Las inclinaciones liberticidas
- Pedro Elías Hernández
- 5 sept 2023
- 2 Min. de lectura

Uno de los problemas básicos de la oposición venezolana en su conjunto es que, luego de más de dos décadas de enfrentar al chavismo, no ha podido atinar sobre la verdadera naturaleza de su adversario.
¿Es una dictadura?, ¿es una forma de autoritarismo postmoderno? ¿tal vez una tiranía plebiscitaria?, ¿un régimen iliberal?, ¿una combinación de todas estas cosas?
Luis Alberto Machado, uno de los venezolanos más preclaros de la segunda mitad del siglo XX, decía con frecuencia que lo más difícil de ver es lo obvio. En tal sentido, para mí la respuesta respecto a la naturaleza del régimen chavista que gobierna a Venezuela desde hace más de dos décadas es la respuesta obvia: se trata de una revolución socialista en el poder, tan claro como eso.
Buena parte de las distintas oposiciones venezolanas son igualmente conformaciones políticas de corte socialista. En tal sentido, a los adversarios del oficialismo les cuesta admitir que su némesis profesa las mismas ideas socialistas.
El socialismo es básicamente dos cosas: la reducción sistemática y sostenida de la propiedad privada y la destrucción del sistema de precios. En ambas cosas califica la llamada revolución bolivariana.
Ahora bien, otra de las características que determinan la naturaleza de una revolución socialista en el poder es que la Ley de vida de las revoluciones es el conflicto. Los procesos revolucionarios suelen ser maquinarias destinadas al sobresalto, a la confrontación. Ese es su elemento.
Casi todos los ensayos revolucionarios, el soviético, el chino, el vietnamita, el mexicano, el cubano- y la revolución socialista bolivariana no es la excepción- se destacan por un elemento en común. Las revoluciones políticas, sobre todo de corte colectivista, después de consumir varias décadas en constantes movilizaciones, en procesos de ingeniería social que parten de la arrogante idea según la cual desde la voluntad y la razón pueden cambiar de arriba abajo una sociedad, junto con todo tipo de monsergas de igual naturaleza, deciden abandonar por su inutilidad el ideario socialista para evitar el colapso económico que suele sobrevenir como consecuencia de la aplicación de tales fórmulas. “Tanto nadar para morir en la orilla” como suele decir la conseja popular.
Hoy día tenemos una revolución bolivariana que está en pleno proceso de reconversión, desde un socialismo salvaje del siglo XXI, a un capitalismo de amigotes de corte mercantilista. Claro, si me dan a escoger entre estas dos cosas, me quedo con la segunda, dada la inmensa capacidad destructiva de riqueza que pueden desatar las prácticas socialistas.
En Venezuela se impone la necesidad de formular una nueva y consistente narrativa de reemplazo. Que sustituya al clima intelectual que se instaló en nuestras universidades y demás centros de estudio. Allí no nos han educado, sino adoctrinado en base a una ideología estatista, de inclinación liberticida, adoradora del Dios Estado. Esas influencias ideológicas nos aconsejan renunciar a la libertad en la búsqueda de la igualdad.
Milton Friedman, Premio Nobel de economía, decía que las sociedades que ponen énfasis en la promoción de la libertad por encima de la igualdad, consiguen mucho de las dos cosas. Mientras que aquellas sociedades que privilegian más la igualdad que la libertad, suelen perder ambas.
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