
“Chi… chi… Chikikirá”, balbucea mi compañera de trabajo, sin poder pronunciar correctamente el nombre de la patrona del estado Zulia.
"Chiquinquirá, Beatriz, se dice Chiquinquirá" —la corrijo con una mezcla de diversión y comprensión. Ella me mira sorprendida, desconcertada ante un nombre que le resulta exótico e incomprensible.
En España llaman la atención los nombres más criollos de los venezolanos, aquellos que
no se parecen en nada a los que figuran en el santoral y que están muy lejos de ser castellanos. Suelen ser combinaciones inusuales, uniones de sílabas de los nombres paternos y maternos, o inspirados en líderes históricos y estrellas de rock. También hay
castellanizaciones apresuradas de actores de cine y otros nombres cuyo origen es un
misterio, nacidos de la creatividad de unos padres que quisieron dotar a sus hijos de
singularidad.
Además, están los nombres indígenas, que han servido para coronar a las vírgenes más
veneradas de Venezuela, como es el caso de Chiquinquirá, mencionada anteriormente,
o Coromoto.
A continuación, algunos ejemplos. No solo llaman la atención en España por su complejidad, sino también entre los venezolanos más conservadores:
Yurbi, Maylin, Yubirithzaida, Yatzury, Elyarí, Yohander, Eudomar, Xiomara, Yurima, Yaritza, Yelitza, Wikelman, Darling, Yukensy, Maikel, Churchil, Roosbelth, Disney (sí, se ha visto alguna joven llamada como el célebre padre de Mickey Mouse).
En Madrid, Barcelona o Valencia, estos nombres ya no resultan tan exóticos. Se han infiltrado en las conversaciones, en los registros escolares, en las nóminas de empresas. Pero en ciudades más pequeñas, donde la inmigración venezolana aún es una novedad, los lugareños quedan atónitos al escuchar un "Encantada, me llamo Yukensy".
Es previsible que la comunidad venezolana en Burgos siga creciendo y que muchos de estos nombres singulares continúen llamando la atención de los incrédulos y divertidos burgaleses. Hasta que, finalmente, se acostumbren a ellos y los asuman como una muestra más del exotismo propio del otro lado del Atlántico.
Máximo Rondón Aguirre
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