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Periodismo y el reto de la imparcialidad en tiempos convulsos

Foto del escritor: Eduardo Frontado SánchezEduardo Frontado Sánchez

La falta de equilibrio editorial no solo desvirtúa la información, sino que también afecta la confianza del público en la prensa. Imagen: Vilkasss, Pxabay
La falta de equilibrio editorial no solo desvirtúa la información, sino que también afecta la confianza del público en la prensa. Imagen: Vilkasss, Pxabay

En la actualidad resulta inquietante observar cómo los medios de comunicación adoptan posturas a favor o en contra de determinados gobiernos sin tomar en cuenta la esencia de su labor. El periodismo, en su verdadera esencia, debería regirse por la imparcialidad y la objetividad al relatar los hechos. Como profesionales de la comunicación, nos debemos al pueblo y nuestra labor debe contribuir al bien común.


Sin embargo, algunos medios de comunicación de prestigio, como el periódico El País de España, han dejado en claro su inclinación editorial. Esto se refleja en la forma en que presentan las noticias: aquellas que no favorecen al Gobierno español parecen estar tergiversadas o enmarcadas en una narrativa sesgada. Esta falta de equilibrio no solo desvirtúa la información, sino que también afecta la confianza del público en la prensa.


Vivimos tiempos de gran incertidumbre a nivel mundial y humano. En un contexto tan polarizado, la parcialización extrema de los medios de comunicación solo agrava las divisiones existentes. Más que alimentar posturas inflexibles, deberíamos reflexionar sobre cómo contribuir a una convivencia más armónica y sobrellevar, con sensatez, los desafíos de nuestra época.


Es indignante presenciar los cambios políticos en países como Estados Unidos con la llegada de administraciones que manejan el liderazgo como una pasión desmedida. El respeto hacia los demás es un pilar fundamental en el ejercicio del poder. La eliminación de programas educativos y el desmantelamiento de políticas de inclusión afectan a millones de personas que merecen ser escuchadas y protegidas. Estas decisiones no solo representan un retroceso social, sino que también exponen un sesgo ideológico que margina a sectores vulnerables.


En Latinoamérica, también debemos ser críticos con las estructuras de poder. No basta con analizar las ideas políticas con las que coincidimos, sino también la manera en que estas son comunicadas. En el caso de Argentina, si bien se han implementado mejoras en ciertas áreas, la retórica utilizada por sus líderes deja mucho que desear. Descalificar a personas con cualidades distintas mediante insultos como "idiotas, imbéciles y cretinos" evidencia una falta de tacto y sensibilidad inadmisible en cualquier líder político.


Ante estas realidades, es pertinente preguntarnos: ¿estamos realmente preparados para evitar el caos y trabajar por el bien común? Las acciones de los líderes actuales nos indican que aún estamos lejos de lograrlo. La responsabilidad del poder no implica el derecho de olvidar a quienes han sido escuchados y han aportado al desarrollo de la sociedad.


El poder es efímero, pero nuestra trascendencia como seres humanos es una obligación. Antes de dejarnos llevar por la ambición, deberíamos recordar que, por encima de los cargos y las ideologías, somos seres humanos con el deber de construir un mundo más justo y equitativo.


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