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Foto del escritorMaría Mercedes y Vladimir Gessen

Dar para recibir: un principio que abre una vía a la felicidad

La compasión es una clave emocional que ilumina nuestra humanidad y abre una puerta para alcanzar nuestros objetivos y propósito de vida

El sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien es lo que define ser compasivos o misericordiosos, una virtud que inclina el ánimo a compadecerse de las miserias y sufrimientos ajenos.

 

¿Qué es la compasión?

 

Para la psicología, la compasión se entiende como una respuesta emocional que surge al observar el padecimiento y desconsuelo de otro, acompañada de un deseo genuino de aliviar dicho sufrimiento. Paul Gilbert, en su obra The Compassionate Mind (2009), la describe como una profunda conciencia del sufrimiento propio y ajeno, junto con el deseo de aliviarlo. Asimismo, Goetz, Keltner y Simon-Thomas (2010) la definen como el sentimiento que emerge al percibir el sufrimiento de otro y que motiva un deseo de ayudarle.

Una definición de compasión ampliamente reconocida del budismo en el ámbito del mindfulness es la ofrecida por el Dalai Lama, quien la describe como el anhelo de que todos los seres sintientes puedan liberarse del sufrimiento.

 

Ser compasivos

La compasión para nosotros es la capacidad de una persona —o de una sociedad o cultura— de reconocer el sufrimiento propio o ajeno, acompañada de un impulso genuino y consciente de aliviarlo, trascendiendo emociones básicas para convertirse en un valor esencial de nuestra humanidad. Es una combinación de sensibilidad emocional, reflexión cognitiva y acción moral que no solo fortalece nuestras relaciones interpersonales y sociales, sino que también refleja nuestra interdependencia como única especie realmente consciente. En este sentido, la compasión no solo es un mandato ético o espiritual, sino también un principio evolutivo y genético que promueve la cohesión, la supervivencia y el bienestar colectivo.

 

La compasión en el amor

 

La compasión es un componente esencial en el amor auténtico, un lazo que trasciende la pasión y el afecto para crear un vínculo hondo y duradero. Mientras que el amor puede surgir del deseo, la admiración o la conexión emocional, la compasión le añade una dimensión de cuidado genuino, empatía y compromiso hacia el bienestar del otro.

Cuando amamos con compasión, reconocemos no solo las virtudes de nuestra pareja, sino también sus vulnerabilidades y sufrimientos. Es una forma de amor que implica estar presentes en los momentos difíciles, ofreciendo apoyo emocional y comprensión sin juicios. La compasión en el amor nos impulsa a ser pacientes, a escuchar con la emoción debida y a actuar con bondad incluso en los momentos de conflicto.

Además, la compasión ayuda a construir una relación más equilibrada, donde ambas personas se sienten vistas, valoradas y aceptadas. Fomenta el respeto mutuo y la disposición para solucionar problemas desde un lugar de cooperación y cuidado, en vez de desde el orgullo o la necesidad de tener razón.

En última instancia, la compasión transforma el amor en un refugio seguro, un espacio donde ambas personas pueden crecer, sanar y florecer juntas. Es una fuerza que nos recuerda que amar no solo es querer lo mejor para el otro, sino también ser una presencia constante y reconfortante en su vida. Cultivar la compasión en el amor no solo fortalece las relaciones, sino que también nos convierte en mejores seres humanos. Igual ocurre en nuestras relaciones amorosas con nuestros padres, hijos, hermanos, familiares, amigos, vecinos, connacionales, hasta llegar a toda la humanidad ante desastres naturales, o de quienes sean víctimas de la violencia o las guerras.

 

Autocompasión

Tampoco olvides amarte y ser compasivo contigo mismo, porque en el acto de tratarte con bondad y comprensión radica la clave para construir una vida más plena y equilibrada. Reconocer tus errores y debilidades sin juzgarte con dureza no es un signo de indulgencia, sino de fortaleza emocional. La autocompasión te permite abrazar tus imperfecciones como parte de tu humanidad, aprender de ellas, y seguir adelante con dignidad. Cuando te tratas con amor y cuidado, abres la puerta a una paz interior que te impulsa a crecer, a sanar y a ofrecer lo mejor de ti mismo a los demás. Recuerda, para poder ser una fuente de luz y apoyo para el mundo, primero debes aprender a serlo para ti mismo.

 

Más conceptos

 

Según Paul Gilbert (2017), experto en psicología clínica, la compasión implica procesos fundamentales: el reconocimiento del sufrimiento y la acción para aliviarlo. Paul Gilbert es reconocido por su enfoque en la Terapia Focalizada en la Compasión, que se basa en la identificación de tres sistemas principales de activación emocional. El primero es el sistema de amenaza y autoprotección, diseñado para protegernos en situaciones de peligro, generando respuestas emocionales como miedo, ansiedad o ira. El segundo es el sistema de impulso o búsqueda de logros, que nos motiva a perseguir objetivos y obtener recompensas. Finalmente, el tercero es el sistema de calma y satisfacción, que nos permite relajarnos, experimentar tranquilidad y sentirnos plenos.

La compasión también tiene raíces neurobiológicas. Estudios realizados por Tania Singer et al. (2013) muestran que la compasión activa áreas cerebrales relacionadas con el procesamiento de emociones y la toma de decisiones morales, como la ínsula anterior y la corteza prefrontal medial.

 

¿Por qué debemos ser compasivos?

 

Ser compasivos no solo beneficia a quienes reciben esa ayuda, sino también a quienes la practican. Investigaciones en psicología positiva, como las realizadas por Kristin Neff (2003), demuestran que las personas compasivas tienen niveles más bajos de estrés y ansiedad, ya que la práctica de la compasión activa sistemas de recompensa en el cerebro, como el circuito del núcleo accumbens.

Además, la compasión promueve relaciones interpersonales más profundas y satisfactorias, tal como lo indican los estudios de Dacher Keltner (2009). Este investigador señala que los actos de compasión fortalecen los lazos sociales y mejoran el bienestar colectivo, lo que es esencial para la convivencia en sociedades complejas.

 

¿Es una emoción o un sentimiento?

 

La compasión puede considerarse tanto una emoción como un sentimiento. Según Richard Davidson (2012), una emoción es una respuesta inmediata y automática a un estímulo, mientras que un sentimiento surge de la reflexión consciente sobre esa emoción. La compasión comienza como una emoción espontánea —la percepción del sufrimiento— pero se convierte en un sentimiento cuando implica reflexión y una intención deliberada de actuar.

Davidson y su equipo han demostrado, a través de estudios con resonancia magnética funcional, que la compasión, activa tanto el sistema límbico asociado a las emociones como la corteza prefrontal, que regula la toma de decisiones y el comportamiento social

 

¿Qué pasa si no somos compasivos?

 

La falta de compasión tiene consecuencias significativas a nivel individual y social. En el ámbito personal, individuos con escasa capacidad compasiva tienden a experimentar mayores niveles de aislamiento y problemas de salud mental, como depresión y ansiedad. Esto se debe a la desconexión emocional y al estrés que genera una visión egocéntrica del mundo (Gilbert, 2010).

En el nivel social, la ausencia de compasión perpetúa la indiferencia hacia la desigualdad y la injusticia. Según Martha Nussbaum (1996), la compasión es esencial para la justicia social, ya que fomenta una preocupación activa por los demás y por el bienestar colectivo.

La felicidad, entendida como un estado de bienestar y satisfacción, está profundamente conectada con nuestras relaciones interpersonales y nuestra capacidad de vincularnos emocionalmente con los demás. Desde este punto de vista, las personas que carecen de compasión enfrentan problemas en su camino hacia la felicidad. Pensamos que en relación a las posibles consecuencias psicológicas, y sociales y personales, por la falta de compasión, sobre la felicidad, lo primero que ocurre es que la desconexión emocional que conduce al aislamiento social. La compasión nos permite empatizar con el sufrimiento ajeno y construir vínculos afectivos sólidos. Sin la capacidad de comprender y compartir las emociones de los demás, se pierde una fuente clave de felicidad como lo son las relaciones significativas.

Asimismo, la falta de compasión puede estar asociada con una mayor prevalencia de emociones negativas, como la ira, el resentimiento o la indiferencia. Estos estados emocionales generan un ambiente interno tóxico que dificulta experimentar felicidad duradera. Alguien que no practica la compasión podría quedarse atrapado en ciclos de egocentrismo o competitividad, lo que a menudo resulta en insatisfacción y estrés crónico.

Por el otro lado, la compasión está vinculada a un sentido de propósito mayor, ya que nos conecta con algo más allá de nosotros mismos. Las personas no compasivas pueden experimentar un vacío existencial al no encontrar valor en contribuir al bienestar de otros. Este vacío puede erosionar su felicidad a largo plazo, dejándolos vulnerables a sentimientos de insatisfacción y falta de realización personal.

La felicidad humana se nutre de relaciones saludables. Las personas carentes de compasión tienden a formar vínculos superficiales, lo que puede llevar a conflictos frecuentes y a una percepción de soledad incluso cuando están rodeados de otros.

En las relaciones humanas, la compasión y el apoyo emocional son bidireccionales. Quienes no ofrecen compasión a los demás probablemente no recibirán la misma en momentos de dificultad. La ausencia de redes de apoyo puede intensificar sentimientos de abandono y agravar el impacto de eventos adversos en su bienestar.

Desde la neurociencia, practicar la compasión activa áreas del cerebro asociadas con la recompensa, como el sistema de dopamina, y fomenta la liberación de oxitocina, conocida como la "hormona del amor". Las personas no compasivas pierden la oportunidad de experimentar estas respuestas neuroquímicas que promueven estados de felicidad y conexión.

 

Hipótesis sobre la felicidad en personas no compasivas

 

Podemos hipotetizar que las personas no compasivas tienden a experimentar una felicidad más superficial y fugaz, basada en logros individuales o placeres materiales, en lugar de una alegría duradera y profunda basada en el vínculo humano. Estas personas generalmente egoístas en grados extremos tienen más probabilidades de desarrollar trastornos relacionados con el estrés y la ansiedad, debido a la falta de soporte emocional mutuo, y experimentarán mayores niveles de insatisfacción vital al no participar en actos que nutran su sentido de propósito y de pertenencia.

La compasión no solo es un acto hacia los demás, es también un regalo para uno mismo. Al conectar con el sufrimiento ajeno y buscar aliviarlo, las personas compasivas encuentran un camino hacia una vida más plena y feliz. En contraste, quienes no cultivan esta virtud enfrentan una existencia más solitaria, emocionalmente empobrecida y con menos posibilidades de experimentar la felicidad verdadera. Por tanto, fomentar la compasión no solo beneficia a otros, sino que también construye los cimientos para nuestra propia alegría y satisfacción en la vida.

 

¿Cuáles razones nos inducen a ser compasivos?

 

Biológicos: La compasión está ligada a la liberación de oxitocina, una hormona que refuerza los vínculos sociales. Según Feldman et al. (2007), esta hormona se activa durante interacciones afectivas positivas, como el cuidado de los hijos o el apoyo emocional entre adultos.

Culturales y Sociales: Las culturas que valoran la interdependencia tienden a fomentar la compasión como una virtud clave. Investigaciones de Markus y Kitayama (1991) sobre culturas con acento social indican que estas promueven una mayor sensibilidad hacia el sufrimiento ajeno.

Psicológicas: La experiencia del sufrimiento personal puede aumentar nuestra capacidad de compasión. Según los estudios de Neff y Pommier (2013), la autocompasión se conceptualiza como conteniendo tres componentes centrales: bondad hacia uno mismo frente al auto juicio, humanidad común frente al aislamiento y atención plena frente a la sobre identificación. Cuando la autocompasión se relaciona con experiencias dolorosas las personas que practican la autocompasión también tienden a ser más compasivas con los demás.

Razones espirituales: Las tradiciones religiosas como el budismo y el cristianismo promueven la compasión como un ideal ético y espiritual. El Dalai Lama, en su obra The Art of Happiness (1998), describe la compasión como la clave para alcanzar la paz interior y la armonía global.

La felicidad es un estado mental que tiene que ver con la razón y las emociones, con nuestras decisiones, con la propia conciencia de nosotros, con la de la humanidad, y con la de la Divina Providencia del Universo. Tampoco lo seremos en todo tiempo y espacio. Ser felices no es algo permanente, es la suma de los momentos en que lo estamos. A mayor número de esos instantes, de esos episodios, tenderemos a ser más felices y durante más tiempo. Para alcanzar ese estado lo primero que requerimos es entender nuestras emociones, aumentar nuestra inteligencia emocional y poner a nuestro favor el poder que nos brindan. Entre las fuentes de felicidad se encuentra el ser compasivos y el estar en contacto con la presencia universal.

 

La falta de compasión en el poder

La ausencia de compasión en el poder representa uno de los mayores desafíos éticos y sociales de cualquier estructura gubernamental, empresarial, o institucional. Cuando los líderes carecen de esta virtud y de un sentido ético de la vida, se priorizan decisiones basadas exclusivamente en el cálculo político, en la acumulación de poder o el beneficio propio, dejando de lado las necesidades humanas y el sufrimiento colectivo. Esta ausencia de compasión genera desconexión con la ciudadanía, fomenta desigualdades y, en muchos casos, perpetúa la injusticia.

Un liderazgo sin compasión tiende a ser frío y deshumanizado, incapaz de percibir el impacto real de sus políticas en las personas más vulnerables. Además, promueve un entorno social polarizado, donde la empatía y el diálogo ceden espacio a la indiferencia y al autoritarismo. La compasión no debe ser vista como debilidad, sino como un pilar que fortalece la legitimidad, la conexión social y la sostenibilidad de las decisiones tomadas desde el poder político, económico, social, religioso o militar. Sin ella —la compasión— el liderazgo pierde su esencia más humana y, con el tiempo, también su efectividad.

 

¿Es un mandato genético de conservación de nuestra especie?

 

Desde una perspectiva evolutiva, la compasión podría considerarse un mecanismo adaptativo para la supervivencia de nuestra especie. Darwin (1871) en The Descent of Man, ya indicaba que los grupos que practicaban la cooperación y el cuidado mutuo tenían mayores probabilidades de sobrevivir.

Estudios recientes de Frans de Waal (2009) sobre primates sugieren que la compasión tiene raíces biológicas profundas. Comportamientos como consolar a un compañero herido son comunes en chimpancés y bonobos, estos últimos conocidos por su comportamiento social que se caracteriza por una alta cooperación y vínculos entre individuos, lo que indica que la compasión no es exclusiva de los humanos, sino una estrategia evolutiva para fortalecer la cohesión social.

La compasión es una virtud esencial que trasciende las categorías de emoción o sentimiento. Desde la psicología hasta la biología, múltiples disciplinas confirman que ser compasivos nos beneficia individual y colectivamente y procura mayor felicidad personal y social. En un mundo cada vez más polarizado, practicar la compasión no es solo una opción ética, sino una necesidad para nuestra supervivencia como especie.

Ser compasivo nos conecta con nuestra humanidad y nos recuerda que, aunque diferentes, estamos profundamente interrelacionados. Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido (1946), sentenció al respecto: "la compasión nos permite encontrar sentido incluso en el sufrimiento, transformándolo en un puente hacia los demás".

 

Sé compasivo

 

La compasión no es un lujo ni una simple opción moral, es la esencia misma de nuestra humanidad. En un mundo donde las decisiones egoístas y la indiferencia parecen dominar, ser compasivos se convierte en un acto de resistencia y transformación.

Quienes lo son, lo saben bien. Cada gesto de compasión que ofrecemos no solo alivia el sufrimiento ajeno, sino que también ilumina nuestra propia vida, conectándonos con lo mejor de nosotros mismos y de quienes nos rodean. Si quieres serlo y deseas un cambio en el mundo, comienza hoy, con un acto de compasión, por pequeño que parezca. Ese simple paso tiene el poder de romper barreras, construir puentes y recordarnos que en nuestra capacidad de cuidarnos está la verdadera fuerza de la humanidad. La compasión comienza en casa, con aquellos que forman parte de nuestra vida cotidiana. Ser compasivo con nuestros seres queridos significa escucharlos con atención, comprender sus emociones y estar presentes en sus momentos de necesidad. Desde ahí, este valor puede extenderse a nuestros amigos, fortaleciendo los lazos que nos unen, y a nuestros vecinos, creando comunidades más solidarias y humanas. Poco a poco, ese círculo de compasión se amplía, alcanzando a desconocidos y finalmente al mundo entero. Cada gesto de empatía y bondad, aunque pequeño, tiene un impacto poderoso. Comienza hoy y deja que tu compasión crezca como una ola que transforme la realidad de quienes te rodean y de quienes aún no conoces. En nuestras manos está la posibilidad de sembrar un mundo más humano y justo, primero desde tu hogar y luego ante todo lo existente.

Si deseas profundizar sobre este tema o consultarnos, puedes escribirnos a psicologosgessen@hotmail.com. Que la Divina Providencia del Universo nos acompañe a todos.

 



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