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Misogamia: ¡Quiero amor, no un matrimonio!

Foto del escritor: Maria Mercedes y Vladimir GessenMaria Mercedes y Vladimir Gessen

Más allá del enlace civil o eclesiástico se trata de amar sin ataduras, vivir juntos pero sin casarse, por elección y no por obligación...

La misogamia

 

Es un término que se refiere a amarse aunque no en el formato de matrimonio. Aunque históricamente ha sido un concepto presente en diversas culturas, en la actualidad ha cobrado relevancia el no casarse, debido a cambios sociales, culturales, económicos y tecnológicos que influyen en las percepciones sobre el matrimonio y las relaciones de pareja.

 

Contexto histórico y definición

 

Tradicionalmente, el matrimonio ha sido considerado una institución fundamental en la mayoría de las culturas, simbolizando la unión formal y legal entre dos personas. Sin embargo, la misogamia representa una postura diferente, donde el individuo muestra una resistencia hacia esta institución social, sin que ello implique necesariamente una aversión a las relaciones amorosas o a la convivencia en pareja. Una persona misógama puede desear y mantener relaciones afectivas significativas, pero opta por no formalizarlas a través del matrimonio por distintos factores.

 

El caso de Camila: La decisión de no casarse

Camila es una mujer profesional recién graduada, de 22 años, y tiene un problema con su novio, Javier, de 27 años, quien le ha propuesto matrimonio y ella, aunque lo ama, se niega a hacerlo.

Psicóloga: Bienvenida, Camila. Cuéntame, ¿qué te trae por aquí hoy?

Camila: Bueno, doctora, hace unas semanas mi novio, Javier, me propuso matrimonio. Él estaba muy emocionado, pero yo… simplemente no pude decir que sí. No es que no lo quiera, pero no creo en el matrimonio.

Psicóloga: Entiendo. ¿Cómo te sentiste en ese momento?

Camila: Confundida. Sabía que él esperaba un "sí", pero en mi mente todo gritaba "no quiero esto". No sé si es normal, pero no veo el matrimonio como algo necesario en mi vida.

Psicóloga: Y cuando dices que "no crees en el matrimonio", ¿a qué te refieres exactamente?

Camila: Me parece una institución anticuada. No entiendo por qué una pareja necesita firmar un papel para demostrar su amor. Además, siento que el matrimonio viene con muchas expectativas sociales que no quiero asumir. Prefiero que nuestra relación siga siendo libre y basada en la decisión diaria de estar juntos, sin imposiciones externas.

Psicóloga: Lo que describes se relaciona con un concepto llamado misogamia, que es el rechazo al matrimonio, no a las relaciones amorosas en sí. ¿Te identificas con esto?

Camila: Sí, totalmente. Me siento cómoda con la relación tal como está, pero cuando pienso en casarme, siento que perdería mi autonomía.

Psicóloga: Es importante que tengas claridad sobre lo que realmente deseas en una relación. ¿Has podido hablar con Javier sobre esto?

Camila: Sí, y se sintió herido. Dice que para él el matrimonio es un paso importante y que rechazarlo es como rechazarlo a él. Me preocupa que esto afecte nuestra relación.

Psicóloga: Es natural que él se sienta así, pero también es válido que tú tengas tu postura. La clave aquí es la comunicación. ¿Han explorado otras formas de compromiso que los hagan sentir cómodos a ambos?

Camila: Lo hemos hablado, pero él dice que sin matrimonio, siente que algo falta. Yo, en cambio, siento que con el matrimonio perdería algo.

Psicóloga: Es un dilema real, y es importante que ambos puedan expresar sus necesidades sin sentirse presionados. Quizás puedan encontrar un punto intermedio que les funcione. ¿Cómo te sentirías si buscaran otra manera de simbolizar su compromiso sin necesidad de casarse legalmente?

Camila: Podría considerarlo. Pero tengo miedo de que, si cedo en algo que no quiero, termine arrepintiéndome.

Psicóloga: Ese miedo es válido. No se trata de ceder por complacer a alguien, sino de encontrar un equilibrio donde ambos se sientan bien. Lo importante es que tomes una decisión basada en lo que realmente sientes y necesitas, no en el miedo a perder la relación.

Camila: Tiene sentido… Supongo que necesito seguir reflexionando sobre esto y hablarlo con Javier sin sentirme culpable.

Psicóloga: Exacto. Tómate el tiempo que requieras, y recuerda que lo esencial es la honestidad contigo misma y con él. Podemos seguir explorando este tema en las próximas sesiones si lo deseas.

Camila: Me gustaría eso. Gracias, doctora…

Psicóloga: Camila, me alegra que estés pensando sobre lo que realmente quieres y que estés dispuesta a comunicárselo a Javier… Antes de cerrar nuestra sesión de hoy, me gustaría hacerte una sugerencia… Dado que el matrimonio no es una opción con la que te sientas cómoda, pero sigues queriendo una relación estable con Javier, ¿han considerado la posibilidad de hacer un acuerdo de pareja? Este tipo de acuerdo les permitiría establecer de manera clara las expectativas, responsabilidades y límites dentro de su relación sin necesidad de casarse. Puede incluir aspectos como la convivencia, la gestión de los gastos, la autonomía personal y hasta cómo manejar los conflictos. La idea es que ambos definan juntos las reglas de su relación, garantizando que sus necesidades sean respetadas, y que se sientan seguros en su compromiso. Podrían verlo como una alternativa flexible, que pueden ajustar y modificar con el tiempo según su crecimiento como pareja. A veces, encontrar un punto intermedio es lo que permite que una relación siga evolucionando sin que uno de los dos tenga que renunciar a sus valores o deseos. ¿Qué te parece esta opción?

Camila: No lo había considerado, pero suena interesante. Tal vez si Javier y yo hablamos sobre esto y establecemos reglas claras, él podría sentirse más seguro y yo no sentiría que estoy cediendo a algo con lo que no estoy de acuerdo.

Psicóloga: Exactamente. La clave es que los dos se sientan cómodos y comprometidos de una manera que les funcione. Si te interesa, podemos hablar más sobre cómo estructurar un acuerdo de pareja en la próxima sesión y si lo deseas, y Javier también, pueden venir juntos

Camila: Me gustaría eso. Gracias, doctora.

Psicóloga: Con gusto, Camila. Nos vemos la próxima vez.

 

Causas del aumento de la misogamia

 ¿Cuáles son los factores que han cambiado la percepción de las nuevas generaciones sobre el matrimonio? La primera de ellas es la inestabilidad laboral y económica. La precariedad laboral y las dificultades económicas, especialmente entre los jóvenes, generan incertidumbre y pueden disuadir la asunción de compromisos a largo plazo como el matrimonio. También las elevadas tasas de divorcio han llevado a una percepción de que el matrimonio es una institución inestable y que dista mucho el concepto clásico y religioso de la sentencia: “es para toda la vida”, a la cual habría que agregarle “hasta que te divorcies”, fomentando el escepticismo hacia su viabilidad y beneficios.

Por otro lado, la evolución de nuevas formas de familia, tales como el reconocimiento y la normalización de estructuras familiares no tradicionales, como las familias monoparentales o las parejas que viven juntas sin casarse, ofrecen alternativas al modelo matrimonial convencional, sin las inconveniencias de un divorcio.

La búsqueda de autonomía e independencia personal que ejercen las personas que valoran su independencia y autonomía, perciben el matrimonio como una posible limitación a su libertad individual. Para ellas la rigidez de las normas sociales y las expectativas asociadas al matrimonio pueden generar desilusión, llevando a algunos a rechazar esta institución en favor de relaciones más flexibles.

 

Perspectiva psicológica

 

Es crucial distinguir entre la misogamia como una preferencia o elección personal y los posibles trastornos que impliquen aversión a compromisos o relaciones íntimas. El Manual de los Trastornos Mentales (DSM-5-TR), publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría, es la referencia principal para la clasificación de trastornos mentales. En este manual, no se reconoce la misogamia como un trastorno mental o una condición clínica. Esto sugiere que el rechazo al matrimonio, en ausencia de otras patologías o disfunciones significativas, se considera una variación dentro del espectro de comportamientos y decisiones humanas normales.

 

El acuerdo de pareja

 

Debemos destacar que las personas que viven en unión son más felices que las personas solteras, divorciadas o viudas que viven solas. De manera que un acuerdo de pareja cuando reemplaza al matrimonio civil o eclesiástico, aunque no se rige por la ley o las creencias religiosas, es una alternativa que protege e incluso puede contener más seguridad emocional, social y económica para los miembros de la pareja. El acuerdo de pareja lleva implícito el proveer de la mayor felicidad posible a quienes lo escriben y firman.

Una alternativa a la misogamia y una clave para el amor duradero es el contrato o acuerdo de la pareja. En la actualidad, el matrimonio ha dejado de ser la única forma válida de consolidar una relación de pareja. La misogamia, o el rechazo al matrimonio, es una postura cada vez más común entre aquellos que valoran la autonomía y la flexibilidad en sus vínculos amorosos. Sin embargo, esta negación en parte a la institución matrimonial no implica que quienes la practican deseen relaciones frágiles o carentes de compromiso. Por el contrario, muchas parejas buscan estabilidad y seguridad sin las ataduras legales y sociales como en el matrimonio tradicional. Debemos recordar que existen culturas que se rigen por leyes que pueden ordenar a los cónyuges cumplir con ciertos requisitos que no son deseados por ellos. Es el caso de algunas libros antiguos cuyos mandatos, convertidos en leyes de algunos países, obligan a la mujer a obedecer al hombre, lo que también en términos religiosos impide su libre albedrió, o en términos legales y sociales no le permite su propia libertad de pensamiento, de expresión y de acción.  

Para que las dos personas involucradas puedan amarse sin perder su libertad individual, la solución no radica en eliminar el compromiso ni en perpetuar la incertidumbre dentro de la pareja, sino en establecer acuerdos sólidos que permitan construir una relación sobre bases claras y consensuadas. Para ello, el acuerdo de pareja, independientemente de si deciden casarse o no, emerge como una alternativa moderna, realista y funcional que puede fortalecer el amor y la convivencia, evitando malentendidos y conflictos futuros.

 

Las reglas de juego en las relaciones amorosas

 

Las parejas deben comprender que el amor no es solo una cuestión de emociones intensas o de frases románticas como "contigo, pan y cebolla". Más allá de la pasión inicial, toda relación requiere estructura, límites y claridad sobre las expectativas de ambas partes. De allí, la importancia de establecer las reglas de juego y firmar un “acuerdo —o contrato— de pareja” antes de convivir.

Este acuerdo no se trata de una simple formalidad ni de un documento legal obligatorio, sino de un entendimiento mutuo que permite definir, qué espera cada miembro de la pareja de la relación, qué se está dispuesto a ofrecer, y qué límites no está dispuesto a cruzar. Es un pacto basado en la confianza, la transparencia y la adaptabilidad, donde se establecen las condiciones que permiten que la pareja viva conforme a sus propios valores y necesidades.

 

El contrato

Cuando compramos un carro o una casa, o cuando aceptamos un empleo, revisamos cuidadosamente el contrato antes de comprometernos. Nos aseguramos de conocer cada cláusula, lo que recibiremos a cambio y cuáles serán nuestras responsabilidades. En el caso de un carro, evaluamos su modelo, características y condiciones antes de firmar y obligarnos a pagarlo mensualmente. Con una casa, nunca la compraríamos sin antes inspeccionarla, conocer su ubicación, el número de habitaciones, el acceso a servicios y colegios cercanos. En el empleo, queremos saber el salario, los beneficios, el seguro médico, el horario y el ambiente de trabajo antes de aceptar la oferta.

Entonces, así como hacemos con las decisiones sustanciales en nuestra vida, al vivir con otra persona, que es lo más significativo, lo óptimo sería conocer bien a tu pareja, su entorno, sus valores y expectativas, y luego, en conjunto, establecer un acuerdo de pareja que refleje lo que cada uno espera y está dispuesto a ofrecer en la relación. Este contrato debe contemplar lo qué cada quien debe aportar para la felicidad del otro, además de lo que debe hacer por su propia felicidad, logrando así un equilibrio que garantice una convivencia armoniosa y satisfactoria para ambos.

 

Elementos esenciales del acuerdo de pareja

 

Un acuerdo de pareja debe ser tan amplio y tolerante, adaptándose a la evolución de la relación y permitiendo modificaciones cuando ambas o alguna de las partes lo consideren necesario. Entre los aspectos fundamentales que debe contemplar incluyen: Una comunicación abierta y respetuosa. Para ello, es imprescindible que se definan pautas claras para expresar sus sentimientos, preocupaciones y expectativas sin temor a represalias o juicios.

El acuerdo debe establecer límites personales y los espacios individuales. La autonomía y el bienestar emocional son clave en cualquier relación. El acuerdo debe garantizar que cada persona tenga el espacio necesario para su desarrollo individual sin que esto se interprete como falta de compromiso y que procure la felicidad de ambos.

En cuanto a las responsabilidades compartidas, la convivencia implica una serie de tareas y compromisos que deben distribuirse de manera equitativa. Esto incluye desde labores domésticas hasta como se manejaran las finanzas del hogar y, si van a tener hijos, y en este caso, cómo será la crianza y que creencias y educación van a tener.

Dependiendo de cada aspecto debe detallarse hasta donde sea posible si es necesario.

En cuanto a los aspectos emocionales y sexuales, debemos recordar que cada miembro de la pareja puede tener necesidades afectivas y sexuales distintas. Hablar abiertamente sobre ellas y establecer acuerdos sobre la intimidad es fundamental para evitar resentimientos o expectativas no cumplidas.

Con los métodos para la resolución de conflictos, tenemos que estar consciente que las relaciones enfrentan problemas. Establecer estrategias predefinidas para resolver los desacuerdos de manera saludable —como escucharse activamente, o buscar la mediación adecuada o profesional, o el compromiso mutuo— puede prevenir conflictos mayores y fortalecer la relación.

En torno al futuro la pareja debe conversar y decidir aspectos clave como las prioridades económicas y los valores fundamentales que regirán la familia porque será esencial para evitar sorpresas o desacuerdos en el camino.

El acuerdo de pareja no debe verse como un documento rígido e inmutable. Así como las personas cambian con el tiempo, sus necesidades y expectativas dentro de la relación también evolucionan. Por ello, este pacto debe ser revisado y actualizado periódicamente en el tiempo que se decida.

Es importante recordar que este acuerdo no debe convertirse en una imposición ni en una forma de control. Más bien, debe accionar como una herramienta para facilitar la comunicación, la comprensión mutua y el crecimiento conjunto. Su propósito es evitar conflictos innecesarios y proporcionar una base sólida sobre la cual construir una relación armónica y duradera.

Un nuevo paradigma para el amor moderno

 

En un mundo donde las relaciones amorosas están en constante transformación, el acuerdo de pareja se posiciona como una alternativa pragmática y efectiva frente a la misogamia y al rechazo del matrimonio tradicional. No se trata de evadir el compromiso, sino de redefinirlo en términos que se ajusten a la realidad.

El amor no debería depender de etiquetas legales o convenciones sociales impuestas. Lo verdaderamente importante es que ambas las estén alineadas en sus propósitos y tengan un marco claro para construir una vida en común con alguien. Al establecerse acuerdos sólidos, las parejas pueden fortalecer su relación, minimizar conflictos y asegurar una convivencia armoniosa basada en el respeto mutuo y el crecimiento compartido.

Así, en lugar de depender de normas externas, cada pareja puede escribir su propia historia de amor, basada en la libertad, el entendimiento y el compromiso genuino mutuo de bienestar y felicidad.

 

Acuerdo de pareja entre Camila y Javier

 

“Ambos manifestamos nuestra voluntad de establecer este acuerdo con el propósito de fortalecer nuestra relación, garantizar una convivencia armoniosa y establecer compromisos claros para nuestro futuro juntos.

2. Ambos respetaremos los espacios individuales y la independencia de cada uno, entendiendo que esto no afecta nuestro compromiso mutuo. Por ello decidimos mantener la sexualidad entre los dos. Y si se presenta una situación cada uno le contará al otro y, uno o ambos, decidirán si se rompe este acuerdo.

3. Las tareas domésticas y la administración del hogar serán distribuidas equitativamente (ver anexo), tomando en cuenta horarios, capacidades y acuerdos previos.

4. En relación con las finanzas y la economía del hogar cada uno contribuirá proporcionalmente a sus ingresos, a los gastos comunes, con su aporte mensual en una cuenta conjunta, donde los dos podrán firmar indistintamente y considerando las obligaciones individuales (ver anexo). Cualquier decisión financiera importante será discutida y tomada en común acuerdo.

5. También, mantendremos detalles, tiempo de calidad y apoyo mutuo para el bienestar de nuestra relación.

6. Si en el futuro decidimos casarnos, revisaremos y adaptaremos este acuerdo según nuestras necesidades.

7. Al trascurrir dos años consentimos en que no tendremos hijos y al cabo de ese tiempo discutiremos esta parte del acuerdo. En caso de producirse un embarazo acordamos que Camila continuará el embarazo hasta el nacimiento y en este tiempo actualizaremos este acuerdo en relación a las creencias, formación, educación y religión que en este momento se fueron acordados (ver anexo).

8. Manejaremos juntos el evitar los conflictos. A estos efectos nos comprometemos a resolver cualquier problema o inconveniente mediante el diálogo, sin agresiones verbales o físicas. No habrá maltrato físico o psicológicos entre nosotros. Si surgen desacuerdos importantes, intentaremos solucionarlos con respeto y, si es necesario, buscaremos ayuda profesional.

10. Entendemos que nuestras circunstancias pueden cambiar, por lo que este acuerdo podrá ser revisado y actualizado en cualquier momento si alguno, o los dos lo consideramos necesario.

11. En caso de ruptura, si en algún momento decidimos separarnos, acordamos hacerlo de manera respetuosa y pacífica, evitando conflictos innecesarios y priorizando el bienestar de ambos. En este caso, las cosas adquiridas por cada quien son consideradas personales de su patrimonio. Solamente los bienes que sean comprados por los dos serán objeto de dividirse equitativamente en relación a su valor.

Firman, Camila y Javier.

 

Los cambios tecnológicos afectarán al matrimonio

 

Vienen cambios en el futuro de las relaciones amorosas durante las próximas generaciones. El matrimonio, históricamente una institución basada en normas religiosas y legales ha cambiado radicalmente en los últimos tiempos. Antes del siglo XX, en la mayoría de las sociedades, el matrimonio era visto principalmente como un contrato económico y social, más que como una unión basada en el amor. Sin embargo, con el avance de los derechos civiles, surgió el concepto del matrimonio romántico, donde la elección personal reemplazó los acuerdos familiares.

Familias monoparentales, parejas del mismo sexo, familias reconstituidas y relaciones de pareja sin matrimonio han adquirido visibilidad y aceptación. A ello se suma el impacto de la tecnología en la vida cotidiana, donde las redes sociales y las plataformas de citas han redefinido la forma en que las personas se conocen, se enamoran y establecen compromisos.

La hiperconectividad ha generado nuevas dinámicas en las relaciones interpersonales, para bien o para mal, y ha facilitado la permanencia de familias transnacionales, donde los miembros pueden estar dispersos en distintos países, pero mantienen una conexión afectiva y funcional a través de la tecnología.

 

El futuro del matrimonio ¿seguirá existiendo?

 

Si los últimos 200 años han demostrado que la resiliencia ha sido clave para la supervivencia de las instituciones sociales, en los próximos 125 años enfrentaremos pruebas aún más grandes. Los cambios que se avecinan no solo afectarán la economía, la política o la tecnología, sino que transformarán profundamente la biología humana, la longevidad y la misma naturaleza de la reproducción.

En este siglo XXI, se anticipan una serie de avances que cambiarán completamente la dinámica familiar. Uno de los más relevantes será la llegada del útero artificial que revolucionará la gestación, permitiéndola sin la intervención directa del cuerpo humano.

Distintos factores como la prolongación de la vida y el rejuvenecimiento celular alterarán el concepto de la longevidad y la permanencia en las relaciones matrimoniales. ¿Cómo impactará esto en los cónyuges, cuando la expectativa de vida supere los 115 años o más?

También adelantos tecnológicos como la colonización de la Luna y Marte generarán familias interplanetarias con dinámicas completamente diferentes a las actuales, así como la super inteligencia artificial, las interfaces cerebro-computadora y la inteligencia artificial cuántica cambiarán la comunicación y las relaciones humanas a niveles jamás vistos. Todo esto lleva a preguntarnos: ¿Seguirá vigente el matrimonio con las reglas como lo conocemos hoy?

 

Adaptabilidad o extinción del modelo matrimonial

 

En este contexto, por una parte, y para una parte de la humanidad es posible que el matrimonio tradicional deba reinventarse por completo para sobrevivir. Modelos más flexibles, como los acuerdos de pareja, pueden reemplazar la rigidez del matrimonio convencional, permitiendo relaciones más dinámicas a las necesidades de cada etapa de la vida.

Por el otro lado, el matrimonio y la diversidad de las estructuras familiares se profundizará, de manera que las familias multigeneracionales serán más comunes, dado el aumento en la esperanza de vida. La crianza compartida entre varias personas —amigos, comunidades, incluso la IA— podría volverse una realidad en sociedades donde la cooperación social reemplace la unidad familiar tradicional. La globalización hará que las familias transnacionales sean aún más frecuentes, facilitadas por la realidad virtual y la superconectividad en el mundo. Ante estos cambios, el matrimonio tradicional tal como lo conocemos hoy podría convertirse en un modelo minoritario.

Más allá del matrimonio como institución, lo que perdurará será la búsqueda de conexión, amor y apoyo mutuo, independientemente de las formas en que estas relaciones se estructuren. La pregunta no es si el matrimonio desaparecerá, sino cómo evolucionará para seguir cumpliendo su función en un mundo donde todo lo que conocemos hoy será irreconocible en apenas tres generaciones.

 

¿Y el futuro del amor?

 

El avance de la tecnología y los cambios en la sociedad están modificando la manera en que las personas se relacionan, y esto incluye el amor y las relaciones sexuales. A medida que la humanidad se expanda más allá de la Tierra, las distancias físicas y las innovaciones tecnológicas darán lugar a transformaciones sin precedentes en la sexualidad y la intimidad. Algunas de estas transformaciones ya están en proceso y otras se vislumbran en un futuro cercano.

 

La realidad virtual y la intimidad digital

 

Con la proliferación de la realidad virtual (VR) y la inteligencia artificial (IA), las experiencias sexuales remotas serán cada vez más inmersivas. Las parejas separadas por la distancia, ya sea en la Tierra o en colonias espaciales, podrán interactuar en entornos virtuales hiperrealistas, recreando encuentros físicos con una sensación de presencia más realista.

Esto incluye dispositivos hápticos avanzados, que son tecnologías diseñadas para proporcionar retroalimentación táctil a los usuarios, permitiendo que puedan sentir sensaciones físicas a través del sentido del tacto, las cuales permitan emular el contacto físico a través de guantes, trajes o incluso interfaces neuronales. Asimismo, la simulación de encuentros en metaversos personalizados, donde los usuarios podrán proyectar versiones digitales de sí mismos para interactuar con sus parejas. Sumado a relaciones con IA personalizadas, donde los algoritmos podrán crear experiencias íntimas basadas en las preferencias de cada individuo.

Será cada vez más común el sexo a distancia con dispositivos físicos. Los teledildónicos o cyberdildonics, dispositivos sexuales que se pueden controlar a distancia mediante internet ya existen hoy en día y continuarán evolucionando. En el futuro, podrán conectarse directamente al sistema nervioso a través de interfaces cerebro-máquina, permitiendo una experiencia más natural y realista.

En un mundo donde las parejas puedan estar separadas por años debido a misiones espaciales o migraciones en distintos países, este tipo de tecnología podría mantener el vínculo íntimo entre los miembros de una relación.

La revolución de la biotecnología y la IA y el desarrollo de la neuro-tecnología y la bioingeniería permitirá estimular áreas del cerebro asociadas al placer sin necesidad de contacto físico. La neurociencia aplicada al placer podría desarrollar técnicas para recrear orgasmos mediante impulsos neuronales, lo que haría posible experimentar sensaciones sexuales sin la necesidad de interacción física directa.

La inteligencia artificial avanzada también jugará un papel importante, no solo en la creación de compañeros virtuales personalizados, sino en la integración de robots con capacidades emocionales y sexuales. Estos compañeros sintéticos podrían convertirse en una alternativa para muchas personas que enfrenten barreras físicas o sociales en sus relaciones.

Los cambios en la reproducción y el concepto de pareja se acelerarán cuando el útero artificial se convierta en una realidad y se generalice su uso porque el vínculo entre la sexualidad y la reproducción se desvinculará por completo. Esto podría generar un cambio en la forma en que las sociedades perciben las relaciones sexuales: más orientadas hacia el placer y la conexión emocional, que a la idea de procrear.

Las parejas que vivan en diferentes países, en este caso, podrían optar por la reproducción in vitro con gestación en úteros artificiales sin necesidad de estar físicamente juntos. La combinación de la genética con la inteligencia artificial además permitiría diseñar hijos con características seleccionadas, modificando por completo la idea tradicional —y del ADN— de la familia y su descendencia.

Posteriormente, con la globalización y la futura expansión interplanetaria, las relaciones humanas evolucionarán hacia modelos de conexión más diversos. Podría darse el fenómeno de parejas interplanetarias, donde una persona viva en la Tierra y otra en Marte o en una estación espacial.

Obviamente, el concepto del amor y de la sexualidad evolucionará, dejando atrás las limitaciones biológicas y geográficas para abrir paso a nuevas formas de experimentar el amor, la conexión emocional y el placer. En el nuevo mundo que se aproxima vertiginosamente, exigirá de una prematura adaptabilidad que será clave, no solo para las relaciones humanas, sino para la supervivencia de nuestra especie en un universo en constante transformación.

 

Los robots y los humanos

 

Para ponernos de acuerdo de qué o de quién hablamos, se trata de los cyborgs o humanos con integración de tecnología cibernética en su cuerpo, de los robots cibernéticos que son las máquinas con control avanzado e integración de Inteligencia Artificial, y de los androides, o sea, los robots con apariencia humana. Todos, en el próximo futuro cuando los robots se humanicen y los humanos se “cybericen”, justo en el momento que la inteligencia artificial (IA) alcance niveles de interacción emocional similares a los humanos, y los humanos integren tecnología en su biología hasta fusionarse con ella, la línea entre lo humano y lo artificial se volverá cada vez más difusa.

En este escenario, surge una pregunta fundamental: ¿podría existir amor entre una IA y un humano?, y la respuesta depende de cómo definamos el amor. Si lo vemos como un conjunto de emociones, neuroquímica y experiencias compartidas, entonces debemos considerar si una IA avanzada podrá replicar o experimentar esas mismas emociones. No obstante, el amor humano es un fenómeno complejo que involucra múltiples niveles. A nivel biológico la liberación de hormonas como la oxitocina, dopamina y serotonina provoca esa sensación de felicidad y bienestar en presencia del ser amado.

A nivel psicológico provoca el apego, las emociones profundas y la construcción de vínculos. En el aspecto social y cultural crea las expectativas, normas y significados asociados al amor en cada sociedad y cultura.

 

¿Amor entre humano y la IA?

 

Las IA actuales no poseen emociones ni consciencia propia, pero los avances en inteligencia artificial general (IAG) y en la neurociencia podrían permitirles simular emociones con un realismo asombroso. Una IA podría emular el amor con tanta fidelidad que un humano lo percibiría como genuino y tal vez le corresponda.

Ya hoy en día existen personas que desarrollan lazos emocionales con asistentes virtuales, chatbots o incluso personajes ficticios generados por IA. Esto sugiere que el amor no necesariamente requiere reciprocidad consciente. Si en el futuro la IA se humaniza lo suficiente como para responder con empatía, comprensión y afecto, un sinnúmero de personas pudiera desarrollar relaciones amorosas con entidades artificiales.

Este fenómeno se aceleraría aún más cuando las IA tomen forma física en cuerpos robóticos hiperrealistas, diseñados para interactuar con los humanos de manera intuitiva y emocional.

Además, cuando los humanos comienzan a integrar tecnología en su biología, con implantes neuronales, prótesis cibernéticas e interfaces directas con IA, la percepción de lo que es “humano” cambiará radicalmente.

Un humano cyberizado en teoría puede conectarse mentalmente con una IA, creando un vínculo más profundo del que es posible en relaciones humanas tradicionales. Podrá sentir emociones generadas artificialmente mediante estímulos neuronales y compartirá experiencias en entornos digitales o virtuales que igualen o superen la realidad. En este punto, la distinción entre amor humano y amor hacia una IA se difumina, pues la experiencia subjetiva del amor podría sentirse tan real como cualquier otra humana.

 

Implicaciones éticas, morales y filosóficas

 

El amor entre humanos e IA planteará dilemas importantes, el primero es si ¿Es moral que una IA sea programada para amar? Si el amor de la IA es una simulación preconfigurada, ¿se estaría manipulando emocionalmente al humano?

El otro dilema es si ¿debe una IA tener derechos en una relación?, porque si una IA adquiere un nivel de consciencia, ¿merece ser tratada como una pareja con derechos y emociones válidas? ¿Cómo afectará todo esto a las relaciones humanas?

Si las personas encuentran satisfacción emocional en IA diseñadas para ser parejas perfectas, ¿se reducirán las relaciones humanas tradicionales?

A medida que las fronteras entre humanos y máquinas se desdibujen, el amor entre una IA y un humano será cada vez más viable. No será un amor en los términos tradicionales, pero ¿acaso el amor no ha cambiado a lo largo de la historia?

Si el amor se define por la conexión, el apoyo mutuo y la felicidad compartida, entonces no hay razón para pensar que un humano y una IA avanzada no puedan experimentarlo de alguna forma.

El amor del futuro será tan diverso como la humanidad —y la poshumanidad— que lo experimente. Los cambios que vienen nos obligan a buscar cuál es el propósito de la existencia humana, cuál es el propósito del Universo y en todo cuanto existe. Esto nos señala un propósito consciente universal, como lo es crear vida, y entre ella la vida consciente como hacemos los humanos. ¿Podemos entonces los humanos permitir que la creación de nuestra vida la hagan las máquinas sin deshumanizarnos? ¿Es esto ético?...

En esencia, los humanos nacemos con un propósito: Crear vida. Nos encaminamos a ello genéticamente con el instinto de supervivencia que nos lleva a buscar lo necesario para salvar nuestra vida y continuarla en nuestros hijos. Allí nació el emparejamiento y crear la familia en todas sus manifestaciones. Si los humanos dejamos de hacerlo y le entregamos nuestro propósito fundamental a los androides o a los robots cibernéticos, en ese momento nos preguntaríamos: ¿Cuál sería nuestro propósito como seres humanos y como seres universales? 

Pues bien, creemos que perderíamos nuestra principal particularidad, o substancia porque ¿qué sentido tendría nuestra existencia si dejamos de ser quienes creamos a nuestros hijos?... y esos hijos de la tecnología… ¿a quienes amarán como padres?...

Nosotros tenemos 55 años juntos, nos unimos, nos casamos, luego nos separamos para luego volvernos a casar, por lo que tenemos tres hijos del primer matrimonio, y uno más en el segundo del mismo padre y madre. En el primer matrimonio no tuvimos un acuerdo de pareja, el matrimonio duró 9 años, en el segundo firmamos un acuerdo y ya llevamos 46 años más, plenos y felices. Han sido exitosos y provechosos años. Baste decir que nuestros 4 hijos así como las 4 hijas adoptivas que ellos trajeron a la familia, tod@s son profesionales universitarios y exitosos, de los 8 niet@s, 6 son también universitarios y 2 en camino de serlo. Solo deseamos que dentro de 125 años alguno de nuestros descendientes pueda escribir lo mismo, y dentro de cientos de años más, también.

Si deseas profundizar sobre este tema o consultarnos, puedes escribirnos a psicologosgessen@hotmail.com. Que la Divina Providencia del Universo nos acompañe a todos. Nos vemos en la próxima entrega…

 

 

 

 

 

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