En la era contemporánea, la conversación sobre la humanización se vuelve esencial en todos los aspectos de la vida, especialmente cuando se constata que alrededor de 15% de la población mundial vive con algún tipo de discapacidad o movilidad reducida, según datos
del Banco Mundial.
Es crucial comprender que la movilidad reducida o cualquier otra diferencia no debería ser un impedimento para llevar una vida plena y cotidiana. Sin embargo, ¿estamos como sociedad preparados verdaderamente para aceptar y valorar la diversidad en todas sus
manifestaciones? Desde mi perspectiva, este es un tema que requiere un abordaje profundo, basado en el entendimiento y el respeto mutuo hacia nuestras diferencias individuales, más que en la compasión o la lástima.
Frecuentemente, estas diferencias se convierten en obstáculos para las personas con movilidad reducida al intentar acceder a servicios de transporte, como el uso de taxis o el transporte público. Más allá de las barreras físicas presentes en el entorno, se enfrentan a barreras mentales y emocionales, así como a prejuicios por parte tanto de los conductores como de la sociedad en general.
Antes de utilizar cualquier forma de transporte público o taxi, es fundamental considerar ciertos aspectos logísticos, tanto para las personas con movilidad reducida como para los conductores o proveedores de servicios en ese momento:
Para las personas con movilidad reducida o con características
distintivas:
Mantener una actitud respetuosa hacia los demás, reconociendo y valorando la diversidad.
Cultivar la paciencia y estar dispuestos a solicitar ayuda cuando sea necesario, estableciendo límites claros.
Evaluar si el vehículo es apto para transportar una silla de ruedas u otro equipo necesario.
Explicar detalladamente cómo se debe proporcionar la ayuda requerida, siendo conscientes de que puede tratarse de una experiencia nueva para el conductor.
En caso de necesitar ayuda para montar o desmontar una silla de ruedas, explicar el procedimiento y su importancia.
Para los conductores:
Estar dispuestos a brindar un servicio de calidad, adaptándose a las necesidades individuales de cada persona sin estigmatizarlas.
Escuchar atentamente las indicaciones de la persona con discapacidad sobre cómo ayudar.
Adoptar una actitud de crecimiento personal, aprendiendo de cada desafío y respondiendo siempre de manera amable.
Evitar caer en la lástima o la misericordia, reconociendo que todos pueden necesitar ayuda en algún momento de sus vidas.
Resulta desconcertante observar cómo empresas como Uber se niegan a transportar a personas con movilidad reducida o discapacidades, negándose así a asumir el desafío. Este es el punto en el que como sociedad debemos reflexionar y transformarnos, comprendiendo nuestros objetivos y metas en la vida y reconociendo que nunca estamos exentos de necesitar ayuda. Después de todo, es nuestra humanidad lo que nos define y nuestras diferencias lo que nos une.
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