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Foto del escritorEnrique Rondón Nieto

Rossmary Gonzatti cambió el Mar Caribe por el Mar Báltico


Rossmary Gonzatti y Gabor recibiendo la brisa del Mar Báltico. Foto: Cortesía

Rossmary Gonzatti es periodista venezolana que demostró sensibilidad con los temas sociales en el desparecido El Diario de Caracas. Con el cierre del periódico en su formato impreso, trabajó en comunicación corporativa y en corrección de textos hasta que la situación en Venezuela se le puso difícil. Fue en ese punto cuando decidió cruzar "el gran charco" que es como suelen llamar al Océano Atlántico.


-Salí de Venezuela en septiembre de 2017, con mi mamá, Otto (nuestro perro de 9 años), cinco maletas, un maletín de mano y el kennel donde viajaba Otto en la bodega del avión. La llegada a Madrid, donde viví los siguientes dos años y medio, fue accidentada. A mi mamá, meses antes del viaje, le diagnosticaron fibrosis pulmonar por lo que debía viajar con un concentrador de oxígeno. No pudimos llevarlo en el avión y durante el viaje mi mamá se puso mal, prácticamente se desvaneció. Afortunadamente había un médico en el vuelo y le aplicaron oxígeno. Al llegar a Barajas la buscó una ambulancia con personal médico, la llevaron al puesto de salud del aeropuerto para examinarla y luego le dieron el alta.

Los primeros meses se le fueron a Rossmary en sacar documentos de identidad, empadronamiento y tarjeta de salud "para tener derecho a la asistencia sanitaria pública." En medio de ese ajetreo, en febrero de 2018, Rossmary vivió el fallecimiento de su mamá por insuficiencia respiratoria.


Superado el duelo, comenzó a buscar trabajo. "Creo que la edad no ayudaba. En ese momento tenía 58 años."


-Solo en dos oportunidades fui invitada a entrevistas personales. En una de ellas, para aplicar a un puesto de vendedora en Ikea. De ocho personas convocadas seis éramos venezolanos (yo la de mayor edad). No supe a quién eligieron, pero evidentemente no fue a mí. Apliqué a trabajos como recepcionista, secretaria, vendedora, mesonera, cuidadora de niños...

Finalmente encontró dos trabajos, ambos a través de amigos de sus hijos. "Si no es por la red de relaciones, al parecer no hubiera conseguido trabajo."


-El primer trabajo fue en una venta de empanadas venezolanas. Del peor trabajo del mundo me botaron dos veces. La primera, por desacuerdo entre los socios (los 3 eran venezolanos). Pocas semanas después me contactaron para trabajar los fines de semana en otro de los locales. Después de dos fines de semana me volvieron a botar, esta vez por lenta. Nunca me habían botado de un trabajo.

-Poco después otro amigo de mi hijo me ofreció trabajo. Él tenía un negocio de venta en línea de stickers decorativos. Yo contestaba los correos de los clientes (casi todos quejas, no siempre con razón) y ayudaba con asuntos organizativos del negocio en línea. Trabajaba medio tiempo, con la ventaja de que al ser en línea lo podía hacer desde cualquier sitio y tenía tiempo libre para otras cosas; y la desventaja era que no ganaba lo suficiente para vivir. Apenas me alcanzaba para pagar mi parte del alquiler. Entonces vivía con mi hijo menor, quien estudiaba en la universidad y trabajaba.


La llamada del amor

A mediados del 2019 Rossmary comenzó a viajar a Alemania a visitar un viejo amigo, hoy su esposo. Gabor -Gabriel en húngaro- y ella fueron compañeros de estudios en bachillerato y después de 42 años se reencontraron en Facebook. De los saludos y abrazos virtuales pasaron al mundo real. La pandemia de COVID-19 se encargó de completar el cuadro.


-Viajamos juntos a Budapest y en ese momento cerraron las fronteras por lo que tuvimos que quedarnos seis semanas en Hungría. Regresamos a Hamburgo y finalmente volví a España luego de cinco meses. Poco después me mudé a Alemania, donde continuaba con el trabajo en línea y periódicamente viajaba a España a visitar a mi hijo y a Otto (el perro) hasta que ambos se mudaron a Holanda, donde el pobre Otto murió a los 13 años.

-En Alemania, oficialmente trabajaba para la compañía de Gabor porque era la forma de tener un seguro de salud (que lo pagábamos nosotros, pero para ingresar en el sistema más fácilmente), así que lo ayudaba en cosas de su trabajo, pero básicamente soy la pareja mantenida.


¿Hablas el idioma alemán?


-No entiendo todo ni hablo bien, me medio defiendo. Así que puede que intente encontrar un trabajo a tiempo parcial como cajera, recepcionista, vendedora o lo que sea. Me pueden seguir manteniendo pero me gustaría aportar algo.

¿Cuál es la profesión de Gabor?


-Él es ingeniero cervecero, y aunque sus primeros años trabajó en una cervecería en Alemania, muy temprano formó su propia compañía con un socio montaban cervecerías medianas. No artesanales pero tampoco super cervecerías. Las pailas, los tanques, las tuberías... Montaron cervecerías en Alemania y en Francia, básicamente.

¿Gabor y tu son tomadores de cerveza?


-Ni él ni yo tomamos casi. A veces nos tomamos una cerveza entre los dos. Casi siempre la Radler, que es como llaman a las cervezas mezcladas con bebida de burbujitas. Básicamente sprite o limón.

Gabor se está retirando, porque después de la pandemia de COVID-19 todo se ha caído. Además, el socio falleció el año pasado de cáncer de colon, y ya no tiene el mismo impulso para hacer las cosas.


Venezolanos en Budapest


Rossmary Gonzatti es una de las muchas personas de nacionalidad venezolana que, viviendo en Hamburgo, con frecuencia visita a Budapest, donde viven muchos venezolanos como lo podemos ver en una página en Facebook que cuenta con 3,9 mil seguidores. También tiene presencia en Instagram y en twitter.


-El gobierno húngaro, junto con Venezolanos en Budapest, presta apoyo a venezolanos descendientes de húngaros. Hace unos días conocimos a un señor húngaro, casado con una falconiana, que se vinieron con ese programa y ahora tienen un local llamado Adícora, donde los domingos en la mañana venden tequeños y empanadas. Así hay montones, haciendo y trabajando en cualquier cosa.

Rossmary aprendió a viajar en bicicleta. Foto: Cortesía

Rossmary no ha dejado de escribir, aunque no con la finalidad de publicar.


-Ahora solo escribo para mí, con la esperanza de que algún día, si mis hijos o nietos (si aparecen, porque mis hijos están duros) se hacen preguntas sobre qué pensaba yo de X tema, qué hice yo en X momento de la vida, de dónde vengo, que encuentren las respuestas ahí. Para que no les pase como a mí que ahora quisiera saber miles de cosas de mi papá, mi mamá, mis abuelos, y no tengo idea.




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