
Los venezolanos tuvimos una reforma monetaria a partir del año 1939 con la creación del Banco Central de Venezuela. Anteriormente regía desde 1918 una Ley de moneda que había creado el bolívar- oro como divisa oficial de la república. La legislación establecía que un bolívar era el equivalente a 0,29 gramos de oro fino, por lo tanto, los bolívares en circulación tenían obligatorio respaldo y libre convertibilidad en oro amonedado o en lingotes. Es decir, se estableció en nuestra nación un patrón oro clásico.
El oro que respaldaba nuestros bolívares estaba depositado en las bóvedas de los bancos privados existentes para la época, los cuales tuvieron, hasta la creación del BCV, la atribución de emitir dinero primario. Sin embargo, el bolívar-oro, como signo monetario venezolano, se mantuvo hasta 1974.
Como consecuencia de la referida reforma monetaria se expropio el oro perteneciente a los bancos comerciales radicados en la nación, se emitió moneda de curso legal y se obligó a los venezolanos a canjear los bolívares en su poder- emitidos hasta entonces por diversas entidades bancarias privadas- por el bolívar del BCV. De esta forma se creó un único ente emisor de dinero primario, pero con unas reglas de emisión muy rígidas y precisas, donde los nuevos bolívares tenían que ser respaldados por oro o divisas en base a un tipo de cambio fijo. Esta rigidez en el proceso de emisión de moneda fue lo que permitió la existencia de inflaciones anuales inferiores al 2% en promedio durante más de 30 años en la nación.
Tal sistema constituía de hecho lo que se conoce como “una caja de conversión perfecta”. Se emitía moneda sólo si había divisas u oro suficiente para respaldarlo. Este modelo hacía que la oferta de dinero se ajustará a la demanda del mismo. Realmente funcionaba muy bien. Lamentablemente, con el paso de los años, la regla de emisión monetaria se fue relajando, otorgándole al BCV mayor discrecionalidad. Tal circunstancia quedó consumada en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez con la estatización del ente emisor venezolano, que había sido desde su fundación una institución cuasi privada, con millares de accionistas particulares.
Hasta allí llegó la estabilidad y fortaleza del bolívar como moneda. La trágica historia de lo que pasó en adelante con nuestra divisa nacional es conocida. La moneda que lleva el nombre del Padre de la Patria ha sido devaluada hasta pulverizarla. Se perpetró un auténtico parricidio monetario. El problema en Venezuela no es que la gente no tenga suficiente dinero, sino que el dinero no tiene suficiente valor.
El drama venezolano es la interrupción de un proceso sostenido de estabilidad monetaria y crecimiento económico que data desde 1922 hasta 1977. Durante ese período se multiplicó casi cinco veces el Producto Interno Bruto por Habitante, según datos cifras que aporta el profesor Asdrúbal Baptista en su “Bases Cuantitativas de la Economía Venezolana 1830-1989”.
¿Qué tuvimos en Venezuela desde 1922 hasta mediados de los 70 del siglo pasado, lapso en el cual crecimos a las tasas que crecen hoy las economías asiáticas? Pues bien, durante ese tiempo hubo dos cosas fundamentales: una industria petrolera privada vigorosa y una moneda sólida y estable. Ciertamente, el cambio crítico se produce a partir de la estatización petrolera de 1975. Por un lado, se relajaron las reglas de emisión de dinero primario por parte del BCV y por otro se estatizó el sector externo de nuestra economía. Antes los dólares de las exportaciones venezolanas estaban en manos del sector productivo privado, petrolero y no petrolero, los cuales eran vendidos al BCV y éste para poder emitir y poner a circular bolívares tenía que garantizar previamente su respaldo en oro o en divisas a un tipo de cambio fijo. Es decir, una caja de conversión.
Vinieron luego durante el siglo XXI las reconversiones monetarias chavistas, la famosa confiscación del “millardito” de las reservas internacionales y las modificaciones a la Ley del BCV de los años 2005 y 2010, que terminaron de sepultar el sistema monetario nacional.
Para que tengamos una idea de la confiscación patrimonial que hemos sufrido, nos remitimos a 1960, cuando el salario base de los venezolanos era de 8 bolívares diarios. El equivalente a 2.50 dólares de los Estados Unidos aproximadamente al tipo de cambio de la época. En la actualidad esa cantidad sería igual a unos 22 dólares de ingreso por día. Las organizaciones laborales en el país están solicitando llevar el sueldo de los trabajadores a más de 500 dólares al mes. De lograr tal exigencia, sólo se estarían llevando los salarios nacionales a un monto cercano al que tenían en 1960, es decir, más de 60 años de desarrollo económico perdido.
En 1960, el salario en Venezuela era el equivalente al 80% de los ingresos de un trabajador promedio en EE.UU. Si el salario mínimo es en ese país hoy de unos 1.800 dólares al mes, entonces de haberse mantenido esa tendencia de crecimiento económico que tuvimos durante las primeras 7 décadas del siglo pasado y preservado la solidez del bolívar, el ingreso mínimo de los venezolanos actualmente debería ser aproximadamente de 1.300 dólares mensuales, el doble del más alto de América Latina.
Otro dato interesante es recordar que un bolívar de 1960, era el equivalente a 0,29 gramos de oro fino. Eso quiere decir que, de haberse conservado el valor de nuestra moneda anclado a ese metal precioso, en vez de pagar hoy 2.400.000.000.000.000 bolívares por un dólar (al colocar a la moneda nacional los 14 ceros que se le restaron por las distintas reconversiones monetarias), sería más bien 20 dólares los que habría que pagar para obtener un bolívar. De esta forma nos damos cuenta de la salvaje destrucción de nuestro signo monetario.
Sería interesante en materia monetaria ir a un sistema en el cual cada ciudadano decida libremente en qué moneda quiere tener su riqueza o qué moneda o activo físico de valor quiere utilizar como dinero. Esto nos llevará a un sistema de competencia de monedas de manera libre, en donde muchos escogerán el dólar. Igualmente podemos regresar a un esquema como el que tuvimos desde 1918 hasta 1975 de caja de conversión perfecta manteniendo una moneda nacional emitida por nuestro Banco Central, pero con anclaje y respaldo en divisa extranjera o en un activo material, que podría ser el oro monetario, aprovechando nuestra condición de país con enormes reservas auríferas. Es decir, una suerte de nuevo bolívar-oro.
En materia petrolera, abrir de par en par el sector a la inversión privada nacional e internacional. El Estado venezolano no está para ser empresario. Hace mucho de lo que no debe y muy poco de lo que debería.
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