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Foto del escritorAquilino José Mata

“Los hombros de América”, una comedia reflexiva y sin fisuras


Nerea Fernández, Luigi Sciamanna, Héctor Manrique, Marianela González, Claudia Rojas y Pedro Borgo integrantes del elenco de Los Hombros de América. Foto: Cortesía.

Hay actores que cuando salen a un escenario, ostentan tal derroche de recursos interpretativos, que con su desempeño enaltecen el arte histriónico a nivel supremo. Hacen que en ningún momento podamos quitarle los ojos de encima, cautivados por la magia que irradian con su destreza en las tablas, que siempre roza la perfección.


Así volvió a demostrarlo Luigi Sciamanna en su más reciente trabajo teatral, el remontaje de Los hombros de América, de Fausto Verdial, con dirección de Héctor Manrique, que acaba de subir a escena en el Teatro Trasnocho, donde permanecerá exhibiéndose, hasta el 15 de diciembre, los días viernes a las 8:00 pm y sábados y domingos a las 7:00 pm.


En el rol de Javier, un exiliado republicano español, que en noviembre de 1975 aguarda en Caracas la inminente muerte de Francisco Franco para regresar a la madre patria, Sciamanna pone de manifiesto cualidades interpretativas fuera de serie, propias de los actores de fibra y garra. Cómodamente asume un rol teñido de agudo e ingenioso humor, soltando alguna que otra ocurrencia, aunque sin desbordes que puedan abstraerlo de la esencia de su muy gracioso personaje. Con su brillante y potente actuación se mete literalmente a la audiencia en el bolsillo.


El otro gran rol de Los hombros de América recae sobre el siempre descollante Héctor Manrique, quien asume también, con igual maestría, la dirección de este espectáculo, que marca el cierre de la temporada 2024 de su Grupo Actoral 80.


Manrique interpreta a Manuel, el vecino de Javier (Sciamanna), igualmente español y republicano exiliado, pero que al contrario de su amigo, ha logrado insertarse en Venezuela, a la que considera su segunda patria. De esta manera Verdial, en su inteligente obra, confronta dos visiones de los desterrados: la de aquellos que sueñan con regresar a su país de origen, en contraposición a los que se asimilan de tal manera a su nación de acogida que la consideran su segunda patria.


Pero en esta oportunidad, y como muestra de la particular vigencia de la obra, Manrique ha ido mucho más allá de la comedia costumbrista para inyectarle toques de tragicomedia, al confrontarla con la terrible realidad política y social que vivimos los venezolanos.


“Cuando estrenamos en 1991” -dice Manrique en su nota de presentación de la pieza- “lo llamativo era lo pintoresco y picaresco del español de aquel entonces, pero ahora cuando ya un grupo numeroso de venezolanos ha emigrado, además de su contenido irónico y chispeante, la obra empieza a tener una conexión más profunda y conmovedora con el espectador, ya que eso que le sucedía a los españoles, portugueses e italianos, ahora es la tragedia que vivimos los venezolanos”.


Esa sensación queda dramáticamente remarcada con la utilización de proyecciones fotográficas y de videos, tanto de la guerra civil española como de la realidad venezolana, cuyo tratamiento, dimensiones, edición y presentación en momentos claves convocan no pocas emociones, imprimiéndoles un carácter apreciablemente protagónico.


La dirección de actores, como suele ocurrir con las obras puestas en escena por Manrique, es impecable. Porque si ese gran primer actor que es Luigi Sciamanna vuelve a bordar con su brillantez habitual su interpretación y el director, como veterano del arte histriónico, luce cómodo y convincente en su rol, el resto del elenco no desluce para nada junto a ellos. Todo lo contrario. Especialmente Marianela González y Nerea Fernández, intérpretes de las parejas de los inmigrantes españoles Manuel y Javier, respectivamente. Están a la altura del

notable compromiso que se les presenta. Ambas desarrollan sus papeles con solvencia y encanto. En sus momentos de eficaz lucimiento, que no son pocos, reciben el merecido premio del aplauso del público. Pedro Borgo y Claudia Rojas encarnan a la pareja joven con la misma respuesta de la audiencia.


Los hombros de América es, sin ninguna duda, una de esas obras que uno recomienda sin reservas. Se trata de un gran espectáculo del GA-80, un montaje sin fisuras, deslumbrante en todos y cada uno de sus detalles, divertida pero que también invoca a la reflexión. Vayan a verla y nos darán la razón.


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