La esperanza es un motor que nos impulsa a todos a superar obstáculos, alcanzar objetivos, innovar y buscar constantemente un mejor futuro.
Muy probablemente sin ella, la humanidad no se habría desarrollado como lo hizo. Es la esperanza la que entusiasma a las personas a perseverar en momentos de adversidad, motivándolas a encontrar soluciones a problemas aparentemente insuperables. Gracias a la esperanza, los primeros humanos se aventuraron más allá de sus hábitats seguros, exploraron nuevos territorios y desarrollaron tecnologías primitivas que les permitieron sobrevivir y prosperar. En tiempos más recientes, la esperanza ha inspirado descubrimientos científicos, avances tecnológicos y movimientos sociales que han transformado nuestro mundo. Sin esta fuerza vital, la humanidad podría haber sucumbido al desaliento y la inacción, y quizás quedado estancada y vulnerable ante los desafíos naturales y sociales.
De qué se trata
La esperanza es un concepto constante en la vida humana, y para nosotros tan fundamental como el amor. De hecho, el instinto de supervivencia nos impulsa a tener la esperanza de una larga vida y que nuestros hijos nos sobrevivan. Al sentirnos esperanzados implicamos una dimensión racional, pensamientos positivos sobre el futuro, y sentimientos de entusiasmo y alegría que surgen cuando creemos que podemos lograr lo aspirado. Todo ello, nos motiva a hacer, o a aumentar, el esfuerzo para superar los obstáculos que se puedan presentar al procurar el objetivo.
Aunque intangible, su presencia o ausencia define el curso de nuestras vidas involucrando razones, emociones y motivaciones. Significa tener un estado de ánimo con expectativa positiva y optimista sobre la vida y la creencia de que podemos alcanzar algo que se desea o espera. Esta perspectiva incluye el “sentido de agencia” que se refiere a la percepción y creencia de una persona en su capacidad para ejercer control sobre sus propias acciones y el impacto que estas tienen en su entorno. Es un componente clave en la psicología positiva y de la teoría de la esperanza de Snyder.
El caso de Ricardo
Ricardo: Hola, doctor. Me siento muy frustrado y sin esperanza de poder graduarme con honores en mi carrera universitaria. Aunque lo deseo con todo mi corazón, siento que no lo lograré.
Psicólogo: Hola… Entiendo que te sientas frustrado. ¿Podrías contarme un poco más sobre lo que te está haciendo sentir así?
Ricardo: Siempre he tenido el sueño de graduarme con honores, pero últimamente, he estado luchando con mis estudios. Me parece que, no importa cuánto esfuerzo ponga, los resultados no son tan buenos como los que esperaba. Veo a mis compañeros avanzando y siento que yo estoy estancado…
Psicólogo: Es comprensible que te sientas así. Es natural comparar nuestro progreso con el de otros, pero a veces eso puede ser contraproducente. Vamos a desglosar tu situación y ver cómo podemos trabajar juntos para recuperar tu esperanza y motivación. Primero, hablemos de tus metas. Me has mencionado que deseas graduarte con honores. ¿Podrías especificar qué significa para ti exactamente eso? ¿Qué GPA necesitas, o cuáles son los requisitos específicos?
Ricardo: Necesito mantener un promedio de calificaciones de 3.8 o superior. Actualmente, estoy en 3.5 y me preocupa que no tenga suficiente tiempo para mejorar mis calificaciones antes de graduarme.
Psicólogo: Está bien, es una meta clara. Esto es bueno porque tener objetivos específicos realizables y es el primer paso hacia la esperanza. Ahora, conversemos de los caminos que has identificado para alcanzar esta meta. ¿Qué estrategias has intentado hasta ahora?
Ricardo: He intentado estudiar más horas, pero parece que no es suficiente. A veces, siento que no tengo un buen plan de estudio.
Psicólogo: Es un buen comienzo haber identificado algunas vías. Pero, como mencionas, tal vez necesitemos ajustar tu estrategia de estudio. A veces, no es solo la cantidad de horas de estudio, sino la calidad de esas horas. ¿Has probado técnicas específicas como estudiar en bloques de tiempo con descansos?
Ricardo: No, no las he probado. Normalmente estudio por largas horas seguidas hasta agotarme.
Psicólogo: Podríamos experimentar con nuevas técnicas de estudio para ver cuál funciona mejor para ti. Además, es importante trabajar en tu sentido de agencia, es decir, tu creencia en tu capacidad para alcanzar tus metas. ¿Cómo te sientes sobre tus habilidades para mejorar tus calificaciones?
Ricardo: A veces siento que, no importa cuánto lo intente, no será suficiente. Esa sensación de impotencia me paraliza.
Psicólogo: Esa sensación puede ser muy abrumadora. Vamos a trabajar en fortalecer tu sentido de agencia. Recuerda los momentos en los que has superado desafíos en el pasado. ¿Puedes pensar en alguna situación en la que lograste algo difícil?
Ricardo: Sí, recuerdo cuando obtuve una beca para la universidad. Fue un proceso difícil, pero al final, lo logré.
Psicólogo: Eso es un excelente ejemplo. Tienes la capacidad de lograr grandes cosas. A veces, necesitamos recordar nuestros éxitos pasados para fortalecer nuestra confianza. Además, podríamos trabajar en tus estrategias y técnicas de afrontamiento y resiliencia. ¿Has oído hablar de la resiliencia y cómo puede ayudarte a enfrentar los desafíos?
Ricardo: Sí, he escuchado un poco, pero no sé mucho al respecto.
Psicólogo: La resiliencia es nuestra capacidad para recuperarnos de las dificultades. Podemos fortalecerla mediante prácticas como la atención plena, el autocuidado y el establecimiento de una red de apoyo. Podemos explorar estas técnicas juntos en nuestras próximas sesiones. Para nuestro próximo paso, sugiero que probemos nuevos métodos de estudio y que comiences un diario de logros. Cada día, escribe algo positivo que hayas conseguido, no importa cuán pequeño sea. Esto puede ayudarte a ver tu progreso y aumentar tu agencia. También, consideremos hablar con un orientador académico para desarrollar un plan de estudio más estructurado.
Ricardo: Me parece una buena idea. Gracias por escucharme y por las sugerencias.
Psicólogo: De nada, estamos en esto juntos. Vamos a trabajar paso a paso para recuperar esa esperanza y motivación. Nos vemos la próxima semana.
¿Qué es la esperanza?
La esperanza es un estado de ánimo complejo que se basa en una expectativa positiva sobre el futuro. Según Charles Richard "Rick" Snyder (1944-2006), la esperanza puede definirse como un estado motivacional positivo basado en una sensación de éxito derivada de la interacción entre objetivos, la capacidad de planificar caminos para alcanzar esos objetivos y la motivación para utilizarlos. Es decir, la esperanza no es solo un deseo pasivo, sino una fuerza activa que nos impulsa hacia la acción.
Patrick Haggard, en su libro "El sentido de agencia", explica la experiencia personal de iniciar y controlar una acción. Para experimentar este sentido, es necesario que la persona realice una acción intencional o piense que lo ha hecho, y que su propósito sea producir un evento externo específico. Además, se puede relacionar el sentido de agencia con el sentido moral y del deber. El sentido moral es la capacidad de discernir entre lo correcto y lo incorrecto, y actuar en consecuencia. El sentido del deber es la obligación interna de cumplir con normas y responsabilidades. Ambos sentidos están intrínsecamente ligados al sentido de agencia, ya que, para actuar moralmente y cumplir con nuestros deberes, debemos creer en nuestra capacidad de influir en nuestras acciones y sus resultados.
¿Cuándo la sentimos?
Usualmente sentimos esperanza en situaciones en las que enfrentamos incertidumbre, desafíos o adversidades en tanto que creemos que hay una posibilidad de un resultado positivo. Esto puede suceder en una variedad de contextos, como al enfrentar una enfermedad grave, buscar un empleo, en la búsqueda del amor, ante cualquier objetivo que nos tracemos, al emigrar o durante la recuperación de una crisis personal. La esperanza aparece cuando visualizamos un futuro mejor y presumimos razonablemente que tenemos los medios para alcanzarlo. Si el propósito de vida de una persona es alcanzar la mayor felicidad posible, la esperanza de serlo es el motor de arranque para lograrlo.
¿De qué nos sirve la esperanza?
La esperanza desempeña múltiples funciones en nuestra vida. Primero, actúa como un poderoso motivador, impulsándonos a movernos y persistir en nuestros esfuerzos. Los individuos con altos niveles de esperanza tienden a establecer metas más ambiciosas y tienen una mayor capacidad para identificar múltiples vías para alcanzar esas metas, lo que aumenta sus probabilidades de éxito, siguiendo el modelo de Snyder.
Además, la esperanza tiene un impacto significativo en nuestra salud mental y física. Una investigación de Jennifer S. Cheavens et al. (2005) en la Universidad de Ohio demostró que las personas con altos niveles de esperanza tienen menos probabilidades de sufrir depresión y ansiedad, y presentan mejores resultados en el tratamiento de enfermedades crónicas. La esperanza también puede mejorar la recuperación de eventos traumáticos, como indicó un estudio de George Bonanno, que mostró que los sobrevivientes de desastres naturales con altos niveles de esperanza tenían una recuperación más rápida y completa.
En definitiva, usamos la esperanza como una herramienta para enfrentar la adversidad y construir un futuro mejor. Nos ayuda a encontrar sentido en situaciones difíciles, a mantenernos motivados y a persistir a pesar de los obstáculos. La esperanza nos permite visualizar un futuro positivo y nos da la energía necesaria para trabajar hacia él. También actúa como un amortiguador contra el estrés, y proporcionando una fuente de fortaleza emocional en tiempos de crisis.
La desesperación cuando perdemos la esperanza
La desesperación es uno de los estados de ánimo más intensos y devastadores que puede experimentar el ser humano. Es una desesperanza extrema, en la cual una persona siente que no hay salida ni solución a sus problemas causando profundos efectos personales y en las comunidades. Puede definirse como la ausencia completa de esperanza. Surge cuando una persona siente que ha perdido el control sobre su vida y que no hay perspectivas de mejora. Según un estudio, la desesperación está fuertemente correlacionada con la depresión severa y es un predictor significativo de pensamientos suicidas (Beck, et al., 1990).
Esta ausencia de esperanza se manifiesta de diversas maneras, tanto psicológicas como físicas. Entre los síntomas más comunes se encuentran los pensamientos negativos recurrentes. Las personas desesperadas suelen tener pensamientos persistentes de inutilidad y fracaso y llevan al individuo a retirarse de sus relaciones y actividades sociales. Sufren de una sensación de agotamiento físico y mental y de la incapacidad para sentir placer o interés en actividades que anteriormente eran normales.
La pérdida de la esperanza y la llegada de la desesperación generalmente es provocada por distintos eventos traumáticos como la pérdida de un ser querido, el desempleo prolongado o una enfermedad crónica, situaciones que crean las condiciones para desbalances químicos en el cerebro de modo que se disminuyen los neurotransmisores como la serotonina y la dopamina abriendo paso a la desesperanza. También la pobreza, la falta de oportunidades, y la discriminación, pueden hacer que las personas sientan que no tienen salida.
Superar la desesperación no es fácil, pero es posible con el apoyo profesional adecuado y las estrategias correctas. La ayuda de amigos, familiares y grupos comunitarios puede proporcionar un sentido de pertenencia y esperanza. Estudios destacan la importancia del apoyo social para la recuperación emocional. En algunos casos, los antidepresivos pueden ser necesarios para corregir los desequilibrios químicos en el cerebro.
La ausencia de esperanza paraliza nuestros esfuerzos para mejorar nuestras circunstancias. Cuando no vemos una vía hacia un futuro mejor, es menos probable que tomemos medidas para cambiar nuestra situación. Esto puede llevar a un ciclo de inacción y deterioro continuo de nuestras condiciones de vida, tanto a nivel personal como social.
La desesperanza aprendida
Este es un concepto psicológico en inglés “indefensión aprendida” (Learned Helplessness) que describe un estado mental en el cual un individuo, tras experimentar repetidamente situaciones adversas de las que no puede escapar o cambiar, llega a creer que no tiene control sobre su entorno o los resultados de sus acciones, llevando a una pasividad y resignación ante futuras situaciones negativas. El concepto fue desarrollado por el psicólogo Martin Seligman y sus colegas a finales de la década de 1960. Sus experimentos iniciales con perros demostraron que, tras someterse a choques eléctricos inevitables y repetidos, los animales no intentaban escapar incluso cuando se les presentaba la oportunidad de hacerlo. Esta conducta se interpretó como un aprendizaje de que sus acciones no tenían efecto, llevándolos a un estado de pasividad.
Las personas que experimentan desesperanza aprendida creen que no tienen influencia sobre los resultados de los eventos en sus vidas. Muestran una falta de iniciativa y motivación para cambiar situaciones adversas, incluso cuando existen opciones para hacerlo. La desesperanza aprendida está fuertemente correlacionada con trastornos depresivos y de ansiedad, debido a la sensación constante de impotencia y desesperanza. Las personas pueden desarrollar una baja autoestima y una pérdida de confianza en sus habilidades para enfrentar desafíos.
La desesperanza aprendida social está relacionada con la falta de acción de las personas en sociedades sometidas a dictaduras. Este fenómeno ocurre cuando los individuos sienten que no tienen control sobre el sistema político en el que viven, lo que lleva a una apatía generalizada y a la inacción.
Las dictaduras a menudo utilizan la represión y el odio social para silenciar la disidencia y controlar a la población. La represión puede incluir censura, arrestos arbitrarios, tortura y otras formas de violencia, creando un clima de miedo que desalienta la acción. Los regímenes dictatoriales controlan los medios de comunicación y utilizan la propaganda para manipular la percepción pública. Esto puede llevar a la desinformación y a la creencia de que el cambio es imposible o que la oposición no tiene apoyo.
Por otra parte, provocan la desconfianza entre los habitantes por lo que el miedo a la traición es común en estas sociedades sometidas, donde las personas pueden ser incentivadas a denunciar a los demás. Esto fomenta el aislamiento social y reduce las posibilidades de organización y resistencia colectiva.
En varios regímenes dictatoriales, como en la Alemania nazi, la Unión Soviética bajo Stalin, y más recientemente en países como Corea del Norte y otros, se ha observado que la represión intensa y el control social han llevado a la población a una disminución significativa de la acción política por parte de la población o a huir a otra nación.
La esperanza en las religiones
En la mitología griega, “Elpis” es la personificación del espíritu de la esperanza. Según el mito, fue una de las figuras que quedó dentro de la caja de Pandora después de que esta liberara todos los males del mundo. Mientras que los otros males escaparon para afligir a la humanidad, Elpis permaneció dentro de la caja, simbolizando que, a pesar de todas las dificultades y sufrimientos, la esperanza siempre permanece en el ser humano.
La esperanza es un concepto esencial que varía en su expresión y significado según cada tradición o creencia, pero que comparte una base común de confianza en lo divino y en el cumplimiento de las promesas de su credo.
En el judaísmo, la esperanza —tikvah— está profundamente enraizada en la fe en Dios (Yahveh) y en la expectativa de la redención y el cumplimiento de las promesas divinas. La esperanza se manifiesta en la espera del Mesías y en la restauración de Israel. El libro de Jeremías (29:11) refleja esta esperanza con la promesa de Dios: "Porque yo sé los planes que tengo para vosotros —declara el Señor— planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza".
Para los cristianos, la esperanza se centra en la fe en Jesucristo y en la salvación que él ofrece. La esperanza cristiana es tanto presente como futura, basada en la resurrección de Cristo y en la promesa de vida eterna. El Nuevo Testamento resalta esta esperanza en múltiples pasajes, como en Romanos 8:24-25: “Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.”
La expresión "fe, esperanza y caridad" es una frase clave en el cristianismo, específicamente en el contexto del Nuevo Testamento de la Biblia. Estas tres virtudes son conocidas como las "teologales" y se encuentran mencionadas en la Primera Epístola a los Corintios escrita por el apóstol Pablo.
En el islam, la esperanza es una parte esencial de la fe y se enfoca en la misericordia y las promesas de Allah. Los musulmanes esperan el Día del Juicio y la recompensa eterna para los justos. El Corán menciona esta esperanza en varios versos, como en Surah Al-Baqara (2:218): “Quienes creyeron y quienes emigraron y combatieron por la causa de Allah, esos esperan la misericordia de Allah. Y Allah es Perdonador, Misericordioso.”
En el budismo, el concepto de esperanza difiere considerablemente del de las religiones abrahámicas. El budismo pone un fuerte énfasis en el presente y en la aceptación de la realidad tal como es, en lugar de enfocarse en expectativas futuras o en la espera de un salvador o una intervención divina. Se enseña que el sufrimiento (dukkha) es una parte inevitable de la vida, y que la manera de superar el sufrimiento es a través de la comprensión y aceptación de la realidad presente. En lugar de cultivar esperanza, el budismo enfatiza la práctica diligente del Noble Óctuple Sendero, que incluye la sabiduría, la conducta ética y la disciplina mental. A través de la práctica de la meditación, la atención plena y la ética, se busca alcanzar la liberación del sufrimiento y la iluminación (nirvana). Promueven la compasión y el desarrollo de bodhicitta, que es el deseo altruista de alcanzar la iluminación para el beneficio de todos los seres. Este tipo de "esperanza" está más alineada con el deseo de ayudar a otros a superar el sufrimiento.
En el hinduismo, la esperanza se manifiesta a través de la fe en el dharma (el deber moral y la justicia) y el karma (la ley de causa y efecto). Los hindúes creen que las acciones virtuosas conducen a buenos resultados y a un futuro positivo, mientras que las acciones negativas tienen consecuencias adversas. La esperanza también se encuentra en la creencia en la reencarnación y la eventual liberación (moksha) del ciclo de nacimiento y muerte (samsara). A través de la devoción, la meditación y la práctica del dharma, los hindúes mantienen la esperanza de alcanzar un estado de realización espiritual y unión con lo divino.
El librepensamiento es una filosofía que enfatiza precisamente la libertad de pensamiento, y de la razón y la evidencia como fundamentos para formar opiniones y creencias. En el contexto del librepensamiento, la esperanza se puede entender como parte de serlo. Basado en la razón y la ciencia, la esperanza, desde la perspectiva de los librepensadores, se basa en la confianza en el progreso sostenido humano. Es una esperanza que se centra en la capacidad que tenemos para resolver problemas y mejorar nuestra condición mediante el conocimiento y la innovación. El librepensamiento promueve una esperanza informada por la evidencia y el realismo. Esto significa tener expectativas basadas en datos y hechos comprobables. La esperanza está ligada a la autonomía y la responsabilidad personal. Los individuos son responsables de crear sus propias oportunidades y de trabajar activamente para alcanzar sus metas y mejorar sus vidas. Hay una esperanza en el progreso social y moral, apoyada por el avance del conocimiento y la expansión de los derechos humanos. Los librepensadores tenemos una visión optimista del potencial humano para superar injusticias y mejorar la sociedad a través de reformas basadas en principios éticos y racionales.
La esperanza es una fuerza vital
Es un estado de ánimo esencial para nuestro bienestar emocional y físico. Nos motiva, nos sostiene y nos ayuda a superar los desafíos más difíciles. Sin esperanza, perdemos una parte fundamental de nuestra humanidad y nuestra capacidad para crecer y prosperar. Incluso en los tiempos más oscuros, podemos aprender a cultivar y mantener la esperanza, asegurando que siempre haya una luz que nos guíe hacia un futuro mejor.
La esperanza es indispensable porque nos impulsa hacia la acción y nos ayuda a enfrentar la adversidad. Es una combinación de objetivos claros, estrategias efectivas, motivación constante y acciones decisivas. Nos ofrece una vía para avanzar, crecer y alcanzar metas que nos acerquen a nuestro propósito en la vida y nos protege del riesgo de caer en la desesperanza y la inacción.
Buscar la felicidad implica mantener la esperanza a nuestro lado, porque nos guía y fortalece a enfrentar cada día, con la certeza de que, sin importar las dificultades, siempre hay una posibilidad de un futuro mejor. Con esperanza, podemos llevar una vida plena y satisfactoria.
María Mercedes y Vladimir Gessen, psicólogos
(Autores de “Maestría de la Felicidad” y de “¿Quién es el Universo?”)
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