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Ser infalible no es posible, es una ilusión

Foto del escritor: Maria Mercedes y Vladimir GessenMaria Mercedes y Vladimir Gessen

La infalibilidad se manifiesta en la potestad de controlar a la humanidad desde posiciones de poder político, religioso, social o cultural

El concepto de ser infalible —es decir, incapaz de cometer errores— ha estado vinculado a la autoridad, al poder y a la búsqueda de certeza en un mundo donde la incertidumbre es la norma. Desde la divinidad hasta la inteligencia artificial, la idea de la infalibilidad ha evolucionado, pero su esencia sigue despertando seducción y controversia. La creencia en la infalibilidad del poder ha tenido consecuencias devastadoras en la historia de la humanidad. Desde regímenes autoritarios hasta dogmatismos religiosos y errores científicos no debatidos, la idea de que ciertos líderes, instituciones o ideologías son incuestionables ha llevado a guerras, persecuciones, colapsos económicos y crisis sociales.

 

Infalibilidad en el poder político: dictaduras y totalitarismos

 

Cuando un líder o régimen se proclama infalible, se eliminan los contrapesos y la posibilidad de corrección. Esto ha dado lugar a algunos de los episodios más oscuros de la historia. El Nazismo en Alemania (1933-1945), Adolfo Hitler, fue considerado un líder infalible por su propaganda, y por la devoción ciega de la mayoría de su pueblo, esto llevó a la II Guerra Mundial y al Holocausto, con más de 60 millones de muertos, y el genocidio de más de seis millones de judíos.

El Comunismo Estalinista en la URSS (1924-1953) permitió que Stalin consolidara un culto a su personalidad basado en la idea de que su liderazgo era perfecto e incuestionable. Millones de personas murieron en purgas políticas, hambrunas provocadas por la mala gestión —como la ucraniana, Holodomor, nombre que proviene del ucraniano "holod" (hambre) y "mor" (exterminio o muerte)— y en los Gulags soviéticos o campos de trabajo forzado en Siberia.

En el Régimen de Mao Zedong en China (1949-1976), su líder fue visto como infalible por el Partido Comunista. Sus políticas, como el "Gran Salto Adelante" y la "Revolución Cultural", llevaron a la muerte de decenas de millones de personas debido a la falta de alimentos, la represión política y la violencia ideológica.

En las monarquías absolutas y el derecho divino de los reyes, durante siglos, los monarcas en Europa y otras partes del mundo afirmaban gobernar por designio divino y que su voluntad no podía ser cuestionada. Esto llevó a abusos de poder, guerras innecesarias y resistencia a los cambios sociales y científicos, y hasta la tortura y a la muerte de personas por desafiar la visión dogmática.

El siglo 21 ha gestado gobernantes autoritarios en distintas partes del planeta que han estado persistiendo en Latinoamérica, Europa del Este, Asia, África, y lo pretenden en otros países del mundo democrático.

 

Infalibilidad religiosa: persecuciones y guerras santas

 

La creencia en la infalibilidad en la religión ha llevado a conflictos, opresión y crímenes en nombre de la “fe”. Con las cruzadas (1096-1271), durante casi dos siglos, la Iglesia Católica promovió una serie de guerras para recuperar la “Tierra Santa”, convencida de que su causa por ello era infalible. Estas campañas dejaron cientos de miles de muertos, incluidos cristianos, musulmanes y judíos.

La Inquisición (siglos XII-XIX) de la Iglesia al considerar infalibles sus doctrinas, persiguió a quienes no estaban de acuerdo con sus creencias, con juicios, torturas y ejecuciones de supuestos herejes. Muchas personas fueron quemadas en la hoguera por supuestas brujerías o por desafiar los dogmas religiosos.

El terrorismo fundamentalista moderno son movimientos extremistas como Al-Qaeda o el Estado Islámico, y más reciente Hamás, que han justificado sus atrocidades en nombre de dogmas que consideran infalibles, lo que ha llevado a atentados terroristas y guerras con miles de víctimas.

La resistencia a la ciencia y al progreso de algunas creencias en la infalibilidad de textos antiguos que se consideran sagrados, ha hecho que muchas instituciones religiosas se opusieran a los avances científicos.

 

Ciencia y herejía: el precio de la verdad

 

A través del tiempo, la búsqueda del conocimiento ha chocado con las verdades absolutas del poder. En la Europa medieval y renacentista, la Iglesia Católica se erigía no solo como guía espiritual, sino como la máxima autoridad en todos los ámbitos de la vida, incluida la ciencia. Desafiar sus enseñanzas podía significar el exilio, la cárcel o incluso la muerte. Entre los muchos perseguidos, dos nombres resuenan como mártires del pensamiento libre, Galileo Galilei y Giordano Bruno.

 

El filósofo que desafió los cielos

Giordano Bruno (1548-1600) fue un monje, matemático y filósofo cuya audacia intelectual lo llevó a la hoguera. Inspirado por la teoría heliocéntrica de Copérnico, Bruno fue más allá: postuló que el universo era infinito, poblado de innumerables mundos habitados, y que Dios no estaba limitado a un solo cosmos.

Estas ideas, impensables para su tiempo, no solo desafiaban la cosmología aristotélica apoyada por la Iglesia, sino que también minaban el concepto teológico de un universo centrado en la humanidad.

Tras años de persecución, fue arrestado por la Inquisición en 1593. Durante siete años de prisión, se le ofreció retractarse, pero se negó. En 1600, fue condenado a muerte y quemado vivo en la hoguera en Roma. Su crimen fue pensar más allá de los límites impuestos por la doctrina religiosa. Su legado es una visión del universo que siglos después sería confirmada por la ciencia, evidenciando el verdadero crimen del Santo Oficio del Vaticano.

 

La ciencia bajo juicio


Galileo Galilei (1564-1642), físico y astrónomo, no sufrió la misma suerte fatal que Bruno, pero su enfrentamiento con la Iglesia católica, apostólica y Romana también fue feroz. Su delito fue por usar el telescopio: Galileo observó montañas en la Luna, descubrió cuatro lunas orbitando Júpiter y registró las fases de Venus, hallazgos que contradecían el modelo geocéntrico de Ptolomeo y respaldaban la teoría heliocéntrica de Copérnico. En particular, las fases de Venus demostraban que este planeta orbitaba alrededor del Sol, lo que era incompatible con el geocentrismo. Galileo defendió igualmente que la Tierra giraba alrededor del Sol y no al revés, lo que lo llevó a enfrentar la oposición de la Iglesia en su tiempo. Pero la verdad científica chocó con la verdad eclesiástica. En 1633, el Tribunal de la Inquisición lo juzgó por herejía y lo obligó a abjurar de sus ideas para evitar la pena de muerte. Condenado a arresto domiciliario por el resto de su vida, Galileo pasó sus últimos años en reclusión, ciego y aislado, aunque nunca dejó de investigar.

 

El precio de la infalibilidad

 

La historia de Bruno y Galileo es un recordatorio de que el poder que se declara infalible teme a la verdad. Ambos desafiaron el dogma con la razón y la observación, y pagaron un alto precio por ello. Pero la ciencia, a diferencia de los dogmas, no quema ideas, las prueba y las refina. Hoy, el universo infinito de Bruno y el sistema heliocéntrico de Galileo son realidades innegables. Lo que en su tiempo fue herejía, hoy es conocimiento. La pregunta que queda es ¿cuántas verdades seguimos condenando hoy en nombre de la infalibilidad?

 

Infalibilidad en la ciencia: errores que costaron caro

 

Aunque la ciencia se basa en la falsabilidad y la revisión continua, ha habido momentos en la historia en los que ciertas teorías se han considerado infalibles, impidiendo el avance del conocimiento. La creencia en la medicina medieval sobre la teoría de los "humores" de Hipócrates y Galeno fue considerada incuestionable. Esto llevó a prácticas dañinas como la sangría, que se trataba de la extracción de sangre para curar enfermedades, lo que en muchos casos debilitó a los pacientes en lugar de curarlos.

Otro caso es en la Unión Soviética, donde Trofim Lysenko promovió teorías agrícolas infalibles, rechazando la genética mendeliana. Stalin apoyó su visión, lo que llevó a hambrunas devastadoras, pues se impusieron métodos agrícolas fallidos sin posibilidad de crítica.

En alguno momentos científicos negaron la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica. Otros científicos se resistieron a aceptar las nuevas teorías simplemente porque iban en contra del paradigma dominante.

El mismo Einstein rechazó algunos principios de la mecánica cuántica con la famosa frase "Dios no juega a los dados", negando el principio de incertidumbre, formulado en 1927 por el físico alemán Werner Heisenberg.

Este principio establece que es imposible conocer simultáneamente y con total precisión la posición y la velocidad de una partícula subatómica, que la física cuántica confirmó.

 

¿Las leyes universales para la física y la ciencia son infalibles?

 

Las leyes universales en términos de la física y la ciencia no son infalibles en el sentido absoluto, aunque muchas sean extraordinariamente precisas y consistentes en sus aplicaciones dentro de ciertos marcos o perspectivas. Son descripciones de la realidad dentro de ciertos límites. Las leyes de la física no son verdades inmutables, sino descripciones de cómo funcionan los fenómenos naturales según el conocimiento actual. La ley de la gravitación universal de Newton funcionó perfectamente durante siglos hasta que la teoría de la relatividad de Einstein demostró que, en situaciones extremas, como cerca de un agujero negro, la gravitación newtoniana es solo una aproximación. Esto muestra que las leyes pueden ser reformuladas o refinadas con nuevas evidencias.

Por otro lado la infalibilidad depende del contexto. En la mecánica cuántica, lo que se consideraba una posible "ley universal" en el mundo clásico cambia cuando se examina cuánticamente. Esto indica que muchas "leyes" científicas son contextuales y aplicables solo dentro de ciertos ámbitos de la ciencia.

También la infalibilidad, está sujeta a revisión. La ciencia avanza porque sus teorías y leyes pueden ser ajustadas con nuevos descubrimientos. La infalibilidad absoluta no es una propiedad de la ciencia, por el contrario, su fortaleza radica en su capacidad de autocorrección. Un asunto pendiente en las ciencias es que la mecánica cuántica y la relatividad general son dos marcos fundamentales de la física, pero aún no han sido unificados en una teoría completamente coherente, lo que sugiere que hay lagunas en nuestra comprensión.

Hoy en día, la confianza ciega en la ciencia sin considerar su carácter provisional puede llevar a errores. Durante la pandemia de COVID-19, la evolución del conocimiento sobre el virus mostró cómo la ciencia avanza corrigiéndose a sí misma, lo que generó confusión en quienes esperaban certezas absolutas. La idea de que la ciencia es infalible no solo es incorrecta, sino que puede ser peligrosa si impide la autocrítica y la corrección de errores.

 

Infalibilidad económica y social: crisis y catástrofes

La creencia en la infalibilidad en el ámbito económico ha llevado a decisiones desastrosas. Durante la Gran Depresión de 1929, muchos economistas y líderes creían que el capitalismo de libre mercado no podía colapsar. Sin embargo, la falta de regulación y la especulación descontrolada llevaron al mayor colapso económico del siglo XX, causando pobreza extrema y favoreciendo el ascenso del fascismo y el nazismo en Europa.

Las crisis del neoliberalismo extremo en algunos momentos de la historia han promovido la idea de que el mercado es infalible y puede autorregularse sin intervención. Esto ha llevado a crisis mundiales como la de 2008, cuando la desregulación de los mercados financieros provocó un colapso global, el fracaso del comunismo soviético, en la URSS y otros países comunistas, el que se dio porque se consideró que el sistema económico marxista-leninista era infalible, lo que causó economías ineficientes, escasez de alimentos y pobreza masiva.

 

La infalibilidad en el poder es un peligro para la humanidad

 

Desde el comienzo de la humanidad la infalibilidad ha sido una de las principales causas de guerras, dictaduras, persecuciones religiosas, desastres económicos y crisis científicas. La falta de cuestionamiento ha impedido el progreso y ha provocado sufrimiento innecesario.

La clave para evitar estos errores es promover el pensamiento científico y crítico y la posibilidad de cuestionar el poder. Asimismo, la separación de poderes y los sistemas democráticos con controles, el avance de la ciencia basado en que una verdad científica, el respeto a la diversidad de ideas y de la tolerancia religiosa y de distintas creencias. Además, un sistema económico equilibrado que evite los dogmatismos.

La historia nos ha enseñado que ningún líder, ideología, institución o teoría es infalible. La capacidad de reconocer los errores y corregirlos es la verdadera clave del progreso humano.

 

Infalibilidad papal: dogma y fe

 

Uno de los ámbitos donde más ha resonado el concepto de infalibilidad es en la religión. En el cristianismo, la Iglesia Católica ha sostenido la doctrina de la infalibilidad papal, declarada oficialmente en el Concilio Vaticano I en 1870. Esto ha sido un punto de debate tanto dentro como fuera del catolicismo, pues plantea la cuestión de si un ser humano puede poseer la verdad absoluta, la cual científicamente no existe.

En el Islam, la infalibilidad se atribuye a los profetas (isma), quienes, según la tradición, no pueden cometer errores en la transmisión del mensaje divino. En el chiismo, la infalibilidad también se extiende a los “imanes”, considerados “guías perfectos”.

En el judaísmo, aunque no se proclama la infalibilidad de los rabinos, la Torá es vista como un texto divinamente inspirado y, por lo tanto, sin errores.

Sin embargo, la historia ha demostrado que incluso las instituciones religiosas han corregido sus propias enseñanzas eventualmente.

 

El mito del líder supremo

 

En las democracias contemporáneas o en “dictaduras” modernas, aunque el concepto de infalibilidad no es explícito, persiste en la forma en que algunos líderes carismáticos buscan presentarse como impecables. Políticos que jamás admiten errores, líderes que indican que Dios los acompaña o le permitieron llegar al poder para salvar a su país, practicando así el mesianismo con campañas de desinformación, que buscan reescribir la historia y tratan de reconfigurarla con la percepción de su infalibilidad, en la actualidad. Uno de los tantos casos es el del presidente Vladímir Putin. El patriarca Cirilo de Moscú, jefe de la Iglesia ortodoxa rusa, ha respaldado las elecciones de Putin, describiendo sus ideas como "un milagro de Dios". Otro caso de presidentes endiosados es el de Corea del Norte con la dinastía Kim, donde cualquier disidencia es considerada traición, y los errores del régimen son atribuidos a enemigos internos o externos, nunca al líder.

 

Infalibilidad en la Inteligencia Artificial: ¿el futuro del cero error?

 

En la era digital, la inteligencia artificial (IA) ha reavivado el debate sobre la infalibilidad. Los sistemas de IA son diseñados para minimizar errores, y en ciertos campos, como el diagnóstico médico o el ajedrez, han superado a los humanos en precisión. Sin embargo, la IA no está exenta de fallos. Los algoritmos pueden perpetuar sesgos, cometer errores en la interpretación de datos y carecen de la flexibilidad cognitiva humana.

El problema de la infalibilidad en la IA no es solo técnico, sino ético. Si confiamos demasiado en sistemas automatizados, podemos caer en el falso concepto de que son infalibles simplemente porque no son humanos. La historia ha demostrado que incluso las máquinas más avanzadas pueden equivocarse, desde fallos en sistemas de reconocimiento facial hasta errores considerables en decisiones financieras automatizadas.

 

Infalibilidad en la cultura popular: la búsqueda del héroe perfecto

 

En la cultura popular, la infalibilidad se refleja en la idealización de figuras públicas, desde celebridades hasta atletas. La sociedad tiende a construir mitos en torno a personas exitosas, presentándolas como modelos inmaculados. Sin embargo, cuando estas figuras cometen errores, la reacción suele ser extrema: o se les perdona incondicionalmente o se les destruye mediáticamente.

En el ámbito del entretenimiento, los superhéroes representan el ideal de infalibilidad. Un caso claro fue esta definición de un dios: Infinitamente fuerte, poderoso, bueno, con todos los poderes posibles, pero no se trataba del creador, sino de Superman. Para diferenciarlo surgió su debilidad, la kryptonita, aunque en tiempos recientes han evolucionado hacia personajes más humanos y falibles. La narrativa contemporánea parece haber comprendido que la perfección absoluta no solo es inalcanzable, sino también poco atractiva.

 

¿La Divina Providencia del Universo o Dios es infalible?

 

En las grandes religiones monoteístas como el cristianismo, judaísmo, e islam, Dios es considerado infalible porque es omnisciente. Según esta visión, Dios conoce y dirige el destino del universo con un propósito absoluto, aunque su plan pueda ser incomprensible En el islam, la noción de Qadar, o destino divino, implica que todo ocurre bajo la voluntad de Alá para los seres humanos, lo que refuerza la idea de infalibilidad, aunque el ser humano tenga responsabilidad moral sobre sus acciones.

En el cristianismo, Tomás de Aquino argumentó que Dios, al ser omnisciente y omnipotente, no puede errar en su gobierno del mundo. Sin embargo, el libre albedrío introduce una paradoja, porque si los humanos tienen libertad para actuar, ¿cómo encaja esto en un ser divino que ya conoce el futuro sin fallas?

En el judaísmo, Yahvé es visto como perfecto, pero su acción en la vida humana puede ser interpretada como misteriosa y a veces contradictoria. En este estamento religioso, la infalibilidad de la Divina Providencia no se cuestiona, aunque sí la manera en que la percibimos.

En el concepto de un Universo con Conciencia la pregunta sería: ¿Puede haber error en una entidad infinita o es infalible?

Si asumimos que el universo tiene una conciencia propia, como una especie de mente cósmica o conciencia suprema, y si esta conciencia es omnisciente y omnipotente, debería ser infalible. Sin embargo, ¿qué significa "error" para una entidad que abarca todo el conocimiento y todas las posibilidades?

Algunos enfoques del panteísmo, como el de Spinoza, se argumentó que el universo mismo es Dios, y todo lo que ocurre es parte de su esencia. No habría error en el Universo, solo ciclos, transformaciones y evolución. En el panenteísmo, donde Dios y el universo están interconectados pero no son lo mismo, se podría argumentar que la conciencia del universo aprende y evoluciona, lo que implicaría que no es absolutamente infalible en un sentido clásico.

Desde una perspectiva más científica, algunos sostienen que el universo parece operar con principios de autoorganización, donde no hay un plan infalible, sino un equilibrio dinámico basado en el caos y el orden, o la construcción y expansión, o la anarquía y destrucción.

Para quienes afirman que Dios no existe, no hay evidencia de que exista una providencia universal con un plan infalible, sino que el universo opera bajo leyes naturales con elementos de aleatoriedad y caos.

 

¿La voz del pueblo es la voz de Dios?: ¿es infalible?

 

La frase "Vox populi, vox Dei" ha sido utilizada a lo largo de la historia con diferentes interpretaciones, tanto en contextos políticos como religiosos. A pesar de ello, la idea de que el pueblo sea infalible plantea varios problemas. Esta expresión aparece en la tradición cristiana, pero en su origen no se usó con un sentido absoluto. El erudito Alcuino de York (siglo VIII), consejero de Carlomagno, criticó esta idea, diciendo: "No se debe escuchar a quienes dicen 'La voz del pueblo es la voz de Dios', ya que el clamor de la multitud está más cerca del error que de la verdad." En el presente pensamos que el pueblo como entidad colectiva no es inherentemente infalible. En los sistemas democráticos, la voluntad del pueblo es el fundamento de la legitimidad del poder aunque, la historia ha demostrado que las mayorías pueden acertar o equivocarse y hasta suicidarse políticamente.

 

Los casos de países que se equivocaron

 

Estudiamos por primera vez el “caso argentino” en Canadá, a finales del siglo 20, porque algunos canadienses se preocupaban por no caer por el mismo derrotero que el país austral Argentina, el cual participó en el libre mercado internacional a partir del siglo 19, en medio de la libre circulación de capitales, y la apertura comercial y, como era de esperarse, prosperó y se colocó como la séptima economía mundial. Millones de europeos emigraron a Argentina, así como millones de divisas se invirtieron en este país. Su riqueza se comparaba a Alemania y Francia, y superior a Japón o Italia. Entonces, en los años treinta, comenzó el “suicidio” de los argentinos: Una serie de golpes de estados les dieron el poder a los militares. Y luego, estuvo el coronel Juan Domingo Perón como ministro de varias carteras, para en 1946 participar en unas elecciones donde el pueblo votó por él. Había nacido el “peronismo”… y, desde ese momento, Argentina cambió, y nunca recuperó su riqueza, aunque ahora trata de recobrarla. Argentina se empobreció.

Alemania, también se suicidó literalmente, cuando en julio de 1932, el partido nazi encabezado por Adolf Hitler se convirtió en el partido con más escaños en el Reichstag, permitiendo que su líder exigiera y lograra el cargo de Canciller de Alemania. En marzo de 1933 el Reichstag le otorgó a Hitler una ley habilitante de plenos poderes dictatoriales sin limitaciones constitucionales. Así, por la vía democrática y electoral atentó contra su vida el pueblo alemán.

Igual, el pueblo austríaco siguió a Hitler. Fue a referéndum el 10 de abril de 1938 y respondió una sola pregunta: ¿Estás de acuerdo con la reunificación de Austria con Alemania y votas en favor de la lista de nuestro Führer?... según los datos oficiales el 99.73% de los austríacos votaron a favor de la anexión o Anschluss de Austria a la Alemania nazi. Es posible que la falta de condiciones democráticas hace que este porcentaje no refleje con precisión la verdadera voluntad del pueblo austríaco. Sin embargo, una buena parte de los historiadores señalan que no se puede considerar un referéndum libre y justo, pero, coinciden en que había un respaldo significativo y mayoritario a Hitler.

En Italia, ya electo diputado, el 16 de noviembre de 1922, Benito Mussolini se presentó en la Cámara de diputados italiana y obtuvo el voto a favor, de la mayoría, como presidente del Consejo de ministros. El 24 de noviembre le fueron conferidos por el Parlamento plenos poderes con el fin de restablecer el orden.

Juan Domingo Perón, entonces dictador de Argentina, dijo que “El pueblo nunca se equivoca” en 1954. Luego, fue el expresidente de Venezuela Rafael Caldera quien lo repitió en 1983. Ellos no dijeron la verdad. Los pueblos sí se equivocan, yerran, y en demasiadas ocasiones han tenido esta conducta que los perjudica muy gravemente.

Creemos que algunas naciones han sido sojuzgadas, esclavizadas y tiranizadas por la fuerza. Alemania, Italia, Argentina o Venezuela han decidido con su voto su propio suicidio político, o han sido engañados por falsos líderes.

Fidel Castro, promovió en estampas la libertad de Cuba en contra de una dictadura militar. También se hizo ver como apoyado por la Virgen de la Caridad, una figura considerada la patrona de la mayoría del pueblo creyente cubano, y se jactó de ser una revolución cristiana, con rosarios y escapularios al cuello. Para que luego la revolución se declaraba comunista. A la postre Fidel Castro se pronunció como marxista, leninista y hasta estalinista.

En 1998, la mayoría de los venezolanos votaron por otro “comandante”, Hugo Chávez, quien después de eliminar el Congreso de la República de Venezuela, creó primero una Constituyente, y más tarde, la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, para que este ente a su absoluto servicio le otorgó, como a Hitler y a Mussolini, una ley habilitante facultándolo con plenos poderes para hacer su revolución… Así en Venezuela fue sin máscaras y sin engaños, el teniente coronel Chávez, lo dijo claramente: Si ganaba las elecciones destruiría los partidos y la forma de hacer política de lo que denominaba “las repúblicas anteriores” a él, y llevaría a Venezuela al “mar de felicidad’ de Cuba”… ¡y lo hizo!...

 

¿Por qué van al “suicidio político” los pueblos?

 

El primer aspecto, es que los seres humanos somos seres racionales, pero muchos pueden perder el control de ellos mismos cuando se dejan llevar por sus emociones. Por esto, a la hora de elegir, de votar, predominan sus sentimientos sobre las decisiones fundamentadas en argumentos justos, lógicos, sensatos y legítimos.

El segundo componente, es que la mayoría de las personas tienen necesidades que dependen de la realidad política, económica y social del país que se habita, por lo que cada individuo tendrá que involucrarse en decidir quién lo gobernará, con la esperanza de resolver algunos de sus problemas.

 

El pueblo no es infalible, pero su voz si importa

 

Si bien el pueblo tiene un papel fundamental en la toma de decisiones políticas y sociales, no es infalible. La historia demuestra que las mayorías pueden equivocarse, ser manipuladas o actuar en contra de la justicia y la razón.

Entonces, ¿la voz del pueblo es la voz de Dios? En un sentido moral o religioso, no siempre. La multitud puede actuar con justicia o con crueldad, y la verdad no depende de un voto mayoritario. Recordemos que “el pueblo” pidió la crucifixión de Jesús de Nazaret.

En un sentido político, la democracia representa la voluntad del pueblo, pero no significa que todas las decisiones populares sean correctas. En un sentido científico, la verdad no depende de la opinión pública, sino de la evidencia y la investigación.

La clave está en reconocer que el pueblo puede ser un instrumento de cambio positivo cuando está bien informado y guiado por valores de justicia y racionalidad. Sin embargo, la infalibilidad es un ideal inalcanzable, no una característica inherente a la voluntad popular.

 

¿Existe la infalibilidad?

 

Tradicionalmente, ha sido vista como un atributo de la perfección, pero al analizarlo desde distintos puntos de vista, podríamos llegar a la conclusión contraria que la verdadera perfección podría incluir la posibilidad de errores o imperfecciones dentro del sistema.

En tradiciones religiosas la perfección absoluta implica omnisciencia, omnipotencia e infalibilidad. Así, Dios, como ser perfecto, no puede equivocarse. Si se equivocara, significaría que le falta conocimiento o poder para evitar el error, lo que iría en contra de la idea de una divinidad absoluta y el Universo debería seguir leyes inmutables y armoniosas, sin fallas ni desviaciones.

Este enfoque tiene problemas cuando se aplica al mundo real, donde el cambio, la evolución y la incertidumbre parecen ser fundamentales de acuerdo a la física cuántica. Si analizamos la naturaleza del Universo, encontramos que los sistemas más complejos y adaptativos funcionan precisamente porque pueden cometer errores y corregirlos. La evolución biológica ocurre gracias a mutaciones aleatorias, muchas de las cuales son errores en la replicación genética. Sin estas imperfecciones, la vida no se habría desarrollado.

En la física cuántica, la incertidumbre y la probabilidad parecen ser partes fundamentales de la realidad. Esto sugiere que el universo no sigue un diseño estrictamente determinista, sino que permite variaciones. De manera que un universo que fuera absolutamente infalible y rígido no tendría cambio ni crecimiento, lo que paradójicamente podría hacerlo menos perfecto.

Si trasladamos esto a la idea de Dios, podríamos preguntarnos: ¿No sería más perfecto un Dios o Universo que permita la imperfección y el libre desarrollo del Cosmos, en lugar de uno que impone una infalibilidad absoluta?

 

El paradigma de un Dios evolutivo y una perfección relacional

 

Algunas corrientes han propuesto una visión alternativa. El panenteísmo considera que Dios y el universo están interconectados, lo cual sugiere que la divinidad no es una entidad estática, sino que evoluciona junto con la creación.

La teología del proceso, desarrollada por Alfred North Whitehead, plantea que Dios no es un ser inmóvil y perfecto en un sentido estático, sino que se perfecciona y crece con el universo. En este marco, la perfección no radica en la infalibilidad absoluta, sino en la capacidad de adaptación y relación con la creación.

El libre albedrío también juega un papel clave en este debate. Un Universo donde todo estuviera absolutamente determinado por una voluntad infalible no permitiría la libertad de decidir y de actuar.

En nuestro libro, ¿Qué o quién es el Universo? expresamos la opción de que el Universo es un ser viviente y consciente, y creador de sí mismo y de todo cuanto existe en Él. La perfección podría estar en Su capacidad de equilibrar, y autorregular el orden e incertidumbre, estabilidad y cambio y permitiría la imperfección y el crecimiento de Su propia creación.

Definitivamente la verdadera perfección no está en la infalibilidad absoluta, sino en la capacidad de trascender y aprender a través de la imperfección, lo que nos ayudaría a respondernos ¿Si estamos hechos a semejanza de Dios? o, ¿cómo y por qué no seríamos infalibles?

Para nosotros todo indica que la “infalibilidad” es una creación humana y no divina.

 

Los libros antiguos

 

¿Son sagrados o históricos? ¿Los escribió Dios o es su palabra, o fueron las narraciones de los autores de los libros?...

Las respuestas a estas dos preguntas varían. Para el catolicismo y el cristianismo y otras religiones que se basabas en uno o más libros “sagrados”, estos pasan a ser una verdad absoluta en todos los aspectos, como lo hace el Vaticano que reconocen a la Biblia como “la palabra de Dios”. Para nosotros, en un aspecto la Biblia ha sido una guía moral en la época en la cual se escribió cada pasaje, pero no lo es necesariamente en creencias, historia y ciencia. Obviamente no son escritos infalibles. 


La palabra de Dios

 

La Biblia sea judía o cristiana, sea la Torá o el Viejo Testamento no fue escrita por Dios, tampoco el Nuevo Testamento fue escrito por Jesús de Nazareth, quien es considerado por los cristianos como el "hijo de Dios". Esta es la verdad, todos los libros sagrados han sido escrito por seres humanos que indican ellos mismos o sus seguidores haber sido “inspirados” por Dios. Los Cuatro Vedas, el Popol Vuh, Los Cuatro Libros Clásicos de Confucio, El Corán, El Tao Te King, Las Biblias, católica, judía, cristiana, el Zend-Avesta, el Libro de los Muertos, el Bhagavad Gītā, el Libro del Mormón y otros tantos libros religiosos, todos —sin excepción— fueron escritos por personas, nunca por Dios. Sin embargo, judíos, cristianos y católicos han considerado y afirmado que la Biblia es la "palabra de Dios". Pero, Dios nunca ha manifestado por sí mismo y en la misma Biblia que es su palabra, quien si lo dijo fue un ser humano: Tomás de Aquino el que afirmó que "El autor de las Sagradas Escrituras es Dios".

 

El diluvio universal

Desde su existencia consciente, la humanidad ha buscado respuestas a los fenómenos naturales que la rodean. En ausencia de la ciencia tal como la conocemos hoy, nuestros antepasados explicaron los eventos catastróficos a través de narraciones simbólicas, muchas de las cuales han perdurado en los textos antiguos de distintas culturas. Uno de los relatos más emblemáticos es el “diluvio universal”, conocido por quienes siguen las religiones abrahámicas y mencionado en la Biblia. El relato de Noé describe cómo Jehová, ante la corrupción de la humanidad, toma la decisión de purificar —¿genocidio? ¿infalible?— la Tierra con un diluvio global, salvando únicamente a Noé, su familia y los animales que entraron en el arca.

En la epopeya de Gilgamesh, en los textos hindúes, Utnapishtim sobrevive a un diluvio enviado por los dioses, guiado por Enki, quien le ordena construir un barco. En la mitología hindú, el dios Vishnú, en su avatar de Matsya, un pez, advierte a Manu sobre una gran inundación, instruyéndolo para salvar la vida en la Tierra.

En las culturas precolombinas, los aztecas y los mayas también narraban mitos de inundaciones catastróficas como parte de ciclos de destrucción y regeneración del mundo.

Al analizar estos relatos, y sus distintos tiempos, desde una perspectiva psicológica, histórica y científica, se hace evidente que no estamos ante verdades absolutas, sino interpretaciones subjetivas de eventos naturales que fueron moldeadas por la cosmovisión de quienes las transmitieron. El patrón recurrente en estas historias sugiere que los diluvios fueron eventos reales, aunque locales, que marcaron profundamente la vida de distintas civilizaciones. Sin embargo, la interpretación de estos hechos varió según el prisma cultural y religioso de cada sociedad.

En aquel entonces, la percepción del mundo era limitada. La noción de un "universo" tal como la entendemos hoy era inexistente. Para los antiguos narradores, "todo se inundó" significaba que su mundo conocido —su valle, su ciudad, su comarca— había quedado sumergido, sin que pudieran concebir que otras regiones del planeta estuvieran intactas.

 

El problema de la infalibilidad de los libros sagrados

 

El hecho de que distintos textos religiosos relaten un diluvio no implica que haya sido universal, ni que estos escritos sean infalibles. Lo que nos obliga a plantearnos si ¿los libros sagrados son la palabra de Dios o son interpretaciones humanas?

La realidad es que ningún Dios escribió directamente estos textos. Fueron seres humanos quienes, basándose en su cosmovisión, sus creencias y sus experiencias, acorde a su nivel del conocimiento de su época, plasmaron lo que consideraron manifestaciones divinas.

Incluso en la tradición cristiana, Jesús de Nazaret, nació y murió siendo judío. No fundó una nueva religión y nunca escribió un evangelio. Los apóstoles se diseminaron a llevar las ideas de Jesús en distintas locaciones, y fueron sus seguidores quienes, décadas después de la muerte de los apóstoles, recogieron sus palabras y sus acciones en escritos que hoy forman parte del Nuevo Testamento, por ello cada Evangelio señala la palabra “según” antes del nombre del apóstol.

Como en este artículo. la subjetividad es inevitable en toda narración humana. Cada relato pasa por el filtro de la cultura, la ideología y las limitaciones de las verdades de la ciencia de su época.

En la Edad Media, los monjes que copiaban la Biblia tampoco conocían la verdadera extensión del planeta ni la existencia de algunos continentes. No tenían noción de que la Tierra es una esfera dentro de un vasto universo. Para ellos, la idea de un diluvio "universal" no significaba que el agua cubría todo el globo, sino todo lo que ellos conocían. Por lo tanto, ¿podemos afirmar que la Biblia y otros textos sagrados contienen verdades absolutas? Desde una perspectiva científica, no. La ciencia nos muestra que no ha existido un diluvio global que cubriera toda la Tierra, aunque sí han sucedido grandes inundaciones regionales en distintos momentos de la historia geológica.

 

¿Quiénes escribieron la Biblia u otros libros sagrados?

La Biblia es una recopilación de textos escritos por diversos autores no infalibles a lo largo de miles de años. En el Antiguo Testamento, los textos atribuidos a Moisés incluyen Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Otros autores incluyen Josué, Samuel, Jeremías, Isaías, Ezequiel, Daniel, Esdras, Nehemías y David, este último como principal autor de los Salmos. También escribieron los profetas Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías. En el Nuevo Testamento, los Evangelios fueron escritos según Mateo, según Marcos, según Lucas y según Juan. Lucas también aparece en Hechos de los Apóstoles. Las cartas o epístolas fueron escritas principalmente por Pablo de Tarso, incluyendo Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito y Filemón. Pedro, Santiago. Juan escribió 1, 2 y 3 Juan y el Apocalipsis. Judas escribió la Epístola de Judas. Aunque estos nombres son los tradicionalmente atribuidos a los textos, una buena parte de los expertos creen que algunos libros fueron escritos por comunidades o discípulos en nombre de sus maestros.

 

Conciencia universal y premoniciones: ¿un mensaje divino?

 

A pesar de las limitaciones de los antiguos narradores, hay un elemento intrigante en estos relatos: el papel de las premoniciones y la intuición humana.

En la historia de Noé, de Utnapishtim y de Manu, vemos figuras que parecen anticipar alguna catástrofe y prepararse para ella. ¿Se trata de un mensaje divino, de una intuición profunda o de un conocimiento empírico basado en la observación de la naturaleza?

Existen estudios en psicología y neurociencia que sugieren que el ser humano posee una capacidad de intuición avanzada, basada en la acumulación inconsciente de datos. Antes de un desastre natural, ciertos cambios en el clima, en el comportamiento de los animales o en la actividad geológica pueden ser percibidos de manera sutil, permitiendo a algunos prever lo que está por ocurrir.

En este sentido, Noé, Utnapishtim o Manu podrían haber sido individuos que interpretaron señales naturales antes de la catástrofe. Sin embargo, en su contexto, la única explicación posible para ellos era que Dios o los dioses les habían hablado.

Esto nos lleva a una hipótesis más profunda: la existencia de una conciencia universal, eterna, que puede ser captada por algunos individuos sensibles. A lo largo de la historia, muchas personas han afirmado recibir mensajes, visiones o premoniciones que han cambiado el rumbo de sus vidas. ¿Podría esto ser un reflejo de una mente cósmica o inteligencia superior que se manifiesta en el inconsciente humano?

 

Del mito a la comprensión del Universo

 

La creencia en la infalibilidad de los libros sagrados no resiste el análisis histórico y científico. Sin embargo, su valor radica en su impacto moral y espiritual, más que en su precisión fáctica. Hoy, con un conocimiento más amplio del cosmos y de la historia de la Tierra, ya no podemos aferrarnos a una lectura literal de estos textos. En su lugar, debemos entenderlos como intentos antiguos de explicar el mundo y de transmitir valores trascendentales.

Si queremos acercarnos a la verdadera dimensión de un Dios Universal, no podemos limitarnos a las palabras de libros escritos hace milenios, sino que debemos abrir nuestra mente a la exploración del universo, la ciencia, la conciencia humana y la búsqueda del conocimiento sin barreras ni dogmas.

Lo sagrado no está solo en los textos antiguos, sino en la capacidad del ser humano de seguir descubriendo, cuestionando y evolucionando. Dios o el Universo, nos sigue hablando

 

En el universo, la ciencia es su lenguaje y la intuición su voz

 

Hoy, con los avances de la ciencia, podemos entender que, si Dios o el Universo es la suma de todos los conocimientos, su lenguaje no es otro que la ciencia, y su mensaje sigue estando presente, esperando ser descifrado a través de nuestra intuición y razón.

Cada ley de la física, cada ecuación matemática, cada código genético que da forma a la vida son fragmentos de un mensaje escrito en un lenguaje que hoy estamos aprendiendo a leer. Antes, se creía que los fenómenos naturales eran expresiones directas de la voluntad divina, ahora sabemos que el cosmos opera bajo principios precisos como la relatividad, la mecánica cuántica y la evolución biológica. Estos no contradicen la existencia de una conciencia universal, sino que la revelan con mayor profundidad.

La expansión del universo, la armonía de las constantes físicas, la inteligencia de las células que construyen un organismo, la interconexión de todos los seres vivos en un equilibrio ecológico. Todo esto es evidencia de un diseño que no necesita milagros sobrenaturales para ser asombroso. Lo que antiguamente se interpretaba como intervenciones divinas, hoy lo comprendemos como parte de un sistema de leyes perfectas que rigen la existencia.

 

La intuición es la capacidad de percibir la conciencia universal

 

Aunque la ciencia es el lenguaje del Universo, no todos sus mensajes pueden ser comprendidos únicamente a través de la lógica. La intuición ha sido una herramienta con la que el ser humano ha percibido verdades antes de que pudieran ser demostradas. Es la chispa que impulsa al científico a formular una hipótesis revolucionaria, al artista a plasmar una obra maestra, al explorador a aventurarse más allá de lo conocido. La intuición no es opuesta a la razón, sino complementaria, y es el canal por el cual podemos sentir la presencia de esa inteligencia suprema que nos rodea.

Dios, o el Universo, no dejó de hablar a la humanidad, simplemente, su mensaje debe interpretarse con las herramientas que hoy poseemos. La ciencia nos permite comprender su estructura, mientras que la intuición nos conecta con su esencia. Basta con observar las leyes del cosmos, la perfección de la naturaleza y la capacidad del ser humano para descubrir y crear.

Si Dios es la suma de todos los conocimientos, nuestra tarea es seguir explorando, cuestionando y evolucionando. La verdadera espiritualidad no está en repetir dogmas antiguos, sino en abrir nuestra mente y nuestro corazón al conocimiento infinito que sigue revelándose en cada partícula, en cada galaxia y en cada idea que nos acerca un poco más a la verdad y a la Divina Providencia del Universo. Si deseas profundizar sobre este tema o consultarnos, puedes escribirnos a psicologosgessen@hotmail.com. Que la Divina Providencia del Universo nos acompañe a todos. Nos vemos en la próxima entrega…

 

 

 

 

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ccnhvn9227
hace 17 horas


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