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La Foto de Fausto


Cuando conocí a Masó quedé paralizado por lo que me dijo y a los pocos segundos, el tipo soltó una carcajada. Foto: Juanette

La semana pasada por primera vez noté que todas las personas que fueron mi referencia durante la juventud se están marchando, es decir, genuinamente descubrí que el tiempo es

finito: Fausto Masó, aquel tipo que de entrada parecía mal encarado, pero una vez lo conocías, era una de las personas más graciosas del mundo había muerto.


Si usted amigo lector, está esperando una "caja negra" del escritor y periodista cubano/venezolano fallecido el pasado 22 de febrero a los 90 años, este artículo no es para usted. Básicamente porque si escribo una reseña de la vida y obra de Fausto, él mismo me diría: “Esto es más de lo mismo chico, no lo va a leer nadie, es más, creo que me quedé dormido”- Y cerraría con un- “Anda a escribir de verdad”. Es por eso que hoy les quiero contar cómo pasó Fausto Masó por un momento puntual de mi ejercicio como periodista.


Fausto era un tipo conocido. Muchos leíamos su columna publicada en el diario El Nacional, y

también por su programa “Golpe a Golpe”. Pero la primera vez que me encontré en persona

con Masó ocurrió en 2009 y fue por petición de Alfredo Meza e Ismael Medina, quienes eran

mis jefes en una revista maravillosa que se llamó “Poder y Negocios”, donde yo era asistente

editorial. En aquella oportunidad se me encomendó hacer las fotos de los columnistas fijos de

la revista; fue así como fotografié a Oscar Medina, Milagros Socorro, Hugo Prieto y por supuesto a Fausto Masó.


Llegué a la casa de Fausto en Los Palos Grandes, toqué la puerta y me hizo entrar. Lo rimero

que me dijo con su característico acento cubano fue: “De una vez te digo que no me voy a

cambiar de ropa”. Me lo decía porque estaba en short y sandalias. Me quedé paralizado y a los pocos segundos, el tipo soltó una carcajada que me dio tranquilidad.


Me dejó merodear por la sala, el comedor y su estudio, donde finalmente decidí que se

hicieran las fotos. Específicamente en la biblioteca. Tomé creo que 10 fotografías, pero la

verdad ninguna me convencía, por lo que le dije a Masó:


- Está muy formal, hagamos algo más natural, más genuino.


A lo que él respondió:


- ¿Más genuino? Bueno…


Acto seguido, Masó me mostró sus dos dedos medios, una sonrisa y agregó:


- Coño yo no sé si esto sea genuino pero original sí que lo es


Por supuesto le tomé la palabra y capturé el momento. Ahora que lo pienso, es una lástima

que en 2009 no existieran los sticker para enviar por WhatsApp, porque hubiese sido muy

bueno.


Tras terminar la sesión de todos, me fui a la revista y al llegar les conté a Ismael, Alfredo, y a

Roland Carreño, quien se sumó a la reunión, porque era el director de la Revista Caras y

compartíamos una oficina en El Centro Lido.


Los cuatro nos reímos a más no poder con la ocurrencia de Fausto. Recuerdo que debatimos si usábamos la foto, pero al final se decidió que no.


Cuando supe de la muerte de Fausto corrí a buscar aquella foto graciosa en mis correos, en dos pendrives que traje de Venezuela y hasta en mi disco portátil pero no hubo caso.


Probablemente la borré.


Tras mi paso por la revista Poder y Negocios, se me encomendó entrevistar a Fausto por el

relanzamiento de su libro “Sabana Grande era una fiesta”, probablemente fue en 2011. En

aquella ocasión fui de nuevo a su casa y las fotos que se hicieron para el reportaje las tomó mi padre.


Recuerdo que le llevé a Fausto una cajita de habanos “Cohíba” y luego de agradecerme me

dijo: ¡Veo que te va bien carajito!. La abrió, encendió uno y comenzamos a charlar. Pero

una vez que apagué la grabadora, invitó a papá a sentarse y se pusieron hablar por horas,

prediciendo lo qué podría pasar en una Venezuela ya maltrecha para entonces.


Masó fuera de cámara era un tipo gracioso y consejero. Foto: Juan De La Cruz Fernández.

De aquel encuentro me llevé tres tesoros: Las fotos que tomó mi difunto padre, un ejemplar

del libro dedicado por Fausto (que ahora quiero ver cómo lo traigo de Caracas a Buenos Aires) y aquella conversación.


Una de las últimas veces que vi a Fausto me parece que fue en Globovisión, donde él tenía un programa junto a Roberto Giusti, y yo era productor de Brújula Internacional (Programa

conducido por el Embajador Julio Cesar Pineda). Y aunque frente a las cámaras Fausto se

mostraba directo y hasta un poco cascarrabias, el Masó fuera de toma era un tipo gracioso y

consejero.


QEPD Fausto.


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