María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, hicieron lo que tenían que hacer.
Eso ha quedado registrado en la reciente historia de estas más de dos décadas de lucha
de resistencia cívica en Venezuela. María Corina se sobrepuso a las más viles maniobras
del régimen de Maduro que la inhabilitó, con la idea aviesa de que ella “estallaría en
ira”, y se dedicaría a promover la calculada abstención que Maduro esperaba, para
entremeter en esa oquedad su esquema fraudulento, que se le quedó frustrado en la
noche del 28 de julio.
Por su parte, Edmundo González Urrutia, asumía el testigo que colocó en sus manos
María Corina, providencial operación política de alto vuelo impulsada desde la
plataforma unitaria, y desde entonces gallardamente Edmundo González cumplió ese rol
inesperado de ser el abanderado de una candidatura presidencial arrolladora. María
Corina y Edmundo hicieron lo que tenían que hacer, encarando un reto colosal, dejando
pasmado a todos los observadores internacionales que llegaron a pensar, que tal
esquema indisoluble, no era sino una ilusión que se evaporizaría por efecto de las
amenazas de ese régimen virulento, capaz de emprender las más insospechadas
arbitrariedades.
Ante lo anterior, la ciudadanía venezolana también se disponía a cumplir su epopeya. En un
país en donde se levantan las familias sin nada que poner sobre la mesa matutina para
desayunar; sin la posibilidad de contar con el chorrito de agua potable y a sabiendas de
que la oscuridad era la deriva de un hogar sin luz eléctrica; con unos bolívares
devaluados que se rinden ante la enseñoreada inflación; mujeres y hombres armados de
fe y movilizados solamente con esa promesa sentimental de soñar con el retorno de los
seres queridos, aventados hacia esa diáspora inimaginable, salieron a votar, “contra
viento y marea”, logrando vencer a esa sanguinaria dictadura. Esa gente osó o aventuro
a afrontar a la prepotente dictadura, y fue cuando vimos a madres, padres, abuelos, hijos
y nietos, arremolinarse en torno a las improvisadas tribunas, en las que aparecía, como
la divina providencia, aquella mujer que se convirtió en el diapasón de una sociedad
adormecida por los efectos de frustraciones, decepciones y temores difundidos, por un
régimen implacable a la hora de secuestrar, torturar y matar a los que se quejaban,
siquiera, de tales tragedias.
María Corina y Edmundo protagonizaron una gesta que desató los más inesperados
análisis de observadores propios y extraños, que no se podían creer que aquella
campaña adelantada sin recursos financieros, con el bloqueo de los medios de
comunicación y con el comando de campaña asilado en una embajada, terminaría con
ese refulgente triunfo que, hasta el día de hoy, Nicolás Maduro no ha podido desmontar.
La verdad está a la vista de todo el mundo en cada una de las actas exhibidas, dentro y
fuera del país, por los expertos electorales que certifican que tales documentos son
verídicos y que por lo tanto la inversión de la carga de la prueba queda a merced de los
derrotados, que por lo visto se refugian en la despótica posición de desconocer la
voluntad soberana de millones de electores que decidieron el destino de Venezuela para
los próximos años.
A partir de ahora la fecha medular está representada en ese memorable 28 de julio, de
allí surge el mandato constitucional que no se puede desconocer, salvo que la dictadura
imponga sus designios y se atreva a secuestrar a un pueblo, convirtiendo el territorio de
Venezuela en suelo de una gigantesca cárcel, en la que somete a millones de seres
humanos y desde allí amenace la paz y la estabilidad de todo un hemisferio. En ese 28
de julio radica la legitimidad de origen que le otorga a Edmundo González la condición
de presidente electo. Entonces la pregunta invertida es ¿qué hará Maduro? ¿Reincidir en
la perpetración de más crimines de lesa humanidad? ¿Qué harán las Fuerzas Armadas
Nacionales? ¿Ser alcahuetas de una corporación criminal que masacra a gente inocente?
¿Qué harán las instituciones creadas y llamadas a intervenir ante esa seguidilla de
crimines de lesa humanidad en los que reinciden en perpetrar Maduro y sus cuadros de
mando?
Es una sospecha confirmada que, en Venezuela, desde las dependencias de
identificación que controlan agentes castristas, se documentan a actores del terrorismo
internacional. Esta más que comprobado que desde Venezuela operan cárteles del
narcotráfico que despachan sin limitaciones, miles de toneladas de narcóticos con los
que inundan los oscuros mercados de ese diabólico negocio en el Caribe, África, Europa
y Norteamérica.
Pues bien, no sigan excusándose con esa interrogante perspicaz dejando sobre las
espaldas de la gente, que ya hizo lo que tenía que hacer, de manera valerosa y audaz,
asumiendo las consecuencias del presagiado baño de sangre que como ultimátum
enuncio Maduro. No le pidan a María Corina y a Edmundo González que repitan otro
28 de julio sin que antes se honre ese edicto soberano. La palabra la tiene el Fiscal de la
Corte penal Internacional en cuyas manos están los pliegos de los expedientes en los
que constan la infinidad de crímenes de lesa humanidad. La responsabilidad la tienen
los lideres de la ONU, de la OEA y de la Unión Europea que han manoseado las actas
que suman la astronómica ventaja que le da la victoria incuestionable de Edmundo
González Urrutia. Es hora de que digan de una vez por todas qué harán el próximo 10
de enero de 2025.
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