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¿Qué significa ganar una guerra?

Foto del escritor: Fernando MiresFernando Mires

Rusia, aparte de haber ganado algunas zonas ucranianas, ha perdido mucho en esta guerra. Foto: wal_172619, Pixabay
Rusia, aparte de haber ganado algunas zonas ucranianas, ha perdido mucho en esta guerra. Foto: wal_172619, Pixabay

Para algunos ganar una guerra significa provocar el mayor número de daños al enemigo, algo así como una macabra competencia deportiva. Para otros, la guerra se mide en metros cuadrados y ganarla significa expropiar la mayor cantidad de territorio al enemigo. No faltan los economistas que miden el éxito de una guerra por el grado de empobrecimiento del enemigo. Claro está, para los pacifistas, las guerras están condenadas a ser perdidas por ambos bandos, porque en la guerra mueren seres humanos de distintas edades y sexos y esos daños, aducen con razón, son irreparables.


Cada persona es parte de un sistema de relaciones múltiples y, con la muerte de una, es roto un tejido que va mucho más allá de la muerte individual. No obstante, el hecho objetivo es que -aún compartiendo la posición pacifista- hay guerras, como hay enfermedades, como hay catástrofes naturales, como hay miles de seres que cada día mueren en los accidentes del tránsito. Y hay guerras que simplemente no se pueden evitar. Entre ellas, las de ocupación o de invasión. Son las guerras en defensa propia y a esa guerras pertenece la que los ucranianos están librando en Ucrania.


La falacia de Ucrania en la OTAN


Escribo en los momentos en que están a punto de iniciarse conversaciones entre Putin y Trump con el objetivo de poner punto final a la guerra. A partir de las enunciaciones de Putin todo apunta a señalar que esa guerra terminará con la pérdida de territorios ucranianos, razón por la cual Putin comienza a ufanarse como vencedor de la contienda, secundado por Trump quien con “su” paz busca asestar un golpe político a Europa desplazándola de todo tipo de negociaciones.


Una “pax americana” significaría en cierto modo un punto grande a favor de la doctrina tácita de Trump, a saber: que este mundo pertenece a los fuertes y que los débiles –en este episodio, los europeos– deben hacerse a un lado. Ucrania no solo perdería territorios; además, el lugar legítimo que le corresponde a toda nación europea: ser miembro de la OTAN y de la UE.


Ucrania seguiría siendo europea -eso no lo pueden decidir ni Putin ni Trump- pero sujeta a condiciones que no existen para los países que, desde la caída del muro de Berlin, han ingresado a la UE y a la OTAN, entre ellos algunos cuyos gobiernos como los de Orban en Hungría y de Fico en Eslovaquia, se han declarado abiertamente a favor de la invasión de Putin, negando lo que nunca les fue negado a ellos: la europeización política, militar y cultural.


De acuerdo al discurso del gobierno Zelenzki, la guerra a Ucrania comenzó el 2014 con la invasión rusa a Crimea. La tesis es correcta y tiene mucha importancia sostenerla. Antes que nada porque desmiente la afirmación de los putinistas de todo el mundo en el sentido de que Putin se vio obligado a atacar a Ucrania ante la eventualidad de que ese país ingresara a la OTAN, asunto que ya estaba tácita y explícitamente zanjado antes de la invasión. Ucrania no ingresaría a la OTAN, fue el acuerdo inter-europeo del 2013, y Estados Unidos se abstuvo de seguir insistiendo sobre el tema. Porochenko y Zelenski aceptaron el no-ingreso de Ucrania a la Alianza militar al firmar y luego corroborar los acuerdos de Minsk. La invasión de Rusia a Crimea, es decir, a Ucrania, no tuvo absolutamente nada que ver con la OTAN, sino con una respuesta de Putin a la revolución de Maidán (2013) donde quedó claramente establecida la pertenencia política y cultural de Ucrania a Europa y no a Rusia.


La no pertenencia de Ucrania a la OTAN –para muchos una concesión absurda de Europa a Putin– fue confirmada en “las visitas de las mesas largas” de Macron y Scholz a Rusia, pocos días antes de la invasión a Ucrania. En ese sentido, el no ingreso de Ucrania a la OTAN, punto básico de las premisas de Putin en las conversaciones que tendrá con Trump, no puede ser considerada una victoria rusa puesto que antes de la invasión ya no estaba planteado, ni por Ucrania, ni por los demás países europeos. En ningún caso debe, por lo tanto, ser considerado como un logro de Putin.


Ha sido por lo demás el mismo Putin quien ha corroborado la tesis de que el ingreso o no ingreso de Ucrania a la OTAN no tiene nada que ver con la invasión. En su conocido -pero nunca bien leído– ensayo de 2021, queda totalmente claro que Putin atacaría muy poco después a Ucrania debido a que, según su opinión, e independientemente a todos los tratados internacionales vigentes, Ucrania era parte del habitat cultural, étnico, histórico y religioso de la Rusia histórica. Una tesis de formato fascista que su gobierno continúa sosteniendo. Un par de meses después de que Putin publicara su ensayo, el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia e intimo confidente de Putin, Dimitri Medvédev, publicaría un artículo oficial apuntando hacia la misma dirección. Tampoco nombraría a la OTAN. 


Antes que Putin diera a conocer su ensayo, el gobierno había entregado como materia de lectura obligatoria en las escuelas, un breve ensayo del asesor personal de Putin, Vladisvav Surkov, en donde era cuestionada la legitimidad de la frontera occidental de Rusia (incluidas las fronteras con Ucrania y las repúblicas bálticas). Al comenzar la invasión a Ucrania, Putin pronunció un discurso afirmando que "la Ucrania moderna fue creada totalmente por la Rusia bolchevique y comunista". Luego, para el régimen post-comunista de Putin, dicho estatus carecía de valor.


En ninguna parte de su mencionado libelo, y en otros similares, Putin menciona a la OTAN, pero sí menciona insistentemente la pertenencia geocultural de Ucrania a Rusia. Por lo mismo, que la inmensa mayoría de los ucranianos no se sientan rusos, más todavía: que la mayoría de los ucranianos se declaren anti-rusos, es un logro negativo de Putin. Ucrania ha llegado a ser más ucraniana y más europea que antes de la guerra. Con toda probabilidad, lo seguirá siendo. Y aunque a Trump no guste, más temprano que tarde será miembro de la UE y de la OTAN. 


El mismo Putin ha insistido en que la guerra a Ucrania es parte de una guerra de larga duración a Occidente y a los Estados Unidos y que el propósito de esa guerra es cambiar el orden político mundial: lo ha dicho junto a Jimping en sus mutuas declaraciones de amor. Lo ha dicho en muchos discursos televisivos; lo ha dicho ante los miembros del BRICS. Por cierto, no lo dirá frente a Trump, ese aliado táctico que le cayo desde el infierno. Desde esa perspectiva, los acuerdos que contraiga Putin con Trump no tienen nada que ver con un presumible triunfo político militar de Rusia sobre Occidente. En el mejor de los casos podría ser visto como un triunfo diplomático transitorio: ser reconocido por Trump, el presidente de la nación más poderosa del mundo. Es decir, de la misma nación a la que pretendía Putin desplazar, contando con la ayuda china. En cierta medida, estamos asistiendo a una rendición de Putin frente a Trump, una cuyo precio lo pagará Ucrania y, en gran medida, Europa. Ucrania, no hay que equivocarse, será el objeto negociable concedido a Putin a cambio del sometimiento de Putin a los dictámenes internacionales de Trump. Como gratificación, espera Putin, que sean reconocidos por Trump los derechos "naturales" de Rusia en Ucrania.


Ucrania es una Nación-Estado


Desde un punto de vista geoestratégico el acercamiento de Trump a Putin a costa de Ucrania podría ser entendido también como un propósito para neutralizar a China, su enemigo geoeconómico mundial. Si la íntima relación contraída entre Putin con Xi tenía como propósito –por lo menos para los chinos– crear un nuevo orden internacional, Trump ya lo está cambiando por su cuenta, aunque eso signifique dividir geopolíticamente a Occidente.


No se trata entonces de que a Trump, Putin le sea más simpático que Zelenski, sino de que Putin no le sea tan simpático a Xi, como hasta ahora estaba sucediendo. Si esa jugada llevará a un mejor entendimiento entre China y Europa, está por verse.


El pacto Trump-Putin -podemos llamarlo así- no puede ser considerado como una victoria de Rusia sobre Ucrania, aunque los muertos ucranianos sean más que los rusos y aunque haya robado algunas provincias al país ucraniano.


En el estricto sentido de un Clausewitz, un triunfo militar se mide por los objetivos que persigue una nación al hacer entrada en una guerra. Si esos objetivos han sido cumplidos, podemos hablar de la victoria de una nación. ¿Cuáles era los objetivos que perseguía Ucrania? La respuesta puede parecer asombrosa pero es verdadera: ninguno. Ucrania no inició la guerra, Ucrania solo se ha defendido de una agresión imperial y lo ha hecho extraordinariamente bien, pese a sus enormes pérdidas.


Veamos ahora la película al revés: ¿Cuáles eran los objetivos que perseguía Putin en Ucrania? La respuesta la escribió el mismo Putin: apoderarse de Ucrania y anexarla definitivamente a Rusia. Pues bien, ese objetivo no lo ha alcanzado y probablemente ya no lo alcanzará. Recuerdo, al llegar a este punto, una interesante premonición escrita por el político y académico canadiense Michel Ignatieff durante los primeros días de la invasión rusa a Ucrania. En esa ocasión escribió Ignatieff: “Lo peor sería la caída del gobierno de Zelenski, después de un largo asedio y bombardeo a Kiev. Proporcionar a los ucranianos capacidades antiaéreas, antimisiles y antiartillería es esencial para romper el asedio. Pero si esto no logra contener a los rusos, Occidente tendrá que decidir si puede quedarse de brazos cruzados y ver cómo se bombardea el palacio presidencial y se destruye un gobierno elegido democráticamente. La caída del gobierno de Zelenski le daría a Putin la victoria que tanto necesita; le permitiría acabar con Ucrania como estado soberano y comenzar la rusificación de un pueblo recién conquistado. (…..) Cualquier esfuerzo ruso para acabar con el gobierno de Zelenski debería ser la línea roja de Occidente: el momento en el que envíe un mensaje a Putin de que si no se detiene, responderá con fuerza“.


En frase corta: según Ignatieff, el objetivo de Putin en Ucrania era destrozar la estatalidad que daba sentido jurídico-político a la nación ucraniana. Así como para destruir a la monarquía los franceses mataron a un Rey, el propósito de Putin en Ucrania era destrozar al estado y, por supuesto, al máximo estadista ucraniano. Pues bien, ese estado, el ucraniano, sigue existiendo y todavía más fuerte que antes. No hay nación europea, incluyendo a las cercanas a Putin, que no reconozcan al estado ucraniano.


Tratando de ayudar a su amigo Putin, Trump exige ahora elecciones libres en Ucrania. A Ucrania, no a Bielorrusia, no a Venezuela, a Ucrania. Es como si Roosevelt hubiera exigido elecciones en Francia cuando esta fue ocupada por los alemanes, durante la segunda guerra mundial. Un absurdo digno de Trump. Pero lo importante hay que resaltarlo: Putin no ha conquistado a Ucrania pero sí ha terminado por fortalecer el sentimiento anti-ruso y anti-europeo existente en Ucrania. De acuerdo con sus objetivos, puede que Putin no haya perdido la guerra en Ucrania, pero tampoco la ha ganado. La plena consolidación la estatalidad de la nación ucraniana es la mejor prueba de que la resistencia de Ucrania ha cumplido sus objetivos.


Rusia no ha ganado la guerra


Rusia, aparte de haber ganado algunas zonas ucranianas, ha perdido mucho en esta guerra: en armamentos, en hombres, en bienestar social, en estabilidad económica, en legalidad presidencial (basta recordar que cuando Prigozshin inició su fracasado levantamiento contra Putin, la gente salía a a las calles a saludar a sus soldados).


Las pérdidas materiales de Rusia también han sido considerables: perdió a su mejor clientela compradora: la europea. Hoy Rusia es un país internacionalmente aislado y de esa condición no saldrá de la noche a la mañana. En lugar de debilitar a la OTAN la ha fortalecido y aumentado (Finlandia y Suecia son miembros aguerridos de la institución) La mayoría de los países europeos se ha emancipado, aún pagando caro, de la dependencia energética de Rusia. Los países bálticos han mejorado y aumentado sus dotaciones militares. En Alemania apresuró a la llamada revolución solar y eólica que ya ha desplazado a la energía fósil. La disposición a aumentar los presupuestos militares de defensa europea es un acuerdo explícito entre los países que forman parte de la UE.


Las perspectivas políticas que tiene Putin a mediano y corto plazo no son mejores. Cierto es que sus aliados políticos extremistas han aumentado considerablemente en diversas votaciones europeas, entre otros motivos debido a las migraciones y a los desajustes económicos que supone adaptarse a un peligro de guerra mundial; pero también es cierto que persiste la tendencia de la ciudadanía democrática a ordenarse en torno al centro político, como siempre en los últimos momentos lo ha hecho en Francia, y como lo hará en Alemania alrededor del futuro gobierno socialcristiano que se avecina, cuyo candidato Fredrich Merz ha prometido más ayuda a Ucrania que el escurridizo Olaf Scholz. Para colmo, Rusia ha perdido focos de influencia estatégicos globales. Entre ellos, el más importante: Siria.


Con la caída de Al Assad, Rusia está a punto de ser barrido del Oriente Medio. Los países árabes tienden a ordenar a sus economías alrededor de China y los Estados Unidos. ¿Por qué Rusia decidió entregar Siria, desprotegiendo a su aliado Irán? La pregunta es pertinente. La respuesta, más que política, es militar. Putin no está en condiciones de enfrentar dos focos globales de guerra al mismo tiempo. Apoyar a Al Assad significaba desconcentrar sus fuerzas en Ucrania. En cierta medida, y sin proponérselo, las tropas ucranianas ayudaron a las tropas de la rebelión siria.


¿Podemos hablar, bajo estas condiciones, de una victoria rusa en Ucrania? En ningún caso. De los dos países perdedores en la guerra, el más perdedor ha sido la Rusia de Vladimir Putin. Trump tampoco será el gran ganador que hoy imagina ser. Cuando más será encargado de hacer aparecer la derrota geoestratégica de Putin como una gran victoria militar. Trump es el salvavidas del honor de Putin.


Qué cosa tan extraña es la historia de nuestro tiempo.


REFERENCIAS

Vladimir Putin - SOBRE LA UNIDAD HISTÓRICA DE RUSOS Y UCRANIANOS


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