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Foto del escritorPedro Elías Hernández

¿El ocaso de occidente?


La clase media de China superó la población de Estados Unidos. Foto: YangGuangWu, Pixabay

En 1992, ya en la última etapa de su vida y de su poder político, el gran líder chino Deng Xiaoping, pronunció aquella célebre frase: “ser rico es glorioso”. Realmente se trataba de una afirmación herética a los ojos de cierta nomenclatura u ortodoxia comunista. La expresión no fue un saludo a la bandera ya que China pudo sacar de la pobreza desde 1978 al sol de hoy a más de 700 millones de personas.


Deng no se andaba con rodeos. Había decidido modernizar a su país, el más poblado del mundo (para ese entonces ya que ahora es superado por India) y lo hizo aplicando formas y maneras de relaciones económicas capitalistas, pero iliberal en lo político, con un sistema de partido único, en donde el régimen de poder se desenvuelve exclusivamente al interior de los muros del Partido Comunista Chino.


Deng Xiaoping era un gran admirador y seguidor de las ideas de Lee Kuan Yew, líder indiscutible durante muchos años de Singapur, una suerte de ciudad Estado asiática, tremendamente exitosa en su economía de libre mercado, crecimiento hacia afuera, aunque también posee en lo político una forma de gobierno con tendencias no tan democráticas.


El modelo a imitar en la China post Mao fue precisamente el de Singapur. Y el alumno aventajado superó abiertamente al maestro. Ciertamente se puso en ejecución un esquema económico que combinó la potencia de las fuerzas del mercado, pero con rectoría estatal, algo que ahora conocemos como planificación indicativa. La idea era y es que el Estado influya, pero no obligue, sobre el desempeño de los distintos actores productivos. Y precisamente por tal razón se le denomina indicativa, ya la acción del sector público, aunque

bastante presente, no tiene por lo general carácter imperativo.


La República Popular de China ha desarrollado con enorme éxito el mencionado modelo. Muy propio y estrechamente imbricado a su forma de cultura. La receta en cuestión ha dado paso a la composición de un nuevo orden internacional que podríamos denominar post occidental.


Hacia el año 2050, el poderío económico estará en manos de los países que conocemos hoy como emergentes, desplazando de esta forma a las tradicionales economías avanzadas de occidente. Esta es una de las conclusiones más relevantes de diferentes informes provenientes del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otras agencias privadas

independientes.  


Muchos pronósticos apuntan a afirmar que la economía mundial podría duplicar su tamaño para el año 2042, si crece a una tasa anual promedio real de 2,5% por año. Este fenómeno estará apuntalado en gran medida por los mercados emergentes y las naciones en desarrollo, con el crecimiento de las economías de China, India, Indonesia, Rusia Brasil, México y Turquía. Se estima que estos países puedan crecer a una tasa anual promedio de alrededor de 3,5% en los próximos 27 años, en comparación con solo 1,6% para las naciones avanzadas del G7, tales como Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, el Reino Unido y los Estados Unidos.


Un trabajo muy importante, publicado en la prestigiosa revista Foreign Affairs durante el año 2018 pone de relieve un dato significativo. El trabajo titulado, El fin del siglo democrático, escrito por los profesores de Harvard y Yale Yascha Mounk y Roberto Stefan Foa, expone en base cifras del FMI, que dentro de poco la participación en el PIB global por parte de los países con gobiernos no democráticos superará al de las naciones democráticas de occidente. El FMI proyecta que dentro de una década esto será 66% contra 33% a favor de los Estados con regímenes “iliberales” y economías que calificamos ahora como emergentes. Este proceso, sin duda, será liderado por China. Tal cosa no había ocurrido en los últimos 130 años y es un dato de una relevancia enorme.


El solo hecho que un estudio sea publicado por el Foreign Affairs, le confiere una importancia significativa. En esta revista publicó Samuel Huntington en 1993 su trabajo “Choque de Civilizaciones”, que como todos sabemos, tuvo características proféticas.


Las democracias de occidente al parecer han perdido su encanto y se manifiestan impotentes para contener el proceso de empobrecimiento de sus capas medias. Sus países no pueden competir en el largo plazo con China y otras naciones que han abrazado sin titubeos el sistema de producción basado en la economía de mercado, con Estados menos costosos y que además ponen en ejecución políticas públicas que no son sometidas al escrutinio electoral de sus poblaciones.


Para muestra un botón. China, ya hace tiempo que dejó de ser un país de mano de obra barata y su clase media asciende actualmente a más de 400 millones de personas, una cifra que supera a la población total de EE.UU.


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