Sin otra oposición no habrá otro gobierno
- Pedro Elías Hernández
- 20 ene
- 4 Min. de lectura

Históricamente las revoluciones socialistas están dispuestas abandonar sus ideas revolucionarias originales para evitar colapsar, pero no así el poder. Es su naturaleza.
En Venezuela, quienes nos gobiernan lo hacen en nombre del socialismo- y a diferencia de otras experiencias similares- la venezolana tuvo un origen electoral. La condición de legitimidad en base al sufragio universal, directo y secreto de la revolución bolivariana era una de las garantías disponibles que existían para la alternancia y pluralidad políticas. La alternancia política es una construcción pacientemente edificada; algo que demandan los pueblos, pero que tejen sus dirigentes.
Políticamente, en el país existe una demanda insatisfecha. En economía, según la Ley del famoso economista y empresario francés Jean- Baptiste Say, la oferta genera su propia demanda, por lo que no puede existir una demanda sin que existan distintas ofertas. Pero
en política sí puede haber una demanda sin que aparezca la oferta y esto es lo que ocurre hoy en Venezuela. De allí la inmensa brecha existente entre la sociedad civil y la sociedad política.
La Venezuela de los tres tercios. Un tercio vive del gobierno, otro tercio vive a pesar del gobierno y otro tercio emigró. Lo que está por resolverse es cuál de estos tercios
inclinará el desenlace de la presente crisis.
Hay que tener claro una cosa. La gente que nos está gobernando y se dice de izquierda, de serlo, no es de izquierda gramsciana, es de izquierda leninista. A los gramscianos les preocupa la hegemonía cultural, lo cual se conforma en función de consensos básicos. A los leninistas los anima el poder y la pretensión arrogante de creerse estar en el lado correcto de la historia, en nombre de lo cual justifican cualquier cosa. La democracia para ellos es
utilitaria y se entiende como la dictadura de la mayoría. Pero “la mayoría decisiva no tiene que ser siempre cuantitativa”, como afirmaba Rosa Luxemburgo.
Lenin decía que “la democracia socialista es la democracia burguesa, pero sin la burguesía”. Venezuela puede entrar en un proceso de esa naturaleza. Una democracia de sistema completo, según la conciben los chinos, no republicana en los términos del republicanismo
cásico. Estamos hablando de una “democracia eficiente” compuesta por el modelo de democracia electoral y democracia consultiva. La gente vota, elige, pero si se equivoca, el sistema corrige.
En Venezuela, con sus excepciones, muchos políticos son rehenes de sus audiencias. La función del liderazgo no es sumarse a las corrientes de opinión dominantes, sino influir sobre ellas. La gestión de la coyuntura debe estar al servicio de la estrategia y no al contrario.
Como saldo podemos decir que la política en tanto valor civilizatorio es la principal víctima de estos últimos 26 años. La política se basa en un sistema de intercambio de ideas, no de intereses privados. Keynes decía que las grandes decisiones públicas que marcan el curso de la humanidad vienen determinadas por las ideas, no por los intereses.
Una posibilidad en el el horizonte es que, a título de colofón, el gobierno podría estar acariciando la idea de ir a un sistema de partido único, terminar de cerrar el sistema de poder.
Estoy convencido que mientras no haya otra oposición, no habrá otro gobierno. Estrategia de movimientos o estrategia de posiciones. El errático sector que ha liderado, por ahora, a la oposición venezolana, se casó con la primera fórmula antes referida, por eso ha sido tan
intermitente y poco coherente sobre temas cruciales. Siempre espera que un movimiento audaz, de última hora y sobrevenido, sustituya la acumulación real de fuerza.
La resistencia democrática al gobierno ha sido conducida con un saldo de derroche de energía y capital político. Cuando llegan los momentos críticos, la gente está fatigada. Este gobierno destruyó la riqueza nacional en 70% y produjo una migración de un tercio de su población. Ese es el asunto de fondo. La precarización de la vida de la población puede ser un esquema de control y dominación.
El problema de esa oposición borbónica (como decía Teodoro Petkoff al referirse a cierta izquierda) es que se equivoca de forma sistemática, y cuando de alguna forma milagrosa se acerca al poder, se equivoca más.
La lucha política en Venezuela a partir de ahora y durante cierto tiempo, ya no debe centrarse sólo en el poder, sino por instalar las ideas y los proyectos que conducirán la transformación del país en las próximas décadas. Tal cosa permitirá con eficacia la acumulación de posiciones e influencia.
“Cuando los dioses nos quieren castigar escuchan nuestras plegarias”. Las consecuencias adversas de que se cumplan nuestros sueños. Así decía Oscar Wilde, en su obra El marido ideal. Se cumplió nuestro deseo de salir de AD y COPEI en 1998 y cuidado si seguimos deseando salidas mágicas para la inmensa calamidad política, económica y social en que ha caído Venezuela.
Hay que Continuar luchando pacífica, democrática y en el marco de la Ley, por producir una renovación radical y estructural frente a un sistema económico y social que se ha convertido en una máquina productora de pobreza, que destruyó 70% de la riqueza nacional y creó las
condiciones materiales para que un tercio de la población venezolana emigrara en busca de las oportunidades que le niega su país.
Luchar por la economía del conocimiento, por la república de la educación, ya que la formación y el aprendizaje son la mejor manera de lograr movilidad social ascendente. Y luchar para que los niños coman en las escuelas de Venezuela, los emprendedores no sean
sofocados por los impuestos gubernamentales, los salarios sirvan para que la gente pueda comer y ahorrar y nuestra democracia sea verdaderamente republicana.
Un mensaje a los gobernantes: la obediencia y la gobernabilidad no vienen del miedo sino del consenso. Las exclusiones de hoy son las guerras del mañana.
La política es un sistema para el intercambio de ideas y no para el intercambio de intereses. Tampoco es una forma de prevalecer a costa de los demás.
Las soluciones económicas que demanda la nación de forma perentoria no podrán avanzar con la velocidad ni en la dirección que se requieren de mantenerse el esquema de aguda confrontación política en que vivimos los venezolanos.
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