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Ecuador: cuando el correísmo pierde grita fraude


En la segunda vuelta Noboa pudo imantar a los ciudadanos que le habían sido esquivos en la primera convocatoria. Foto: X @DanielNoboaOK
En la segunda vuelta Noboa pudo imantar a los ciudadanos que le habían sido esquivos en la primera convocatoria. Foto: X @DanielNoboaOK

La segunda vuelta de la elección presidencial en Ecuador se realizó el pasado domingo 13 de abril en un clima signado por la pugnacidad y polarización entre el candidato de la centro derecha, Daniel Noboa, presidente de la República en ejercicio, y la candidata de Revolución

Ciudadana, cuyo líder es el exmandatario Rafael Correa, exiliado desde 2017 en Bélgica.


Numerosos sondeos de opinión realizados antes de la fecha electoral daban un supuesto empate técnico entre Noboa y González. No se sabía con claridad cuál de los dos aspirantes podía alzarse con la victoria. Las encuestadoras no llegaron a detectar la enorme diferencia

expresada de forma categórica el día de los comicios. Algunos comentaristas políticos señalaban que cualquiera de los dos abanderados podría obtener la victoria.


Tengo la impresión de que tanto las empresas encuestadoras como los analistas realizaron una proyección lineal de los resultados arrojados por la primera vuelta, convocada el 9 de febrero pasado. En esa oportunidad, Noboa ganó con una diferencia de apenas 16.746 votos

(0.16%) sobre Luisa González. Ambos obtuvieron 44% del total de los sufragios emitidos.

Entre los dos captaron casi 90% sobre una concurrencia de 82% del registro electoral de algo más de trece millones de electores.


El día de la segunda vuelta el porcentaje de participación ciudadana en la cita se mantuvo casi igual. Apenas subió un poco más de un punto: de 82% a 83.76%. Lo que sucedió fue que la correlación de votos entre Noboa y González se modificó drásticamente. El presidente

aspirante a la reelección obtuvo 56% de los sufragios, mientras Luisa González sólo logró atraer 44%. La representante del correísmo no consiguió trascender el porcentaje alcanzado en la primera vuelta. Se quedó pasmada. En cambio, Noboa pudo imantar a los ciudadanos que le habían sido esquivos en la primera vuelta.


La respuesta de los perdedores ante el desconcierto provocado por la derrota tan apabullante que sufrieron fue muy llamativa. Casi ingenua. Dijeron: pero, eso no fue lo que ocurrió en la primera vuelta, tampoco lo que indicaban los sondeos previos. Por lo tanto, la consecuencia obvia es que el Gobierno, a través del Consejo Nacional Electoral (CNE),

perpetró un fraude colosal, el más grande en la historia de Ecuador, según declaraciones posteriores de Luisa González y otros dirigentes de Revolución Ciudadana, incluido el señor Rafael Correa.


A las sospechas lanzadas por el correísmo se han sumado otras voces en América Latina, entre ellas la de los presidentes Gustavo Petro, Claudia Sheinbaum y otros que no vale la pena mencionar. Todos han tendido un manto de dudas sobre unos resultados que fueron avalados por las comisiones independientes nombradas por la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea, para que vigilaran la pulcritud del proceso en sus distintas etapas. Los dos grupos de trabajo han dicho que la consulta trascurrió con la normalidad que puede existir en un país tomado desde hace año por la violencia, y donde al menos siete provincias habían sido declaradas bajo estado de excepción.


En vez de dedicarse al análisis político y a la autocrítica rigurosa, el correísmo se ha puesto, sin ningún tipo de pruebas, a cantar fraude. Se parecen a Donald Trump cuando perdió frente a Joe Biden en 2020.


El correísmo olvida que entre la primera y la segunda vuelta transcurrieron algo más de dos meses. Durante ese período, Daniel Noboa se dedicó a tratar los temas más preocupantes para los ecuatorianos y a proponer soluciones: el combate al crimen organizado, la severa crisis energética que afecta al país, la generación de empleo, especialmente para los jóvenes, y guerra contra la corrupción. Estos asuntos y, muy probablemente la dureza con la que actuó contra las bandas organizadas del narcotráfico, sedujeron a unos electores que han visto cómo Ecuador se ha ido deslizando por la pendiente de la violencia extendida. Noboa se alineo con el estilo autoritario de Nayib Bukele, que tanto éxito ha tenido en El Salvador, al punto de ser el Presidente con el mayor porcentaje de aceptación en toda América Latina.


En cambio, Luisa González se dedicó al denunciar el autoritarismo de Noboa –que sin duda es real- y a promover una revolución ciudadana que recordaba con nostalgia la etapa de Correa al frente del Gobierno.


La verdad es que el joven Noboa en esos dos meses finales de campaña alcanzó a sacarle una clara ventaja a Luisa González. La cercó. Logró convertir su mensaje en algo inocuo y vacío.


Por cuatro años más Ecuador logrará mantener bien lejos a ese factor de perturbación llamado Rafael Correa. Noboa completó una parte de la tarea: ganó unos comicios que parecían muy reñidos. En la fase actual, le corresponde comenzar a transitar hacia una democracia con equidad, desarrollo sustentable y estabilidad institucional, en un país

tan acosado por la miseria, la desigualdad y la violencia.


Ahora que ganó puede separarse de Bukele y construir su propio camino hacia el éxito. Debe hacerlo aunque el correísmo grite ¡fraude!


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