En los últimos 25 años de la sociedad venezolana hemos visto una variedad de hechos que no dejan de ser interesantes para su estudio desde distintas ópticas: filosófica, psicológica,
sociológica y política. Cada uno de estos campos de estudio pudiese dar interpretaciones
respecto a nuestra realidad, y podemos arriesgarnos a afirmar que hay ciertos elementos que
pareciesen ser un vector transversal en todos ellos, la plasticidad, pasividad y nulidad.
Los ciudadanos venezolanos hemos demostrado que tenemos la capacidad de ser maleables, vamos tomando la forma que nos van imprimiendo. Pasamos de tener universidades de alto nivel como la Universidad Simón Bolívar a aceptar universidades sin profesores ni bibliotecas, de médicos de reconocimiento internacional a médicos cubanos de dudosa formación, del metro más moderno de Latinoamérica al peor servicio de transporte, de tener servicio eléctrico a tener algunos alumbrones durante el día (exceptuando Caracas y no porque tengan miedo de los cerros sino porque viven las nuevas clases sociales). Pero esta plasticidad no la vemos en el gobierno, quien no ha cambiado su proyecto político ni sus procedimientos, el único cambio es que pasó de tener varias figuras reconocidas a un pequeño grupo. Aquellos ciudadanos que no han querido ser sumisos han tomado la decisión de marcharse, las figuras políticas que no se han adaptado las anularon.
La consecuencia de esta plasticidad es la pasividad, si bien en Venezuela hemos tenido épocas de manifestaciones, lo que más ha fortalecido al sistema es la no acción, la resiliencia. Una sociedad en el contexto que sea siempre debe cuestionar y actuar en pro de una mejoría, porque por ejemplo, nunca tendremos una sociedad perfectamente justa, porque la perfección es un atributo divino, por lo que la acción humana debe buscar más justicia, mejores condiciones, más equidad, más educación, más democracia, más libertad.
En Venezuela, tanto la crítica como la acción, se encuentran acercándose a la desaparición tanto por el miedo a la coerción como por la autocensura que cada uno se impone, en algún momento al estar en un supermercado o farmacia o simplemente en una plaza se escuchaban constantemente las quejas y el malestar de las personas, hoy en nuestras calles ya casi no se escucha a nadie quejarse del sistema, cuando mucho de la economía. Tanto abogar por la resiliencia que parecemos hermanos de los monitos que ni ven, ni hablan, ni escuchan.
Esta situación impone simultáneamente un mismo pensar y sentir. La gran mayoría piensa o
tiene el sentimiento de estar en un cuento de nunca acabar, de no existir la mínima posibilidad de cambio, de que estamos abandonados a nuestra suerte olvidándonos que los capitanes de nuestro barco que tiene la mayor reserva petrolera fue nuestra responsabilidad, de estar resignados a la mínima sobrevivencia y con esta situación se homogeniza el pensamiento de que todo está dicho. No es necesario ni criticar ni actuar porque llegamos a nuestro estado definitivo. Esto fortalece y solidifica nuestra actual situación. Este elemento de resignación nos convierte en ciudadanos nulos, no ciudadanos, a los cuales se les puede decir y hacer cualquier cosa porque igualmente no darán ninguna respuesta. Aunque se den posibilidades para el cambio este estado y actitud de coma como un enfermo terminal, no le llevaría tomar acción.
Comentaba que la mejoría de cualquier sociedad viene dada por la creación, proyección y
planteamiento de una situación mejor, pensar un futuro o una situación diferente en mejores
condiciones nos estimula a buscar mecanismos para alcanzarlos, por lo que nuestro mayor
objetivo en la actualidad no es solo la supervivencia sino el buscar y participar en la
posibilidad de vernos en mejores escenarios. Debemos salir de la nulidad. Siendo profesora
universitaria estoy aterrada de que los actuales estudiantes sean dentro de diez años los
responsables del bienestar de mi retiro y vejez. Como se le atribuye al académico uruguayo
Leonardo Haberkorn: “Y lo malo termina siendo aprobado como mediocre; lo mediocre pasa por bueno; y lo bueno, las pocas veces que llega, se celebra como si fuera brillante. No quiero ser parte de ese círculo perverso”.
Considero que los gobiernos son como el aguacate: no se sabes cómo están por dentro si no los abres, nadie pensó que en las elecciones primarias María Corina sacaría 2.500.000 votos, lo que obligó a decir que el Esequibo tuvo más votos que Chávez en su mejor momento. Aunque el Esequibo parece ya no ser tema de interés, ¿por qué será?. Quién pensaría que un personaje como El Aissami saldría de la manera que lo hizo, como Ramírez, Jaua, Miquelena. De todas maneras ninguno de ellos vive de su jubilación.
Estimular y mantenernos en la pluralidad de ideas es lo que nos pudiese dar posibilidades,
opciones y vías de cambio. La no acción y la no crítica es el estado de las sociedades muertas, es por ello que salir del letargo social es nuestro objetivo. Un país, al igual que un negocio, crece gracias a la variedad de ofrecimientos para poder escoger el más óptimo o viable. Una opción única no parece una opción sino un destino.
Esta capacidad de pensar diferente, de plantearse nuevas y mejores situaciones, no es un don divino requiere de formación e incitación, por lo que la educación juega un rol fundamental, enseñar a reconocer, formar y crear argumentos, poder contrarrestarlos, establecer fallas en el vínculo causa- efecto, reconocer falacias. Lamentablemente el deterioro de nuestro sistema educativo se ha acrecentado de manera impensable. Reunirnos para intercambiar ideas y perspectivas, esforzarnos para tener encuentros que nos hagan pensar es una manera de mantenernos vivos como sociedad. Intentar sacudirnos este pensar y sensación de derrota es una manera de no morir. Mientras los países corren en pro de una inteligencia artificial nosotros estamos perdiendo la natural que teníamos.
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