El autoritarismo trumpista invadió la ciencia y la academia
- Trino Márquez
- hace 3 días
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La comunidad científica y académica norteamericana está seriamente preocupada por los ataques persistentes contra los centros de investigación y las universidades en Estados Unidos, desde que Donald Trump asumió la presidencia de la nación. El cerco no sería tan grave si sus repercusiones se circunscribieran a los límites del territorio norteamericano.
Pero, no es así. El acoso tiene consecuencias en el plano mundial. Muchas de las investigaciones que se adelantan resultan muy costosas por los aparatos utilizados y la elevada inversión que significa entrenar al personal especializado que interviene en esos estudios. Son investigaciones que difícilmente otros países pueden asumir y adelantar.
Los recortes federales impuestos por las Órdenes Ejecutivas de Trump, muchos de ellos propuestos por el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOG), dirigido por Elon Musk, están afectando a la Fundación Nacional para la Ciencia y todo el sistema nacional científico
surgido luego de la Segunda Guerra Mundial, responsable en gran medida del desarrollo tecnológico y la supremacía alcanzada por Estados Unidos después de 1945. Existen ahora áreas amenazadas de ser relegadas por el Gobierno federal a un plano marginal. Por ejemplo, a pesar de todas las evidencias científicas y los fenómenos naturales extraordinarios que han ocurrido durante las décadas recientes alrededor del planeta, los campos relacionados con la investigación del cambio climático están siendo cuestionados La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica ha sido colocada en la mirilla por la Administración federal.
Teorías pseudocientíficas acerca de los fenómenos atmosféricos o en torno de los efectos de las vacunas, están ocupando el lugar de la observación, el análisis y la constatación empírica.
La preocupación en la comunidad científica ha llegado a tal cota que hace pocas semanas dos mil reputados investigadores, venciendo el miedo a ser perseguidos y despedidos de sus trabajos, publicaron un comunicado en el cual advierten los peligros que corre el país si
continúa la política de desmantelamiento e ideologización del aparato científico. El riesgo que los investigadores observan es tan grave, que en un número reciente de la prestigiosa revista Nature aparece que 75% de los científicos quieren abandonar Estados Unidos y marcharse a otra nación donde puedan trabajar con mayor independencia. China, Arabia y
Europa se frotan las manos.
Lo que está ocurriendo en la comunidad científica se repite en la comunidad académica. Universidades tan prestigiosas como Harvard, Columbia, Washington y Princeton son chantajeadas y amedrentadas por la Casa Blanca si no se someten a sus designios. Sobre ellas, la coerción se ejerce sin ambages. A las universidades se les impone que acaten la
línea de Gobierno federal en relación con los pensum de estudio, si aspiran a seguir obteniendo las millonarias subvenciones recibidas durante largos años, lo que les ha permitido colocarse a la vanguardia intelectual en todo el planeta. Trump y su camarilla las han acusado, sin presentar ninguna prueba, de promover el antisemitismo, de fomentar la
cultura woke o de estimular políticas inclusivas de raza, sexo y nacionalidades. En las mentes estrechas y fanatizadas de los nuevos gobernantes, no cabe la idea de la tolerancia, la diversidad, la aceptación del otro y la inclusión. Pareciera que han emergido como gobernantes una nueva raza que replica a Savonarola, ese monje "iluminado" que iba
decidiendo, a partir de su escasa visión del mundo, qué era bueno y qué era malo. La nueva casta burocrática desprecia la libertad de cátedra, la libertad de pensamiento, la libre circulación de ideas. Condena y descalifica de antemano a quienes difieren de sus opiniones.
Ese comportamiento totalitario está siendo denunciado y enfrentado desde las propias universidades. Jason Stanley, destacado profesor de la Universidad de Columbia, autor del libro Cómo funciona el fascismo, señaló en BBC Mundo que Estados Unidos exhibe
comportamientos similares a los que mostraba la Alemania nazi. Lamentablemente, en la misma entrevista Stanley anunciaba su decisión de irse junto con su familia a Canadá. Se siente demasiado amenazado. En la misma dirección se han pronunciado otros intelectuales
norteamericanos y de otros países. Solo menciono al maestro Jürgen Habermas, a Anne Applebaum y a Steve Levytski, figuras de proyección universal. Desde dentro de la propia academia hay resistencia frente a la embestida. El presidente de la Universidad de Princeton, en una entrevista concedida a The New Times, señaló estar dispuesto a batallar para preservar la autonomía del pensamiento universitario.
Lo que ocurre en el campo científico y universitario se extiende a la esfera de los medios de comunicación y a Smithsonian Museum. De este tema me ocuparé en otro artículo. La defensa de los valores de Occidente. La lucha por defenderse de los regímenes autoritarios para que no asfixien la libertad ni se conviertan en amos de nuestras acciones y nuestros pensamientos debe ser constante.
Mucho se habla de la solidez de las instituciones norteamericanas, entre ellas la libertad de pensar, disentir, opinar, investigar y escribir.
Con Trump, lo mismo que sucede con los gobernantes autoritarios de su estirpe, ninguna de esas conquistas está asegurada. Hay que resguardarlas y luchar por ellas todos los días. El autoritarismo trata siempre de controlar todos los espacios.
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