La forma de producción llamada capitalismo, se enseñoreó en el mundo. De hecho, se mudó de occidente a Asia, específicamente hacia la región del Indo- Pacífico y más concretamente a una nación: La República Popular de China. Este capitalismo, mucho más global que el que
existía en el siglo pasado, ha tomado forma en distintas versiones: uno de carácter liberal y otro iliberal.
El capitalismo ya no es más un club de ricos y desde hace décadas es practicado por las naciones otrora más pobres y actualmente más pobladas de la tierra, con positivos
resultados en la lucha contra la pobreza, el avance tecnológico y el desarrollo militar.
La Primera Guerra Fría tuvo como rivales a EE.UU y la extinta Unión Soviética. Su desarrollo fue global, pero su escenario geopolítico fundamental fue Europa central, particularmente Alemania y más específicamente Berlín.
Ahora, una Segunda Guerra Fría asoma nuevamente su feo rostro. Esta vez con EE.UU preservando formal y oficialmente su liderazgo en el marco de las naciones que
conforman El Grupo de los Siete (G-7), mientras, en la contraparte, la República Popular China, lidera extraoficialmente u oficiosamente a Rusia, Irán y otras naciones de Asía o Euro-Asía.
Esta Segunda Guerra Fría tiene un desarrollo incluso más global que la primera. Tiene como escenario geopolítico particular lo que se conoce como la región del Indo-Pacífico, es decir, esa parte del mundo comprendida entre el Océano Índico y el océano Pacífico y en donde se
localizan geográficamente la propia China, pero además Japón, Corea del Sur, Taiwán, India, Australia, Vietnam, Indonesia y otros países del llamado Sur Global, que constituyen regiones económicamente emergentes.
Así como Alemania era la locación más sensible en el marco de la Primera Guerra Fría, ahora es Taiwán el punto crítico en esta reedición de la conflagración entre el occidente y el oriente. Alemania lo fue por ser la zona de influencia en las cuales coincidían los intereses
económicos y militares de EE.UU y la URSS. Taiwán por constituir un lugar con litigios territoriales con China y además por su extraordinario desarrollo económico, comercial y tecnológico.
Esta Segunda Guerra Fría ha venido librándose sobre todo a partir del tercer lustro del siglo XXI. Así como, por ejemplo, Vietnam fue una zona periférica militarmente caliente de un conflicto que nunca tuvo una confrontación bélica directa entre las dos potencias protagónicas, en este momento la zona periférica militarmente caliente de la Segunda Guerra Fría es Ucrania.
En la Primera Guerra Fría, si Alemania se convertía en un escenario bélico caliente, estallaba la Tercera Guerra Mundial. En esta ocasión, en el marco de la Segunda Guerra Fría, si Taiwán se convierte en una zona militarmente caliente, estallará eventualmente la Tercera Guerra Mundial, la cual, no será nada “refrigerada”, sino termonuclear.
China es la potencia imperial emergente y retadora a la supremacía de EE.UU, cuyo señorío se consolida a partir de la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días. En esta ocasión la potencia rival de la hegemonía norteamericana, desafía al actual monarca utilizando el mismo modelo económico que su adversario, es decir Capitalismo. Tal circunstancia le garantiza a China mayor fondo en el músculo de su economía que el que tuvo la URSS, nación que no pudo tener la base material capaz de desafiar el poder de occidente durante la Primera Guerra Fría.
EE.UU, durante la presidencia de Trump, cometió a nuestro juicio un error grave. Decidió confrontar a China con políticas proteccionistas, en vez de competir con ella. Esta conducta la ha mantenido la administración de Biden. Tal cosa puede ser una equivocación estratégica grave.
La nueva versión de Guerra Fría en el marco del tercer milenio de la era cristiana, tiene desde luego, eventualmente la confrontación militar como uno de los posibles escenarios. Pero, por ahora, China está clara en una cosa: los otros escenarios más beligerantes y cruciales
en esta Segunda Guerra Fría son: el escenario monetario, el escenario energético y el escenario tecnológico, específicamente, la lucha respecto al tema de los chips o industria de los semiconductores, elementos críticos en el desarrollo de la informática y la tecnología militar.
En el escenario monetario, China está desarrollando una ofensiva audaz con el incremento de la presencia del yuan como importante moneda internacional de intercambio y eventualmente de reserva, lo cual apunta al establecimiento de un nuevo orden monetario mundial para superar el actual patrón dólar, que sin duda le ha dado económicamente a los EE.UU “un privilegio exorbitante”, como dijera en una ocasión Charles de Gaulle.
En el año 2000 el 70% de las reservas monetarias de los países del mundo y 80% del intercambio comercial global, utilizaban el dólar de los EE.UU, pero en el presente
ese monto es inferior a 57% y 45% respectivamente. China ha visto disminuir el patrón dólar como moneda hegemónica, aunque no ha crecido con la misma intensidad la influencia del yuan, sobre todo en lo referente a lo de moneda de reserva mundial.
Otro de los escenarios de la Segunda Guerra Fría es el energético, específicamente el de los combustibles fósiles. En este aspecto las alianzas de China con Rusia, Irán y ahora Arabia Saudita, productores importantes de gas y petróleo, constituyen un logro enorme para la potencia asiática.
Ahora bien, en lo referente a la situación relativa a la batalla en el terreno de la industria de los chips o semiconductores, la confrontación está reñida. China ha contraatacado en respuesta a las restricciones instrumentadas por EE.UU en contra del país asiático en esta materia. Los chinos han instrumentado prohibiciones y regulaciones extremosas hacia el gigante de los semiconductores de memoria, la empresa multinacional estadounidense Micron Technology.
En el desarrollo de los más recientes episodios de la mencionada confrontación, China está poniendo contra la pared a naciones como Corea del Sur y la región de Taiwán, aliadas geopolíticas de EE.UU, pero también grandes actores en la cadena de valor y de las fases de
producción en el negocio global de los semiconductores, ya que la confrontación tecnológica en el marco de la Segunda Guerra Fría, podría eventualmente cerrarles el mercado de la China Popular, el más grande y lucrativo del mundo.
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