En una ocasión Claudio y Emilia nos consultaron de forma virtual los problemas en su matrimonio. Claudio estaba en Estados Unidos y Emilia en Venezuela. El sentía que la relación se estaba “diluyendo”. Ella señalaba que las comunicaciones cada vez se distanciaban más. Luego de examinar lo que ambos expresaban, como el hecho de que se amaban y que deseaban volver a la normalidad, se le preguntó a cada uno, en presencia del otro, cuál era su problema. Claudio se explayó contando todas las peripecias que tuvo y estaba atravesando para poder establecerse. Trabajaba un horario completo más medio turno cada día. Y los fines de semana realizaba otro tipo de labor como jardinería o reparar o pintar alguna casa cuando lo contrataban. Emilia no sabía gran parte de esto. Cuando indagamos a Claudio por qué nunca se lo comentó, él reveló que no quería preocupar ni angustiar a su esposa. Acto seguido, Emilia, conmovida, manifestó que ella tampoco le había contado a Claudio algunos problemas que tuvo que afrontar, para no inquietarlo, y los narró.
“En las buenas y en las malas”.
Esta situación se le presenta a las personas que se ama, cuando la pareja vive en distintos países. Uno, el que emigró tendrá que hacer frente a la subsistencia en donde se encuentra, y muy probablemente trabajará tiempos extras para poder establecerse. Seguramente su prioridad será cómo procurar su sustento y además enviar a su familia lo que pueda para su manutención. Quien se queda en el país de origen sentirá que las carencias que obligó la emigración se incrementarán, y soportará soledad y tristeza y sentimientos de impotencia para coadyuvar con su ser amado. Esto conlleva un consumo de tiempo y energía en la noble relación, y en algunos casos va en detrimento de las comunicaciones entre ellos.
El amor es un compendio de lo positivo y lo negativo. Lo positivo es el sentimiento y su forma de expresarse, y lo negativo permite buscar juntos la solución a algún problema. Ambos elementos son indispensables para incrementar el sentimiento y la felicidad. Comunicarse “lo bueno” tanto como lo “no tan bueno”, fortalece al amor.
Aunque sea vía smartphone
En el caso de una separación forzada por emigración, es vital la comunicación diaria por ello. Aunque sea unos minutos. Y contarse los pequeños logros, lo agradable, afectuoso y divertido que pasó en el día, al igual que las dificultades e inconvenientes. También conversar de cómo se pueden manejar los nuevos problemas. Este tipo de comunicación, en estos momentos de separación inevitable, coadyuvará a minimizar la nostalgia y el desánimo y que el vínculo amoroso se fortalezca.
Se pasa, en muchos casos, de una conexión constante, como lo era cuando estaban juntos, a una conversación primero diaria, y luego, poco a poco va pasando a ser semanal. Posteriormente, los lapsos pueden aumentar. No comunicarse con la misma frecuencia va a alterar la normalidad de la pareja.
El caso de Claudio y Emilia nos muestra la importancia de equilibrar el cuidado y la protección del otro junto con la necesidad de compartir honestamente las vicisitudes de la vida, tanto las buenas como las malas. Por ello es necesario crear experiencias conjuntas a distancia. Esto es especialmente vital porque la comunicación será el principal medio para mantener y fortalecer la relación entre ellos. Igualmente ayuda el trabajar juntos en planes y proyectos comunes para el futuro. Estas recomendaciones fomentan una comunicación saludable, fortalecen el lazo emocional y ayudan a la pareja a manejar mejor los desafíos que presenta la relación a larga distancia, sin olvidar poner en el tiempo la meta para el reencuentro tan pronto como sea posible. Más información sobre el tema lo encuentra en el libro “Maestría de la felicidad”. (Gessen, 2023)
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