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Foto del escritorYelitza Rivero

Cárceles y gobierno


En algunos países las cárceles dejaron de ser simples centros de supervivencia para convertirse en fichas y entes de acción en la sociedad. Foto: MarcelloRabozzi, Pixabay

En uno de mis artículos anteriores hice mención a la frase popular que un gobierno se conoce

por el trato que ofrece a los niños, viejos y presos. Respecto a los niños y viejos todos

estaríamos casi de forma absoluta en que el deber del Estado es brindar protección en el sentido más amplio, alimenticia, sanitaria, entre otras. Pero cuando nos toca referirnos a los

presos se presentan distintas posiciones respecto al trato que debe dar el Estado. Es innegable que, lamentablemente en Venezuela, desde hace muchos años, los centros penitenciarios han sido un gran problema sin aparente solución o interés por solucionarlo. En este aspecto nuestro Estado ha sido señalado de violación de los DDHH. Basta recordar la matanza en el retén de Catia en el año 1992, donde cuerpos de seguridad del Estado dispararon a mansalva contra la población penitenciaria. Otro caso fue en la cárcel de La Planta también ubicada en la ciudad de Caracas en el año 1996 donde los cuerpos de seguridad lanzaron bombas lacrimógenas en celdas dejando más de 20 muertos calcinados.

Varias son las historias de esta índole en las cárceles venezolanas.


Para aquella época los reclamos tanto de reos como de familiares se enfocaban en el hacinamiento, las condiciones de insalubridad, el abuso por parte de funcionarios tanto con los presos como con los familiares, la poca atención médica, la falta de clasificación. Se podría decir que las cárceles eran recintos donde los individuos no eran vidas humanas, sino

simplemente organismos vivos que luchaban por la supervivencia en el sentido más básico.

Era inesperable que en los centros de reclusión se obtuviera algún tipo de humanización.


Sin embargo, desde hace algunos años los problemas de las cárceles y su permanencia en ella han tomado otro rumbo, y no ha sido precisamente para mejorar. Si iniciamos por las

condiciones, sorprendentemente hemos visto en recintos penitenciarios venezolanos la

existencia de piscinas, discotecas, zoológicos, situación inimaginable en los años 90.

Condiciones que han sido creadas por los reos que controlan los centros, es decir, que algún

ingreso económico tienen. Pero hay otros hechos aún más sorprendentes y es la cantidad de

armas de fuego, destacando la existencia de armas de guerra, que ingresan a las cárceles bajo la mirada complaciente del gobierno.


En nuestros días las cárceles dejaron de ser simples centros de supervivencia para convertirse en fichas y entes de acción en la sociedad. Si recordamos desde hace algunos años muchas actividades delictivas como secuestros y estafas vienen realizándose desde las cárceles bajo la dirección de los reos, actividades que permiten financiar lo que anteriormente he mencionado, y que alguna coima debe quedar en los bolsillos de las autoridades. Contradictoriamente los reos son los que establecen los ordenamientos de los recintos y tiene miembros que obedecen fuera de ellos, que llevan a cabo las actividades delictivas. Los líderes de los recintos carcelarios no limitan su actuar a los centros de reclusión sino que tienen capacidad de acción en las calles, el ámbito de decisión y acción traspasa los barrotes de las cárceles.


Lamentablemente, hoy vemos una peculiar situación en Ecuador y sus cárceles, y es un punto

al cual deberíamos prestar atención. Al igual que en Venezuela las cárceles de Ecuador

disponen y disfrutan de condiciones y situaciones que no son lo propio de un recinto

carcelario: drogas armas, negocios. Los reos de las cárceles en Ecuador son los que dirigen los centros penitenciarios y parte de la delincuencia que sucede en las calles. Los gobiernos que permiten la creación de estas estructuras independientes en las cárceles obviamente obtienen algún beneficio, dinero. Pero si vemos con un poco más de detalle la situación en Ecuador, apreciamos que un presidente con menos de seis meses en el poder, con una ideología diferente a los gobiernos anteriores, se enfrenta a un ataque, también podríamos decir a un levantamiento, perpetrado desde los recintos penitenciarios hacia el resto de la ciudad, hecho que se evidencia en la toma del canal televisivo. Esto nos invita a pensar si algunos gobiernos no ven a los reos y las cárceles, no sólo como un centro de negocios sino como un grupo violento de emergencia que puede ser utilizado cuando asume el poder un gobernante de ideología diferente, ¿no son los cabecillas de estas bandas un brazo armado desestabilizador? ¿no son un cuerpo armado de defensa de un líder que puede dominar las zonas populares en caso de protestas?. Pareciera que reaparece la figura del condotiero en la política latinoamericana.


Sin embargo, en el gobierno de Bukele pareciera que el tema de las cárceles está tomando otro sentido. Los recintos carcelarios en El Salvador parecen dejar atrás la complicidad con los delincuentes para estar bajo normas estrictas y rígidas de control. Probablemente esta vía

produzca otros resultados.


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