La figura de la suegra ha sido motivo de numerosas bromas, mitos y representaciones en la cultura popular, desde el cine y la televisión hasta los chistes y las anécdotas cotidianas. Aunque muchas veces se retrata a la suegra como una persona controladora, crítica o difícil de complacer, este estereotipo tiene raíces complejas y varía según las culturas y contextos familiares.
El mito de la suegra como un personaje conflictivo se origina, en parte, por la naturaleza del papel que desempeña dentro de la estructura familiar. Históricamente, al unir dos familias a través del matrimonio, la suegra (madre del esposo o esposa) asumía un rol importante en la dinámica de poder y tradición dentro de la familia. En muchas culturas, la suegra era vista como una guardiana de las costumbres y de la "buena conducta" de la nueva pareja, lo cual generaba tensiones, especialmente si había diferencias culturales o de expectativas. Con el tiempo, esta dinámica fue interpretada de manera negativa y caricaturizada en la cultura popular.
Algunos de los estereotipos más comunes en torno a las suegras son:
Controladora y sobreprotectora: Este estereotipo pinta a la suegra como alguien que se resiste a dejar ir a su hijo o hija y, por ende, interfiere en la relación de la pareja.
Crítica: Se representa a la suegra como alguien que juzga las decisiones o comportamientos de la pareja, especialmente cuando estas no coinciden con sus propios valores o expectativas.
Competitiva: En algunos casos, la suegra se muestra competitiva, especialmente hacia la nuera o el yerno, temiendo ser "reemplazada" en la vida de su hijo o hija.
Estos estereotipos se refuerzan en el humor y las representaciones de medios de comunicación, contribuyendo a la percepción generalizada de que una relación con la suegra es, por naturaleza, problemática.
El mito de la suegra puede afectar las relaciones familiares, tanto para bien como para mal. En algunos casos, las expectativas negativas pueden generar tensiones antes incluso de que surjan conflictos reales, afectando la manera en que la pareja percibe la relación. Sin embargo, en otros casos, el mito de la suegra es desafiante pero motivador; muchas suegras conscientes del estereotipo se esfuerzan por mantener una relación de respeto y apoyo con sus hijos y sus parejas, desmitificando la imagen negativa.
A pesar de la persistencia de este mito, cada vez más familias rompen con el estereotipo, estableciendo relaciones de respeto y comprensión. La clave para desmontar este mito parece estar en la comunicación abierta, en el respeto de los límites personales y en la aceptación de que cada individuo aporta algo único a la familia. Muchas suegras modernas prefieren ser figuras de apoyo y guías cuando se les solicita, más que imponentes o controladoras.
El mito de la suegra es un reflejo de las tensiones naturales que pueden surgir al integrar dos familias, pero también es un estereotipo que puede y debe superarse. Hoy en día, la relación con la suegra puede convertirse en un vínculo de apoyo y enriquecimiento mutuo cuando se basa en el respeto, la empatía y la comunicación sincera. Al final, cada relación es única y tiene el potencial de trascender los estereotipos impuestos por generaciones pasadas.
Dicho lo anterior, paso a describir mi relación con la suegra. Rompiendo esquemas nunca le llamé suegra, sino abuela y ella nunca me llamó yerno, sino hijo. Por allí se comienza a ver el grado de empatía que tenía con ella. Siempre la vi más como una madre que como una suegra. Cuando surgían desavenencias en mi matrimonio, como es común en todos, jamás se colocó del lado de su hija, provocando el que muchas veces, mi esposa le reclamara sobre quién era su hijo.
Como comenté en alguno de mis escritos, el día lunes próximo pasado -4 de noviembre- a las 6pm falleció mi suegra y segunda madre o “la abuela” como cariñosamente todos le llamábamos. Noventa y siete vueltas y media alrededor del sol había acumulado, 6 hijos concebidos y 2 criados; 24 nietos y 25 bisnietos son su prole, algunos de ellos no le suceden. En algunos momentos de sano humor de los que disfrutábamos constantemente con ella, yo la aguijoneaba con la frase: vamos duro abuela, vamos por esos 100, ella me respondía con una sonrisa, pero se quedó a la puerta de ellos.
Tantas cosas buenas tengo que decir de la abuela que no cabrían en un solo libro y hasta ahora no me viene a la mente algo que debiera reprocharle. Recuerdo que cuando era novio de su hija y me escaseaba el dinero, debía acompañarlas todos los domingos a misa, pero no entraba a casa porque mi suegro era muy fregado, entonces me quedaba sentado en la escalera del edificio y la abuela me mandaba una vianda con una comida bien sabrosa. Yo ansiaba que llegará el domingo para degustar esos ricos manjares.
Otra anécdota con ella fue que, como buena portuguesa le encantaba entonar su himno patrio, tanto es así que un día me dijo: Hasta que no te aprendas el himno de Portugal, no aprobaré tu relación con mi hija. Como buen enamorado tuve que cumplir ese precepto y todavía me lo sé enterito ¡Ojalá que Dios te conceda el descanso eterno, abuela!
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