¿La Casa Blanca busca una alianza con Rusia como lo hizo el presidente Richard Nixon al pactar con el enemigo de EEUU como la China comunista?
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En la historia de la Guerra Fría, pocos movimientos estratégicos tuvieron un impacto tan significativo como la apertura de Estados Unidos hacia la República Popular China en la década de los ‘70. La visita del presidente Richard Nixon a Pekín en 1972, facilitada por su asesor de seguridad nacional y posteriormente secretario de Estado, Henry Kissinger, marcó un punto de inflexión en la geopolítica global. Este acercamiento comenzó por la diplomacia del “ping pong”, un episodio clave en la apertura de relaciones entre Estados Unidos y China. Se llamó así porque el acercamiento inicial entre ambos países ocurrió a través del tenis de mesa, un deporte que sirvió como canal diplomático informal antes del restablecimiento oficial de las relaciones. La aproximación fue impulsada por la necesidad de debilitar la posible alianza entre la Unión Soviética y China, que en ese momento representaba una enorme amenaza para los Estados unidos. La estrategia detrás de esta decisión tuvo consecuencias inmediatas y su impacto en el equilibrio de poder mundial fue absoluto.
Contexto Geopolítico
Durante la Guerra Fría, Estados Unidos aplicó una estrategia política de contención contra la expansión del comunismo. Sin embargo, hacia finales de los años 60, la relación entre la Unión Soviética y China se había deteriorado, a pesar de su ideología común. La rivalidad entre ambos países llegó a su punto máximo con enfrentamientos fronterizos en 1969, lo que evidenciaba una fractura en el bloque comunista.
Richard Nixon y Henry Kissinger vieron en esta división una oportunidad estratégica para fortalecer la posición de Estados Unidos en la Guerra Fría. Su objetivo era evitar que la Unión Soviética y China se unieran en una alianza que podría representar un frente unificado contra Occidente. Para ello, optaron por una política de diplomacia triangular, mejorando las relaciones con China a la vez de presionar a la Unión Soviética, y al mismo tiempo fortalecer la posición negociadora de Washington.
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El rol de Kissinger y la diplomacia secreta
Henry Kissinger desempeñó un papel crucial en este acercamiento. Utilizando canales diplomáticos secretos, organizó visitas y negociaciones con el gobierno chino, preparando el terreno para la histórica visita de Nixon en febrero de 1972. Este viaje, ampliamente mediático, culminó en el Comunicado de Shanghái, donde ambas naciones expresaron su compromiso de avanzar en sus relaciones, a pesar de sus diferencias ideológicas.
La estrategia de Kissinger se basó en la realpolitik, priorizando el pragmatismo sobre la ideología. Su visión era que un acercamiento a China no solo debilitaría a la Unión Soviética, sino que también permitiría a Estados Unidos manejar mejor la situación en Vietnam, donde los chinos tenían influencia sobre el Viet-Cong. Además, este movimiento brindaba acceso a un potencial socio comercial y diplomático en el largo plazo.
Consecuencias inmediatas y a largo plazo
El impacto inmediato de la apertura a China fue el deterioro de las relaciones entre China y la URSS, y una mayor disposición de la Unión Soviética a negociar con Estados Unidos. Un año después, en 1973, Washington y Moscú firmaron el Tratado de Limitación de Armas Estratégicas (SALT I) y el Acuerdo de Prevención de la Guerra Nuclear, reflejando un período de distensión entre ambas superpotencias.
A largo plazo, la política de Nixon y Kissinger puso las bases para el crecimiento económico de China y su integración en el sistema global. Aunque en los años 70 China aún era un país pobre y en transición, el acercamiento con Estados Unidos facilitó su eventual apertura económica bajo Deng Xiaoping en la década de 1980.
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La estrategia de acercamiento a China, diseñada e implementada por Nixon y Kissinger, fue una de las decisiones geopolíticas más influyentes de la Guerra Fría.
Al explotar la división entre Moscú y Pekín, Estados Unidos logró mejorar su posición estratégica, reducir las tensiones con la Unión Soviética y sentar las bases de una relación que décadas después transformaría el equilibrio del poder mundial. No obstante, las consecuencias de esta decisión también llevaron al ascenso de China como una superpotencia, un factor que en la actualidad ha redefinido la competencia global del siglo XXI.
La nueva estrategia de EEUU: ¿Repetir la Historia?
Desde el inicio de la guerra en Ucrania con la invasión de este país por Rusia, Vladimir Putin ha buscado la alianza con éxito, de China, Irán, Corea del Norte y de otros países, y se está solidificando esta alianza que vuelve a ser peligrosa para los Estados Unidos. Los altos mandos políticos y militares de Estados Unidos y algunos tanques de pensamiento, se encuentran calculando si es más conveniente repetir la historia de los años 70 en el caso de China y EEUU, pero en esta vez buscar un acuerdo entre EEUU y Rusia.
La geopolítica de la guerra en Ucrania
Lo cierto es que desde la invasión rusa de Ucrania en 2022, el mundo ha presenciado una creciente fragmentación del orden internacional, con la consolidación de un bloque liderado por Rusia, China, Irán y Corea del Norte en oposición a Occidente. Esta alianza emergente representa una severa advertencia significativa para Estados Unidos y sus aliados, evocando la era de la Guerra Fría cuando Nixon y Kissinger diseñaron la estrategia para dividir el bloque comunista acercándose a China.
Ante esta nueva configuración del poder global, surge la pregunta: ¿sería conveniente que Estados Unidos intentara una estrategia análoga, pero esta vez buscando una reconciliación con Rusia para aislar a China y desestabilizar esta nueva coalición?
El paralelismo histórico: Nixon, China y la Unión Soviética
En los años 70, la estrategia de Nixon y Kissinger aprovechó la ruptura chino-soviética para acercarse a China y evitar una alianza comunista monolítica que amenazara a Estados Unidos y tuvo éxito.
Hoy, el escenario es diferente pero presenta similitudes estratégicas. China se ha convertido en la principal potencia económica emergente y un rival directo de Estados Unidos en todos los ámbitos, desde la tecnología hasta la influencia geopolítica. Rusia, debilitada por la guerra en Ucrania y sanciones económicas, ha sido empujada a una dependencia creciente de China, mientras que Irán y Corea del Norte han reforzado su papel en la coalición antioccidental.
Si Estados Unidos pudiera negociar un acuerdo con Rusia, similar al que logró con China en los 70, podría romper esta alianza emergente y reposicionarse estratégicamente en el orden global.
¿Es viable un acuerdo entre Estados Unidos y Rusia?
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A pesar de los beneficios potenciales, un acercamiento entre Estados Unidos y Rusia enfrenta numerosos obstáculos. Durante la Guerra Fría, China y Estados Unidos tenían diferencias ideológicas marcadas, pero Nixon y Kissinger lograron priorizar intereses pragmáticos. Hoy, sin embargo, la rivalidad entre Rusia y Occidente está llena de conflictos históricos, y una polarización política extrema en ambos países.
Para que Estados Unidos y Rusia puedan negociar, necesitarían un acuerdo que ponga fin al conflicto en Ucrania. Si los altos mandos, Casa Blanca, Congreso, Pentágono, y Secretaría de Estado, están en esta estrategia, lo que actualmente acontece con las reuniones entre Rusia y Estados Unidos y la reunión de Donald Trump con Vladimir Putin, toma sentido estratégico.
El factor China
A diferencia de los años 70, cuando la relación entre China y la Unión Soviética estaba fracturada, hoy China y Rusia han desarrollado una relación basada en intereses compartidos, como el comercio de energía, la cooperación tecnológica y la rivalidad con Estados Unidos. Romper esta alianza requeriría incentivos estratégicos muy fuertes para Rusia. Pero la sola convivencia entre la Casa Blanca y el Kremlin colocaría a Zhongnanhai, donde ejerce el poder Xi Jinping, en el complejo gubernamental ubicado en el centro de Pekín, adyacente a la Ciudad Prohibida, en una posición de buscar algún consenso entre las tres potencias en una conferencia tripartita como lo fue la Conferencia de Yalta.
El papel de Irán y Corea del Norte
Estos dos países han reforzado su relación con Rusia debido a sus propias disputas con Occidente. Sin embargo, Rusia podría considerar abandonar sus alianzas con Irán y Corea del Norte si recibiera incentivos adecuados de Estados Unidos, como la reducción de sanciones económicas y acuerdos de seguridad en Europa. China, por su parte y tan pragmática como lo ha sido, buscaría el acuerdo tripartito con EEUU y Rusia.
Los beneficios de un acuerdo con rusia
Si Estados Unidos lograra una distensión con Rusia, podría obtener varios beneficios estratégicos. Lo primero es separar a China de Rusia. Sin su apoyo, China se encontraría en una posición más vulnerable en su competencia con Estados Unidos. La dependencia energética de China en Rusia y la cooperación militar serían debilitadas.
Este acuerdo podría estabilizar la situación en Europa del Este y permitir que la OTAN enfoque sus recursos en otros desafíos globales redefiniendo la seguridad europea, así como también evitar un nuevo bloque antioccidental con la alianza Rusia-China-Irán-Corea del Norte, que podría convertirse en un problema estratégico prolongado para Occidente, similar a la Guerra Fría. Un acuerdo con Rusia podría evitar esta consolidación.
Pragmatismo puro
En la diplomacia internacional, no existen alianzas permanentes, solo intereses cambiantes. Si en el futuro la relación entre Rusia y China se desgasta, Estados Unidos podría aprovechar la oportunidad para reconfigurar el orden global en su favor. La historia ha demostrado que el pragmatismo estratégico puede ser más poderoso que la ideología en la definición del poder mundial. Henry Kissinger, conocido por su enfoque pragmático en política exterior, afirmó: "El poder es el último recurso de la razón". Esta cita refleja su creencia en la importancia de la diplomacia y la negociación antes de recurrir al uso de la fuerza en el manejo de las naciones.
Psicólogo
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