No, nunca estaré curada de espanto... ya me convencí de que siempre habrá algo que me sublevará, que me indignará, que me hará pensar que mientras más conozco a los humanos, más quiero a los animales... Esta vez es por los más que insólitos comentarios que he visto en las redes sobre las deportaciones en masa que comenzó el gobierno estadounidense hacia América Latina.
Nadie que está bien en su país emigra. Esa es la primera realidad. Quien deja su país, su familia, sus amigos, sus raíces, es por una razón dolorosa. Sentir que ya no se tienen oportunidades en la patria de origen es el comienzo de una tristeza que durará toda la vida. La mayoría de los que emigran son gente buena, gente trabajadora, gente con aspiraciones. Por supuesto que, de Venezuela en particular, han emigrado también hampones, porque el lucrativo negocio de los “secuestros express”, entre otros, se acabó cuando esa inmensa mayoría de la clase media emigró... Hoy en día quienes tienen para pagar un secuestro son los enchufados. Pero a ellos es imposible secuestrarlos porque están custodiados hasta los tequeteques. Quedamos los adultos mayores y la gente más pobre, en general, quienes no tienen cómo pagar un rescate. Por eso los delincuentes se fueron a otros lugares... Pero el grueso de quienes se han ido son personas que necesitaban buscar un medio de vida que, incluso, les permitiera mantener a la familia que les quedó en Venezuela.
Entonces no puedo entender cómo hay venezolanos que aplauden la política de deportación de Trump. ¿Es que no piensan en que mucha de esa gente se fue a pie, cruzó el Darién, esa dantesca selva donde tantos han perdido la vida, atravesaron Centroamérica donde tuvieron que “pagar peaje” en tantos sitios, para llegar a México muertos de hambre y sin un centavo, cruzar el país con toda clase de dificultades para alcanzar la frontera de la libertad y allí atravesar el Río Bravo (o Grande) donde tantos se han ahogado?
¿Es que acaso no sienten un ápice de piedad por sus compatriotas o por quienes sin ser compatriotas pasaron por una odisea similar? Leí con horror que un maestro suplente ¡un maestro! de Fort Worth en Texas, colgó en la página del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) una invitación a los agentes de inmigración para que intervinieran en la escuela -donde trabajaba de manera temporal- por la presencia de estudiantes que no hablaban inglés:
“Deberían venir a Fort Worth, TX, a la Preparatoria Northside. Tengo muchos estudiantes que ni siquiera hablan inglés y están en 10º y 11º grado. Se comunican conmigo a través del traductor de sus teléfonos”, escribió el docente en el post del ICE. Y así como hay gente horrorizada por esa maldad recalcitrante, hay personas que dicen que “aunque los ilegales no sean asesinos o ladrones, son delincuentes porque están en un país que no es el suyo, sin permiso”. ¿Cómo se puede ser tan malvado? ¿Dónde queda la solidaridad, la empatía, el ponerse en el lugar del otro? ¡Me encantaría que quienes así se expresan pasen por algo similar en algún momento de sus vidas!
Países menos ricos que los Estados Unidos e incluso países pobres han abierto sus puertas a los migrantes venezolanos. Se las han visto difícil, pero no los han deportado. Pero llegó “SúperTrump” y le aplauden ese horror. De verdad, no puedo con esto. Les deseo a esos aplaudidores todo el sufrimiento que están pasando los perseguidos. ¡Se lo merecen!
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