La guerra comercial y la división internacional del trabajo
- Pedro ElĆas HernĆ”ndez
- hace 59 minutos
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En 1992, ya en la Ćŗltima etapa de su vida y de su poder polĆtico, el gran lĆder chino Deng Xiaoping, pronunció aquella cĆ©lebre frase: āser rico es gloriosoā. Realmente se trataba de una afirmación herĆ©tica a los ojos de cierta nomenclatura u ortodoxia comunista. La expresión no fue un saludo a la bandera ya que China pudo sacar de la pobreza desde 1978 al sol de hoy a mĆ”s de 700 millones de personas.
Deng no se andaba con rodeos. HabĆa decidido modernizar a su paĆs, el mĆ”s poblado del mundo (para ese entonces ya que ahora es superado por India) y lo hizo aplicando formas y maneras de relaciones económicas capitalistas, pero iliberal en lo polĆtico, con un sistema de partido Ćŗnico, en donde el rĆ©gimen de poder se desenvuelve exclusivamente al interior de los muros del Partico Comunista Chino.
Deng Xiaoping era un gran admirador y seguidor de las ideas de Lee Kuan Yew, lĆder indiscutible durante muchos aƱos de Singapur, una suerte de ciudad Estado asiĆ”tica, tremendamente exitosa en su economĆa de libre mercado, crecimiento hacia afuera, aunque tambiĆ©n posee en lo polĆtico una forma de gobierno con tendencias no tan democrĆ”ticas.
El modelo a imitar en la China post Mao fue precisamente el de Singapur. Y el alumno aventajado superó abiertamente al maestro. Ciertamente se puso en ejecución un esquema económico que combinó la potencia de las fuerzas del mercado, pero con rectorĆa estatal, algo que ahora conocemos como planificación indicativa. La idea era y es que el Estado influya, pero no obligue, sobre el desempeƱo de los distintos actores productivos. Y precisamente por tal razón se le denomina indicativa, y a la acción del sector pĆŗblico, aunque
bastante presente, no tiene por lo general carƔcter imperativo.
La RepĆŗblica Popular de China ha desarrollado con enorme Ć©xito el mencionado modelo. Muy propio y estrechamente imbricado a su forma de cultura. La receta en cuestión ha dado paso a la composición de un nuevo orden internacional que podrĆamos denominar post occidental.
Hacia el aƱo 2050, el poderĆo económico estarĆ” en manos de los paĆses que conocemos hoy como emergentes, desplazando de esta forma a las tradicionales economĆas avanzadas de occidente. Esta es una de las conclusiones mĆ”s relevantes de diferentes informes provenientes del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y de agencias privadas
independientes. Ā
Muchos pronósticos apuntan a afirmar que la economĆa mundial podrĆa duplicar su tamaƱo para el aƱo 2042, si crece a una tasa anual promedio real de 2,5% por aƱo. Este fenómeno estarĆ” apuntalado en gran medida por los mercados emergentes y las naciones en desarrollo, con el crecimiento de las economĆas de China, India, Indonesia, Rusia Brasil, MĆ©xico y TurquĆa. Se estima que estos paĆses puedan crecer a una tasa anual promedio de alrededor de 3,5% en los próximos 27 aƱos, en comparación con solo 1,6% para las naciones avanzadas del G7, tales como CanadĆ”, Francia, Alemania, Italia, Japón, el Reino Unido y los Estados Unidos.
Un trabajo muy importante, publicado en la prestigiosa revista Foreign Affairs durante el aƱo 2018 pone de relieve un dato significativo. El trabajo titulado, El fin del siglo democrĆ”tico, escrito por los profesores de Harvard y Yale Yascha Mounk y Roberto Stefan Foa, expone en base a cifras del FMI, que dentro de poco la participación en el PIB global por parte de los paĆses con gobiernos no democrĆ”ticos superarĆ” al de las naciones democrĆ”ticas de occidente. El FMI proyecta que dentro de una dĆ©cada esto serĆ” 66% contra 33% a favor de los Estados con regĆmenes āiliberalesā y economĆas que calificamos ahora como emergentes. Este proceso, sin duda, serĆ” liderado por China. Tal cosa no habĆa ocurrido antes en los Ćŗltimos 130 aƱos y es un dato de una relevancia enorme.
El solo hecho que un estudio sea publicado por el Foreign Affairs, le confiere una importancia significativa. En esta revista publicó Samuel Huntington en 1993 su trabajo Choque de Civilizaciones, que como todos sabemos, tuvo caracterĆsticas profĆ©ticas.
Las democracias de occidente al parecer han perdido su encanto y se manifiestan impotentes para contener el proceso de empobrecimiento de sus capas medias. Sus paĆses no pueden competir en el largo plazo con China y otras naciones que han abrazado sin titubeos el sistema de producción basado en la economĆa de mercado, con Estados menos costosos y que ademĆ”s ponen en ejecución polĆticas pĆŗblicas que no son sometidas al escrutinio electoral de sus poblaciones.
Para muestra un botón. China, ya hace tiempo que dejó de ser un paĆs de mano de obra barata y su clase media asciende actualmente a mĆ”s de 400 millones de personas, una cifra que supera a la población total de EE.UU.
La guerra comercial adelantada por la administración de Donald Trump es la primera reacción importante por parte de occidente, particularmente de EE.UU, frente a esta tendencia de declinación occidental.
No estamos seguros de los buenos resultados de tal respuesta estadounidense, ya que afecta a una enorme cadena de suministro global. Por ejemplo, para fabricar la lĆnea de telĆ©fonos inteligentes iPhone intervienen mĆ”s de 200 empresas diferentes especializadas en manufacturar cada uno de los distintos componentes que integran este producto de alta tecnologĆa. Tales empresas estĆ”n fĆsicamente localizadas en 60 regiones o ciudades pertenecientes a 30 paĆses diferentes del planeta. Como vemos, existe una gigantesca división internacional del trabajo que funciona con un sofisticado sistema logĆstico. Una realidad difĆcil de revertir a punta de decretos u órdenes ejecutivas sin que genere tremendos trastornos en los esquemas de negocios globales.