La evidente tragedia humanitaria que padecen a diario millones de venezolanos, está
en la mira de toda la comunidad internacional. No hay escenario del mundo en donde
se realizan debates, sobre todos los órdenes, en los cuales no salga a relucir “el caso
Venezuela”.
Eso ha pasado en las recientes deliberaciones acontecidas en la Organización de
Naciones Unidas (ONU), cuando en la ciudad de Nueva York, lideres de decenas de
países del mundo libre, suscribieron un documento de respaldo a la lucha de ese
abnegado pueblo venezolano; también en el seno de la Organización de Estados
Americanos (OEA), en Washington, cuando en el seno del Consejo Permanente de ese
órgano, los expertos electorales del Centro Carter, presentaron las actas que
demuestran el incuestionable triunfo de Edmundo González Urrutia en los pasados
comicios celebrados el 28 de julio; de la misma manera se ha hecho sentir esa
calamidad que escarmientan los venezolanos en las reuniones que cumplen los lideres
de las 27 naciones agrupadas en la Unión Europea (UE); igualmente salió a relucir la
tragedia venezolana en el círculo de los lideres del G7 (Japón, Alemania, Reino Unido,
Francia, Canadá, EEUU).
En definitiva, en todas partes y de todas las maneras, ese viacrucis es reconocido, y
muchas veces cuestionado y denunciado. Sin embargo la dictadura que jefatura Nicolás Maduro persiste en perpetrar crimines de lesa humanidad. Lo hace recurrentemente, tal como ha quedado más que probado, en los informes que sobre esas violaciones de los Derechos Humanos, han articulado instituciones calificadas que gozan de una incuestionable credibilidad.
Pero mientras se dan esos prolijos debates, la verdad que duele y hace muchísimo
daño, es que la dictadura de Nicolás Maduro continua sus andanzas con el mayor de
los descaros y con una impunidad que chispea y enloda la responsabilidad de esas
instituciones creadas para evitar que tales peripecias sanguinarias, se consuman ante
la mismísima mirada indiferente de los supuestos veladores de la paz, la seguridad y
del resguardo de los derechos humanos elementales de las personas.
Lo que angustia es que, mientras los entes que practican la diplomacia se mueven a
cámara lenta, en Venezuela Nicolás Maduro manipula a sus anchas una locomotora
que marcha a toda velocidad para realizar detenciones arbitrarias, torturar a los
perseguidos o disidentes políticos, hasta llegar a matarlos, incluso, tal como consta en
el más reciente informe del Grupo de Trabajo de los Derechos Humanos instalado en
territorio venezolano para cumplir la difícil tarea de investigar todo esa escalada
violatoria de los derechos humanos.
Esta más que justificada la angustia de muchos observadores y ciudadanos de a pie
que se preguntan, ¿qué pasa con las órdenes de captura contra los perpetradores de
crimines de lesa humanidad, en Venezuela, que tiene pendiente dictar el Fiscal Karim
Khan, en representación de la Corte Penal Internacional? Ante esa Corte se han
introducido legajos de expedientes muy bien articulados, en los que constan
fehacientes pruebas de todos esos horrorosos crimines que han ejecutado Maduro y
sus esbirros. ¿Por qué tanta demora? Para ventilar esta enojosa situación hemos
dirigido comunicaciones a diferentes instituciones, entre otras, al Parlamento Europeo
que, afortunadamente, nos ha respondido para que participemos en la discusión que
sobre lo planteado y solicitado por nosotros tendrá luchar el venidero 18 de noviembre.
Suena irritante para los venezolanos que participamos en una elecciones arbitrarias,
plagada de irregularidades -y no obstante las ganamos con una ventaja contundente-
escuchar “lo estamos pensando” a voceros de factores políticos del mundo que nos
salen con esas evasivas, cuando lo lógico sería que respalden sin miramientos esa
titánica faena cívica que protagonizaron millones de venezolanos. Esos voceros de esos
factores políticos de muchas partes del mundo fueron los que precisamente nos
animaban a que nos uniéramos y nos prestáramos a participar en elecciones
cuestionables. Pues bien, eso hicimos y de qué manera. Ahora no entendemos por qué
se toman tanto tiempo en reconocer a Edmundo González Urrutia como el legítimo
presidente electo de Venezuela.
La gran paradoja es que todos esos lideres admiten que Edmundo González Urrutia
ganó y a la vez se desparraman en elogios por la heroica conducta asumida por María
Corina Machado. Pero con esos galardones no vamos a detener esa carnicería que ha
desatado Maduro, que tal como lo ha corroborado y demostrado la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos lleva adelante un pavoroso terrorismo de
Estado.
Ante esa tragedia, la responsabilidad de la comunidad internacional es irrenunciable.
Tienen la misión inaplazable de asumir posiciones definidas para contener semejante
matanza. Ya los venezolanos hicimos cabalmente todo lo que se nos exigía. Ahora les
toca a Uds., a la mismísima Comunidad Internacional cumplir con la suya.
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