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Foto del escritorTrino Márquez

La clase política española juega con fuego


Los españoles vivieron momentos de angustia mientras la dirigencia política se acusaba. Foto: Archivo I21

La Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) que afectó recientemente a España, con particular virulencia a la Comunidad de Valencia, ha mostrado una vez más la tendencia suicida del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y del Partido Popular (PP), además de VOX, una agrupación que no sabemos si es democrática.


Los españoles y todo el planeta pudieron ver cómo en medio de la inmensa tragedia que castigaba a los valencianos y a ciudadanos de otras regiones, los dirigentes de esas agrupaciones se dedicaban a acusarse y reprocharse mutuamente de que no se hubiesen tomado las precauciones que habrían permitido prever el desastre y evitar la magnitud que causó en vidas humanas y sobre la infraestructura de pueblos y ciudades. Los mandatarios del Gobierno central –del PSOE- le recriminaban a las autoridades locales y regionales –del PP- haberse comportado con desidia e improvisación. Los del PP culpaban a los otros de sordera e irresponsabilidad. VOX acusaba a ambos de indiferencia.


El Gobierno de Pedro Sánchez no intervenía porque, supuestamente, esa era una competencia exclusiva del Gobierno de la Comunidad Valenciana. No quería se le acusase de intervencionista y violador de las leyes que rigen las relaciones entre el Estado central y la

provincia. Los de este lado, se inhibían de solicitar ayuda porque consideraban que el Gobierno estaba obligado a actuar sin que hubiese una solicitud especial.


En medio de esta comedia de equivocaciones patética y bochornosa estaba un numeroso grupo de ciudadanos que habían fallecido arrastrados por el ímpetu de las aguas, estaban desaparecidos o habían perdido todos sus bienes, quedando en la miseria. El obsceno

comportamiento de los partidos tiene que ser condenado sin atenuantes.


Trataron de sacar provecho de una circunstancia en la cual lo único importante era colocarse en el lugar de la gente que estaba siendo castigada sin clemencia por la naturaleza y solidarizarse de inmediato con ella a través de acciones eficaces. Los dirigentes de esas

organizaciones debieron haberles pedido a sus militantes y simpatizantes que se organizaran en brigadas para trabajar junto a los ciudadanos.


Debieron haber ordenado que las casas de los partidos y la de los militantes que así lo quisieran, se convirtieran en centros de acopio y auxilio. Debieron haber actuado como organizaciones sociales solidarias.


Al comportarse con tanta desidia, provocaron una reacción del pueblo que estuvo dominada por la frustración y la rabia. Esta indignación, que pudo verse a través de los noticieros de televisión y las redes sociales, penalizó con violencia física a los reyes Felipe y Leticia

(alejados de toda responsabilidad directa), al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y al presidente de la Generalitat de Valencia, Carlos Mazón.


No tengo dudas de que frente a la tragedia natural provocada por la DANA hubo improvisación y apatía de parte del Gobierno de Valencia y, en segunda instancia, del Gobierno central. La señora responsable de la seguridad de la Comunidad Valenciana ha llegado a declarar que ella no conocía la existencia de un sistema de alerta temprana que podía activarse a través de las redes sociales.


Ahora bien, la prioridad para los partidos no estaba en acusarse mutuamente de las fallas y omisiones, sino en atenuar la gravedad de los daños que el temporal estaba causando. El fenómeno natural constituyó una oportunidad para deponer por unos días las rivalidades políticas y el sectarismo, y mostrar la vocación de servicio público que debe orientar la actuación de las organizaciones político partidistas.


La élite política española durante los días críticos de la DANA ofreció un espectáculo deplorable, que los demócratas debemos reprobar sin ninguna clase de afectaciones. Es el tipo de comportamientos que desprestigia a la política como esfera de acción pública, a los políticos como sus oficiantes y a la democracia en cuanto sistema.


La buena noticia es que las voces más sensatas del PSOE y del PP rectificaron con el paso de los días. No han logrado borrar las consecuencias de los desbarros iniciales, pero al menos los han moderado. VOX ha ido quedando solo, rumiando su desprecio por la democracia.


Los partidos democráticos del mundo deberían extraer enseñanzas de la patética conducta de los dirigentes españoles. El sistema de libertades hay que cuidarlo constantemente. Los cálculos oportunistas suelen ser costosos y dolorosos. Pueden perjudicar a varias generaciones. La clase política española juega con fuego.


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