Francisco: ¿Papa o dirigente político?
- Adolfo Salgueiro
- hace 1 hora
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Francisco, igual que San Juan Pablo II, no solo fueron jefes de la Iglesia Católica sino que además -queriéndolo o no -tuvieron un rol relevante como dirigentes políticos. Eso hace que en esta época de hiperinformación cada uno pueda ser evaluado en ambos roles.
Es a partir del papado de Juan XXIII cuando la Iglesia da un paso importante en acercarse al pueblo. La figura del pontífice por ser conocida por el público de a pie y en el caso de él por su personalidad simpática y expansiva contribuyó a la atracción y la aprobación universal de su gestión.
Con el paso de los años y la llegada de la tecnología que permite la difusión ilimitada y gratuita de la información, la consecuencia natural es una mayor cercanía de los dirigentes con los dirigidos, lo cual se traduce en un cambio importante de la percepción.
San Juan Pablo II, apodado el Papa Viajero, logró exponerse ante las más variadas culturas, incluyendo dos viajes a Venezuela y la oportunidad, en 1979 , de ser el segundo Papa en dirigir discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas (el primero fue Paulo VI en 1965).
El papado de Ratzinger (Benedicto XVI) supuso un cambio de estilo que privilegió el aspecto teológico por encima de la exposición pública, lo que resultó en el irrestricto respeto por la austera figura del alemán, pero al mismo tiempo en una sensible disminución de la relación entre el Papa y los fieles.
Es en este punto cuando aparecen las convicciones políticas de cada Papa. Juan Pablo II dirigió sus reclamos en contra del comunismo que predominaba en gran parte de Europa y otros lugares. Como es de suponer, las críticas del Pontífice al régimen que gobernaba su propio país de origen no lo hicieron una figura del agrado de todos en Polonia ni en el resto del mundo comunista. Hoy, con el correr de unos pocos años, la opción democrática más o menos liberal se impuso en Occidente y hasta resultó determinante para el colapso de la entonces Unión Soviética.
Con Francisco ocurrió otro tanto. Siendo de origen argentino y con sólidas credenciales de luchador social, no es extraño que a lo largo de su vida como ciudadano y jesuita relevante en su país hubiera podido abrigar preferencias por las ideas llamadas "progresistas" y en tal escenario por la ideología peronista, aun cuando los presidentes de esa línea (Néstor y Cristina Kirchner) se esmeraron en hacerle la vida difícil mientras él fue arzobispo de Buenos Aires.
Aun siendo así, el papa Francisco recibió en Roma, con aparente agrado, a Cristina Kirchner cuando era presidenta y también lo hizo después de haber dejado el cargo. Se reunieron para tomar mate juntos y se dejaron fotografiar luciendo amplias sonrisas.
Muy distinto fue el trato otorgado a la visita de su compatriota el entonces presidente Mauricio Macri, en cuya foto oficial el rostro de Francisco revelaba incomodidad hacia el visitante cuya ideología liberal no parecía ser de su agrado.
Ese detalle fue suficiente para que en un país extremadamente polarizado como la Argentina de entonces se alinearan por un lado quienes estaban a favor y quienes estaban en contra de quien en definitiva era, por encima de todo, Pastor Universal.
“Mutatis mutandi” en el caso de Venezuela ocurrió algo similar en la medida en que, en opinión de algunos o muchos, el Pontífice no ejerció su influencia ante Chávez y Maduro en las varias oportunidades en que pudo haberlo hecho y hubiera sido relevante para la promoción de un ambiente democrático no autoritario, de diálogo y reconciliación que tanta falta nos hace.
El otro ángulo es el legado de Francisco como Pontífice, en el cual hizo todos los esfuerzos por acercar a la gente promoviendo -entre otros- el llamado a la inclusión del colectivo LGBT+, los divorciados y los más excluidos en el seno de la Iglesia, llevando a la misma los vientos del siglo XXI que no parecían soplar mucho en el Vaticano. Ello le trajo admiradores y también detractores.
Tal como afirmamos al principio, es lógico reconocer que buena parte de estas opiniones y alineaciones son también producto de la explosión informática de nuestra época y como tal deben ser tomadas teniendo en cuenta la llegada de la inteligencia artificial que está irrumpiendo en todos los espacios y seguramente tendrá efectos en las creencias y conductas de las personas.
Solo nos queda pedir al Altísimo que a través de su emisario, el Espíritu Santo, ilumine a los cardenales que -hombres al fin- tendrán la responsabilidad de elegir a quien vaya a estar al timón de la nave.