Los gobiernos que se aprecien de estar al servicio de su sociedad, una de las tantas
responsabilidades que tienen es reflexionar respecto al modelo de educación que se requiere para el bienestar de los individuos. Muchos países piensan que la educación debe tener prioridad y estar centrada en el hecho productivo, generar ingresos en el sentido económico. Por este motivo, se preocupan por tener buenos ingenieros, químicos, computistas entre otros saberes técnicos y científicos. Situación que no se presenta en Venezuela. Sin embargo, la educación no se debe limitar al ámbito científico, esto no significa que se deba eliminar, sino dar atención al campo humanístico. Las humanidades en ciertas sociedades, como la nuestra, se estudian porque no se logró ser ingeniero, pareciesen ser un saber de segunda mano. Ningún padre desea que su hijo sea historiador, artista plástico y mucho menos filósofo. Pero el valor de las humanidades se refleja en el aporte que dan a la democracia, aporte que aun cuando no es material ni tangible es fundamental para el progreso y estabilidad de la sociedad.
En la democracia, como en cualquier otra asociación de individuos, es necesario que sus
miembros estén capacitados para participar, pues no todos los individuos saben ser
ciudadanos. Para ser ciudadano se requiere de compromiso, hacerse responsable tanto de mi existencia y participación como de la consideración del otro, y junto con ello la reflexión sobre el fundamento social. Pero esto no es dado por el simple hecho de estar en sociedad, pues no es un acto performativo, requiere de formación y desarrollo de aptitudes. Y esto es así porque la naturaleza humana, si bien es moldeable, tiene como inicio en su actuar una situación que presenta ciertos matices egoístas. Al nacer todos los individuos estamos orientados a buscar satisfacer nuestras necesidades y deseos con el propósito de sobrevivir, y en esta búsqueda vemos a los otros individuos como posibilidades, opciones y vías para lograr nuestro objetivo.
Lo apreciamos en la relación inmediata que establecemos al nacer, por ejemplo, la atención
que recibimos de la madre, nos hace caracterizarla como la cosa o servicio que necesito para
alimentarme. De no cambiar en los años tempranos tal actitud, actuaremos en sociedad no solo viendo a los otros individuos simplemente como medios para alcanzar nuestros fines, sino que lo extenderemos a un plano más amplio, y así la reflexión y evaluación sobre el sistema social estará enmarcada exclusivamente por el provecho personal que pueda obtener, ignorando el bienestar del otro. Y es esta la actitud de aquellos que pueden robarse el presupuesto de un hospital infantil sin sentir el más mínimo cargo de conciencia.
Por tanto, el buen funcionamiento de la democracia está condicionada por las capacidades y
aptitudes de sus ciudadanos. Y es en este punto en el cual se requieren las humanidades, pues nos ofrecen las herramientas para reconocernos que no estamos solos en la sociedad, y que nuestro actuar afecta y genera consecuencias, buenas o malas, en la vida de nuestros pares.
Esta toma de conciencia de nuestras relaciones con los otros, requiere que podamos
distanciarnos de nuestras aspiraciones egoístas y nos asumamos como seres en relación, una
relación donde la opinión del otro y su situación nos deben importar. Situación que hoy
pareciera no ser la constante, pues basta con revisar las redes sociales para conseguir infinidad de coaches afirmando que para lograr el éxito no es importante la opinión del otro.
Ante este panorama las humanidades son una solución, en tanto que nos enseñan a reflexionar, a ser capaces de realizar críticas al sistema, a vincularnos con los otros, a pensar nuevas y mejores formas de vida y de convivencia. En este sentido, las humanidades pueden ser entendidas desde dos perspectivas. La primera, como el compromiso del individuo con su
propia existencia, porque todo ser humano por lo menos una vez en la vida debe reflexionar
sobre cuál es la vida digna que aspira vivir, y en base a ello configurar su ser y establecer si el
sistema social y político le es favorable. Si el sistema no le es favorable es responsable de
actuar para cambiar las condiciones, y aquí aparece la necesidad de ser capaz de criticar lo
establecido, como la hacen los filósofos con sus escritos, el artista con sus creaciones, el
literato con sus obras.
La segunda, esta crítica es incompleta si no incluye al otro, pues el bienestar del otro también
es nuestra responsabilidad, porque ya es bien conocido que en las sociedades con grandes
desigualdades algunos ciudadanos parecen haber perdido su condición de humanos y esto
dificulta el avance de la sociedad. En conclusión, las humanidades nos hacen responsables de nuestra vida y de las condiciones que mejoran la democracia.
En Venezuela, como mencione al inicio, los estudios técnicos no se refuerzan y vemos el
déficit de técnico. Pues bien, las humanidades también se han perdido, llegando a eliminarse a nivel secundario. Lamentablemente, el déficit más grave no es de petróleo sino de venezolanos estudiados para ser ciudadanos.
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