El fin de semana pasado, mientras navegaba por las "stories" de Instagram, me topé con un
hallazgo sorprendente y maravilloso en la cuenta de la periodista Valeria Agis. Se trata del
verbo más hermoso del universo: Porteñar.
Lo más espectacular de todo fue que Valeria, explicó el verbo Porteñar con una imagen. Al ver aquella fotografía una sonrisa se me dibujó en la cara; pues Agis sin saberlo, había puesto en una palabra lo que siento desde hace año, cada vez que disfruto de la ciudad donde elegí vivir: Buenos Aires.
En la imagen capturada por Valeria se ve a personas que vienen y van en Calle Corrientes,
también aparecen las marquesinas de los teatros, las pizzerías, cafés, librerías y nuestro Obelisco iluminado, como testigo omnipresente de todo lo que pasa en la ciudad. Imagino que, si visitaste Buenos Aires alguna vez, esta foto te hará ememorar sonidos, olores y sensaciones que te emocionarán. Y si no has venido ¿Qué estás esperando?
¿Qué es Porteñar?
Lo bueno del verbo porteñar es que puede adaptarse a la experiencia que ha vivido cada uno
en la capital argentina. En mi caso me aventuraré a tirar un concepto:
Porteñar es la acción de disfrutar a plenitud, de absolutamente todo lo que te ofrece esta hermosa metrópolis latinoamericana, que muchos definen como “La París de America”. Y esto
puede ser desde comprar un libro a media noche en Calle Corrientes, comer una pizza después de ir al cine o al teatro. Pero también puede ser desde ir a bailar a un boliche, tomar mate en alguna de sus plazas, hacer ejercicio en Los Bosques de Palermo o en el Parque Centenario; y un largo etc.
Como podrás ver querido lector, Porteñar es un verbo bastante amplio. Y al ser esta mi
columna me tomaré el atrevimiento de contarte cuál ha sido mi experiencia Porteñando. Igual
si quieren dejar su experiencia en el módulo de comentarios de este artículo, los invito a que lo hagan.
Porteñar es un estilo de vida
Ahora sé, gracias a Valeria, que la primera vez que porteñé lo hice a distancia. Tenía unos 8
años, y Ariel, un amigo argentino de mi papá, que tenía un bar en el pueblo de Cua (en los
Valles del Tuy, Venezuela) me contó que en su ciudad (Buenos Aires) había una calle llena de teatros, con librerías que trabajaban 24 horas y edificios que parecían castillos.
Cuando hice mi primer viaje a Buenos Aires, uno de los primeros lugares que visité fue la Calle Corrientes, y recuerdo que al ver las marquesinas y las librerías lloré de la emoción, pues recordé todo lo que me había contado Ariel cuando era yo un niño.
Aquella primera visita me hizo enamorarme de este lugar. De hecho, cada vez que salía de
vacaciones, en vez de viajar a otro lugar, terminaba en Buenos Aires ¿Por qué? Porque esta
ciudad me voló la cabeza y se convirtió en mi lugar en el mundo.
Por eso, cuando tomé la decisión de migrar, obviamente me vine a Buenos Aires, aunque
muchos me decían que era una locura… hoy por hoy sé, que este lugar es el único lugar del
planeta que considero mi casa.
La palabra Porteñar afloró en mi otro recuerdo. Por ejemplo, la vez que caminando muy rápido por el barrio de Once, llamó mi atención un señor muy mayor que veía hacia arriba. Me detuve y le pregunté:
- ¿Está perdido? ¿Puedo ayudarlo?
A lo que el anciano me respondió:
- Para nada pibe, los que están perdidos son ustedes, que por andar a las apuradas no
ven hacia arriba y se pierden las hermosas cúpulas que tenemos en Buenos Aires.
Ver las cúpulas alucinantes que acompañan y subrayan el cielo de esta ciudad también es
Porteñar.
Bueno, ahora tengo que dejarlos porque voy a poner en práctica otra de las variantes del
verbo porteñar: Salir a caminar sin rumbo hasta que Buenos Aires te sorprenda.
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