![Lo mejor que puede hacer Trump es olvidarse de convertir Gaza en Mar-a-Lago. Foto: X @potus](https://static.wixstatic.com/media/335561_24c580a5ae7a48fdbf0257ca596c1f74~mv2.png/v1/fill/w_471,h_260,al_c,q_85,enc_auto/335561_24c580a5ae7a48fdbf0257ca596c1f74~mv2.png)
El encuentro entre Benjamín Netanyahu y Donald Trump en la Casa Blanca dio lugar a unas de las declaraciones más insólitas que haya emitido algún mandatario en tiempos modernos. Dijo el señor Trump, en presencia de un feliz Netanyahu, que Estados Unidos podría “tomar el
control de la franja de Gaza y reubicar permanentemente a su población palestina en otros lugares”. “Seremos dueños de ella”, apuntó sin matices. Al hablar del tema fingió estar conmovido por el terrible drama humano que viven los gazatíes: Gaza es un lugar "de muerte y destrucción" las personas que residen allí han "vivido una existencia miserable". Alguna excusa tenía que dar para parecer realmente conmocionado. También señaló la posibilidad de desarrollar la región y convertirla en “la Riviera de Medio Oriente”. Es decir, movilizar palas mecánicas y grúas para remover los escombros y construir en esas playas del Mediterráneo, hermosos y placenteros centros de recreación donde la gente vaya a tomar sol y broncearse al aire libre, por el día; y durante la noche, gaste el tiempo y el dinero en lujosos casinos y discotecas. Todo un paraíso.
No es la primera vez que Trump amenaza con esa posibilidad, solo que esta vez lo hizo delante del primer ministro israelí, causante de la destrucción en gran escala de Gaza, con lo cual la declaración adquirió un tono más irritante. Ya no se trató de un chiste de pésimo gusto, sino de una promesa que, de cumplirse, podría hundir a Estados Unidos en una de las aventuras más calamitosas de toda su historia.
Ya los gobiernos de Jordania y Egipto, escogidos por Trump para recibir a los más de dos millones de pobladores que viven en la Franja, han señalado no estar dispuestos a prestarse para esa insensata operación. Igualmente, los propios gazatíes han insistido en no estar
dispuestos a abandonar sus tierras para movilizarse hacia lugares a los que no pertenecen ni están arraigados. El entusiasmo fervoroso con que multitudes de hombres y mujeres han recibido a los presos liberados por el gobierno de Israel luego del acuerdo que permitió el alto al fuego, revela que los terroristas de Hamás concitan la simpatía de una amplia franja de palestinos identificados con ellos. Los consideran héroes.
Trump parece estar optando por complacer a Netanyahu y a la ultraderecha israelí, negada a alcanzar cualquier tipo de acuerdo que permita la existencia de un Estado palestino unificado en el Medio Oriente. La alineación de Trump con el Primer Ministro israelí demuestra un profundo desconocimiento de la historia del pueblo palestino; la historia reciente de Estados Unidos en materia de invasiones; y el fracaso de todos los proyectos de ingeniería social
impulsados por mandatarios arrogantes y mesiánicos como él.
La historia de los palestinos –igual que la de los judíos, gitanos, kurdos y otros grupos étnicos- ha estado signada por la persecución y la tragedia. Los palestinos estuvieron sometidos a la Nakba entre 1947 y 1949. En este período fueron desplazados por los israelíes de las tierras que ocuparon durante siglos en la zona de Palestina. Durante la diáspora se trasladaron hacia distintos países del Medio Oriente, Sin embargo, han logrado preservarse y mantener tradiciones y costumbres que los unifican. Siguen luchando por conquistar un territorio donde puedan vivir y poseer una Nación y un Estado propio. La existencia de la Franja de Gaza y Cisjordania (West Band) fueron el resultado de complejas y tenaces discusiones y acuerdos con los distintos grupos armados, entre ellos el de Yasser Arafat, que se dieron en medio de desgarradores episodios de violencia. Ni Trump ni ningún otro mandatario logrará desalojar los gazatíes de las tierras que consideran suyas.
Numerosas incursiones de Estados Unidos en otros países han concluido en estruendosos fracasos. En la humilde Vietnam, los soldados estadounidenses salieron de forma vergonzosa. Históricas son las imágenes de las tropas norteamericanas abandonando Saigón. Más reciente fue el fiasco de Afganistán. Todo el poderío del ejército más moderno de la Tierra fue incapaz de doblegar la furia de unos fanáticos religiosos que interpretan de forma dogmática el Corán. Algo parecido podría ocurrir en la Franja si Trump se empeña en llevar adelante su disparatado plan. La invasión de Gaza –no cabe otro nombre- unificaría
a todos los grupos yihadistas e, incluso, a países que hoy son aliados de Estados Unidos, con el fin de combatir al agresor. La guerra de Israel contra Hamás podría parecer un picnic frente a lo que podría suceder, de acuerdo con lo que enseña la experiencia luego de la Segunda Guerra Mundial.
La ocupación y limpieza étnica propuestas por Trump en la Franja de Gaza, se parecen mucho a los experimentos de Fidel Castro cuando la zafra de los diez millones de toneladas de azúcar; de Mao Zedong durante el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural; y de Pol Pot y los jemeres rojos en Camboya. Esos fueron ensayos en los que un autócrata quiso imponer sus caprichos a una población que no estaba preparada ni dispuesta a cambiar su modo de vida. Castro, Mao y Pol Pot intentaron "ruralizar" de forma compulsiva a una gente acostumbrada a vivir en la ciudad y a llevar una vida citadina. Las experiencias concluyeron en patéticos descalabros causantes de millones de muertos, en los casos de China y Camboya, y la ruina económica de esas naciones.
Por el bien de los gazatíes, de Estados Unidos y de la paz en el Medio Oriente, lo mejor que puede hacer Trump es olvidarse de convertir Gaza en Mar-a-Lago, la fastuosa mansión y spa del magnate presidente.
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