
El tema de mayor relevancia en la última campaña electoral norteamericana fue, sin duda, el de la inmigración cuya intensidad había alcanzado cotas que la convertían en la bandera de guerra para la votación del 5 de noviembre. En tal carácter el asunto resultó determinante para el triunfo de la opción del señor Trump, quien adjudicó al tema una relevancia decisoria.
Hoy día, posesionado Trump de la Oficina Oval, parece estar queriendo visibilizar y -de ser posible- cumplir algunas de las promesas electorales que hizo con mayor fuerza e intensidad, puesto que adjudicaba a ese asunto ser causa de todos los males que aquejan a la sociedad pese a que las cifras demuestran contundentemente que la inmigración no incide en el porcentaje de desempleo actual del país que es de 3,7%, siendo este de los más bajos en los últimos años.
Lo anterior significa que los inmigrantes -legales o no- no le han venido a quitar el empleo a los norteamericanos que suele ser una de las primeras causas de tensión.
Sin embargo el tema puede ser visto desde varias aristas siendo importante el impacto especialmente en la diáspora venezolana calculada en 600.000 almas, de las cuales casi la mitad habita en la parte sur del estado de Florida.
Otro ángulo que afecta la percepción pública y la consecuente respuesta política es el comportamiento de algunos venezolanos que han protagonizado actos delictivos ampliamente reseñados por los medios de comunicación social que han resultado en perjuicio y prejuicio del público en contra de nuestro gentilicio. Alli entra el Tren de Aragua, ya calificado por el gobierno oficialmente como grupo terrorista, resultando en deportaciones aceleradas, traslado a la base naval de Guantánamo en la costa sur de la isla de Cuba o el episodio de una jovencita venezolana asesinada por dos malandros -también venezolanos- en Texas hace algunas semanas. Para ellos la Fiscalía ha solicitado ya la pena de muerte que -de aplicarse al caso- sería la primera vez que se cumpliría con un venezolano.
Muy visible también el lamentable episodio protagonizado por varios zagaletones venezolanos que le cayeron a puntapiés e hirieron de gravedad a un policía de la ciudad de Nueva York en el lugar más icónico y concurrido de la ciudad como lo es Times Square y el desalojo por la fuerza de las armas de un grupo de apartamentos de vivienda en la ciudad de Aurora en el estado de Colorado hecho atribuido a miembros del Tren de Aragua.
No deja de ser una constatación cierta que hasta 2018 la comunidad venezolana estaba constituida en su determinante mayoría por personas trabajadoras, sanas, familiares y cumplidoras de la ley. Para entonces una encuesta demográfica revelaba que los venezolanos eran el colectivo inmigrante con mayor nivel de escolaridad llegado en los años recientes.
Eso cambió drásticamente de nivel cuando los más recién llegados ya no calzaban en el perfil favorable anteriormente descrito. Es con vergüenza y pena que podemos afirmar que este nuevo lote no salió de Maiquetía con visa norteamericana y algunos dólares en el bolsillo, sino que fueron los que cercados por situaciones personales o familiares indescriptibles afrontaron los peligros del Darién y además caminaron toda la América Central en busca del anhelado “sueño americano” que esperaban encontrar cruzando a la otra orilla del río Bravo que constituye la frontera entre México y Estados Unidos.
Allí -como en todo éxodo- vino mayoritariamente gente buena y también algunos mal portados, muchos de los cuales no demoraron en tener cuentas con la policía y la justicia.
Al día de hoy los TPS (Temporary Protection Status) son normativas administrativas que han venido a beneficiar por distintos plazos a inmigrantes ilegales de varias nacionalidades, pero más que todo a venezolanos, muchos de los cuales se encontraban en situación de extrema vulnerabilidad. En ese esquema se colocaron a los muchos buenos y los pocos malos en un mismo saco, complaciendo con ello a quienes apoyan la doctrina MAGA (Make America Great Again) que, en este caso, otra vez perjudica a los más vulnerables.
Es así como el país que se hizo grande y próspero con el flujo de millones de inmigrantes hoy reniega de su historia afirmando que para que sea “great again” hay que cerrar las puertas. En este punto recordamos que los más grandes mafiosos y delincuentes de antaño (Luciano, Capone, Gotti , Genovese, Lansky etc.) también fueron inmigrantes que llegaron mezclados con aquellos que contribuyeron al mosaico demográfico que una vez hizo grande a Estados Unidos.
Aspiramos -sin demasiada esperanza- que las aguas se aplaquen y que las metas de Mr. Trump apunten hacia otros objetivos que no sean hacer pagar los platos rotos a los venezolanos como colectivo, sino adjudicar responsabilidades a nivel personal como es de esperar en una democracia comprometida con el “rule of law” (imperio del derecho) y el respeto irrestricto de la libertad y los derechos humanos que le ha permitido ser la tierra del “american dream” hecho realidad para quienes lo acariciaron con esfuerzo y esperanza.
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