Ecuador elige a su próximo presidente entre la continuidad de Daniel Noboa o el retorno del correísmo
- Enrique Rondón Nieto
- hace 2 días
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Este domingo más de 13 millones de ecuatorianos están convocados a las urnas para elegir en segunda vuelta al próximo presidente de la República. En un clima de alta tensión, con el país sumido en una grave crisis de seguridad, una economía frágil y profundas divisiones políticas, la contienda enfrenta a dos proyectos de país diametralmente opuestos: el del presidente en funciones, Daniel Noboa, quien busca la reelección tras apenas un año y medio en el poder, y el de Luisa González, la candidata del correísmo que aspira a devolver al movimiento Revolución Ciudadana al Palacio de Carondelet.
La jornada se anticipa histórica por múltiples razones. Nunca antes una mujer ha sido electa presidenta del Ecuador. González, de 47 años, podría convertirse en la primera mandataria electa en un país donde el poder ha sido ocupado exclusivamente por hombres desde el retorno democrático. Por su parte, Noboa, de 37 años, busca ratificar en las urnas la gestión que inició en noviembre de 2023, cuando ganó unas elecciones extraordinarias tras la disolución de la Asamblea Nacional por parte del entonces presidente Guillermo Lasso.
Pero más allá de la posibilidad de un hito simbólico, lo que está en juego es el modelo político y económico que regirá al país en los próximos años. El correísmo —liderado desde el exterior por el expresidente Rafael Correa, condenado por corrupción y prófugo de la justicia ecuatoriana— plantea un retorno al modelo de Estado fuerte, gasto público expansivo y reformas institucionales con tinte centralizador. González ha defendido ese legado, ha prometido reactivar la inversión pública, entregar créditos baratos a través de la banca estatal, restablecer ministerios eliminados y avanzar hacia una nueva política migratoria que incluya el reconocimiento al régimen de Nicolás Maduro.
Su candidatura ha sido criticada por la cercanía con figuras vinculadas a escándalos judiciales, como el ex vicepresidente Jorge Glas —a quien ha ofrecido un salvoconducto para trasladarse a México—, y por los mensajes contradictorios dentro de su movimiento sobre la dolarización. Aunque González ha dicho que la mantendrá, su compañero de fórmula, Diego Borja, publicó en el 2000 un artículo académico con una hoja de ruta para desmontarla, y otros referentes del correísmo han cuestionado la hegemonía del dólar desde medios prorusos como Russia Today. Estas señales han generado alarma en sectores económicos y productivos.
Del otro lado, Daniel Noboa propone la continuidad de un gobierno que ha enfocado sus esfuerzos en el combate al crimen organizado, la digitalización del Estado y la atracción de inversión extranjera. Ha mantenido una postura firme frente a Venezuela, rechazando cualquier acercamiento con el régimen de Maduro, y ha denunciado posibles nexos entre el correísmo y el crimen organizado, incluyendo contratos con empresas proveedoras de alimentos a cárceles que estarían siendo investigadas por la Fiscalía.
Noboa ha ofrecido mantener la dolarización, fortalecer la seguridad social sin recurrir a “ecuadólares” ni monedas paralelas, y continuar su política de alianzas con el sector privado y gobiernos extranjeros para luchar contra el narcotráfico. No obstante, su administración ha sido cuestionada por los apagones que afectaron al país entre septiembre y diciembre del año pasado, por las fallas estructurales en el sistema penitenciario y por su estilo reservado, con escasa exposición pública y limitada rendición de cuentas.
Las encuestas divulgadas antes del cierre del periodo legal mostraban un escenario de empate técnico. La firma Comunicaliza daba una mínima ventaja a Noboa con 50,3 % de votos válidos frente a 49,7 % para González, mientras que Telcodata invertía el resultado con 50,2 % para la candidata correísta y 49,8 % para el presidente. Ambos resultados se ubicaban dentro del margen de error, lo que dejó la definición del balotaje completamente abierta y dependiente de factores como la participación, los votos nulos y blancos, y la movilización territorial en el último tramo de campaña.
Con información de Yalilé Loaiza, Infobae.com
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