue pasando por la trocha. Porque
allí uniformados, funcionarios de allá y de aquí, siguen cobrando la comisión,
¿Y así vamos a construir la paz? ¿A construir la prosperidad? ¡Señor ministro
de Comercio, esas trochas se cierran porque se cierran!”
Y quien escribe aquí en Caracas mientras lo escuchaba se acordó de Chávez
mandando a militarizar la frontera. Y también inevitablemente de Carlos
Andrés Pérez, y que su alma perdone las comparaciones, para quien en su
segundo mandato sobre todo la política interna era un estorbo para sus
ambiciones de ser el líder carismático continental que lo fue, a su manera.
Petro por su parte tiene otra justificación para venir a Caracas y es el vicio
repetido, la natural obsesión, de todo gobernante colombiano por conseguir
la paz para su país a cambio de lo que sea, hasta de convertirse en el mejor
amigo de Maduro.
Habrá que esperar. Nunca humo blanco. El ELN es ya una guerrilla binacional
que ha construido su Estado propio, su federación feudal en territorio que
antes era o es de Colombia o de Venezuela. Ahora más bien se ha constituido
en una quinta frontera donde los dueños y señores son ellos, en combinación
o connivencia con los que los dejan ser y crecer. La negociación es entonces
entre tres. ¿Lograrán ponerse de acuerdo? ¿Cuál el acuerdo, cuáles los
términos? ¿Decidirán mudarse definitivamente a territorio venezolano? Eso
sí, tenlo por seguro y como andamos, Venezuela seguirá perdiendo territorio,
no olvidemos Guyana, soberanía, dignidad, presencia.
Pero hay voces que le llaman la atención a Petro sobre temas como los
derechos humanos y la cuestión ambiental, donde Maduro está con los
peores puntos a nivel internacional. Y para ejemplo sino, la carta dirigida al
presidente Petro Urrego por Juanita Goebertus, abogada y polítóloga
colombiana, Directora de la División de las Américas de Human Rights Watch,
el 22 de octubre de este mismo año, sobre el restablecimiento de relaciones
diplomáticas con el gobierno de Nicolás Maduro. “De nuestra mayor
consideración…”, y le lee la cartilla completa sobre la violación continuada de
los derechos humanos en Venezuela y sobre cuál debería ser la posición de
Colombia sobre el particular.
Hoy en Caracas, bien vale una misa, Maduro se sentirá feliz con ese
reconocimiento fotografiado internacionalmente que le regala el presidente
Petro con su visita y en donde se bendecirá en la pila bautismal caraqueña,
como al Libertador, el restablecimiento de las relaciones entre Colombia y
Venezuela. Allí se hablará de los temas de la frontera, del comercio, de la
gradualidad, de las trochas, la inseguridad, las mafias, con ese cansancio
pertinaz hasta el hartazgo de discursos y alabanzas mutuas y vanas.
Y quién podría negarse al buen comercio, a la apertura, a la normalización del
transporte, de los pasos fronterizos, del funcionamiento de consulados y
demás, de los vuelos. Quién en su sano juicio. Nadie. Bienvenida sea la
cohabitación.
Pero no perdamos la visión del conjunto, la perspectiva global de nuestros
intereses y preocupaciones como venezolanos. El calculado y a veces
imperceptible movimiento de las piezas del ajedrez en el que se dibujan las
ambiciones de poder de los hombres.
Petro, el presidente Petro, pudiera sernos útil hasta en más asuntos
delicados. Bienvenido a Venezuela. La democracia es urgencia continental.
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