A finales de 1953 llega a Caracas Eduardo Casado, artista cubano de consistente trayectoria, que había sido contratado por la recién creada Radio Caracas Televisión, para actuar, escribir, adaptar, dirigir y producir. Debutó en Los cuentos del abuelito, versión del espacio del mismo nombre que con gran éxito de sintonía presentaba desde 1950 en su Cuba natal.
Aparecía en el horario de la tarde, ataviado y maquillado como anciano (tenía entonces 40 años), sentado en una silla y con una niña en sus piernas, a la que contaba un cuento diferente en cada emisión. Valga añadir que la niña era mi hermana mayor, Josefina, quien de esa manera marcó su debut en la pequeña pantalla. Que también resultó su despedida, pues para ella, más que un aliciente para tornarse en artista infantil, todo aquello le resultaba una diversión que quedaría para el recuerdo.
El 7 de abril de 1954, después de relatar el cuento de La Cenicienta en la versión caraqueña de Los cuentos del abuelito, Eduardo Casado inesperadamente fallece, en una muerte trágica y “por su propia mano”, tal y como la calificó años después, el fallecido intelectual cubano Mario Parajón, en su recopilación de ensayos Habana eterna de ayer.
Pero en aquel momento, en los diversos medios escritos y radiales no se mencionaba para nada la palabra, “suicidio”, aunque era un secreto a voces. Muchos atribuyen la decisión del artista al hecho de que a su esposa, la joven y bella actriz cubana Raquel Revuelta, a quien había logrado que Radio Caracas TV contratara para integrar juntos, como protagonistas, las telenovelas que el canal ya tenía prácticamente listas para integrarlas en su programación, ella, finalmente, y aparentemente contra su voluntad, no pudo hacerlo, tal y como lo destaca la cronista Mayra Cue Sierra, en la web Televisión Cubana: “La prensa de la época afirmó que Raquel había firmado un contrato con Rctv por $1.200 mensuales, inmensa suma para la época. Pero en el canal 4 cubano, donde ella protagonizaba varios dramáticos estelares, no la autorizaron (como previamente habían convenido), pues la necesitaban para enfrentar a CMQ TV en un momento de dura competencia”.
A los que argumentaban que, con todo y lo sorpresivo que pudiera significar tal contratiempo, no era una razón tan contundente como para cometer suicidio, Mario Parajón, en el artículo ya citado, esgrime una razón de peso: Eduardo Casado provenía de una familia suicida. Sus restos fueron trasladados de inmediato a Cuba, donde en el concurrido y publicitado funeral una inconsolable Raquel Revuelta no dejaba de llorar, rodeada de su familia, amigos y compañeros de trabajo. Años después, convertida en una ferviente partidaria del castrismo, se situaría como una primera actriz. En la gran pantalla brilló especialmente con Lucía (1968), filme de Humberto Solás.
De Eduardo Casado en los inicios de nuestra TV en el programa Los cuentos del abuelito, así como de su posterior y misteriosa muerte, no volvió a hablarse más. Hoy revelamos esta historia y reconocemos que como tema para una miniserie no estaría nada mal.
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