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Foto del escritorAquilino José Mata

Una escritora venezolana y su hija actriz destacan en República Dominicana


Siddhartha Mata y su hija Valeria, están haciendo realidad sus sueños en República Dominicana. Foto: Cortesía Reinier Sánchez

Cuando Siddhartha Mata decidió emigrar en 2017, movida por la inquietud de encontrar las oportunidades que no conseguía en esta Venezuela acosada por una crisis política y social que parece no tener fin, no se imaginaba los buenos frutos que le proporcionaría esa decisión.


Y no solamente a ella, sino también a su hija, Valeria, entonces una niña y ahora una adolescente que ha encontrado en el teatro musical su razón de ser, así como su madre lo ha conseguido como escritora que acaba de publicar su primera novela en la República Dominicana, donde ambas residen.


Bajo el sugestivo título de Un país que huye, migrantes, la novela de esta joven comunicadora social, egresada de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), y con amplio bagaje también como productora de televisión, relata en clave de ficción la historia de una familia caraqueña que decide emprender su voluntario exilio, en un viaje terrestre que la lleva hacia Perú, en medio de no pocas vicisitudes.


En cuanto a Valeria, a punto de concluir sus estudios de bachillerato, que ha alternado con clases de canto, actuación, danza y vocalización, ha visto realizado su sueño de protagonizar su primera obra musical, nada menos que la versión al español del musical de Broadway Anastasia, que con notable éxito de crítica y público estuvo dos meses en cartelera en la capital quisqueyana.


A Valeria le dieron el papel protagónica con la primera audición. Foto: Cortesía Reinier Sánchez

Ambos casos, el de Siddhartha y el de Valeria, los conozco muy de cerca. He sido testigo de su evolución profesional en la cálida tierra que les dio cobijo y a la cual agradecen todos sus logros.


Nacida en San Cristóbal, después de graduarse en la UCAB Siddhartha por más de 20 años se dedicó a la producción de televisión, 16 de ellos en Venevisión y los últimos cinco con la Organización Cisneros. Trabajó en programas del canal de La Colina, como 24 horas, el Noticiero Venevisión y Portada’s. Participó en el desarrollo y conceptualización de campañas de responsabilidad social empresarial, por lo cual obtuvo en 2013 el Premio Corresponsables (España), por la campaña de valores “Somos lo que queremos”, transmitida por Venevisión.


-Salí de Venezuela con Valeria en julio de 2017 -dice-. Partimos primero al Perú, donde teníamos pensado establecernos. Pero una oportunidad profesional se presentó en República Dominicana y hacia allá nos fuimos. La oportunidad no fue como yo la tenía pensada, pero no me arrepiento de la decisión. República Dominicana era el lugar donde tenía que estar.


En lo profesional, cuando llegas a otro país tu background no vale mucho, tu experiencia de 20 años en el medio tampoco, así que debes comenzar a demostrar, como cuando sales de la universidad y te enfrentas al mercado laboral por primera vez, pero con muchos años más a cuestas. Al inicio, trabajé llevando redes sociales y luego conseguí un trabajo como productora en un programa de radio, que se vio interrumpido por la pandemia. Al amainar el Covid-19, comencé un trabajo en una revista. Estuve menos de un año, porque me ofrecieron trabajo mejor remunerado en otra revista y es el lugar donde aún laboro como directora de comunicaciones y periodista.


-¿Cómo llegas a la escritura de ficción?


-Desde pequeña siempre me gustó escribir. Pero no fue sino hasta que llegué a la República Dominicana cuando decido apostar por la escritura. Fue la manera de sacar el dolor y el duelo de la migración, no solo la mía, sino la de los millones de venezolanos que, como yo, estaban reconstruyendo sus vidas en otro país.


-¿De qué va tu novela?


-Un país que huye: migrantes es una obra a tres voces que narra la historia del viaje de la familia Ramírez desde Caracas a Lima, todos los retos que esto conlleva y los diferentes personajes que encuentran en el camino, que los marcarán para siempre -adelanta la escritora-. En paralelo, Mari, la hija menor de nueve años, escribe su diario, contando su perspectiva de la travesía. La trama se entreteje con la historia de la tía Julie, quien los espera en Perú, luego de 10 años fuera de Venezuela. Se devela la perturbadora circunstancia de su partida mientras los Ramírez cumplen con su bitácora. La novela salió al mercado a fines del año pasado, bajo el sello editorial independiente DiEditores y para Venezuela está disponible en Amazon en formato ebook y pasta blanda. Quisiera que se presentara la oportunidad de poderla llevar a Venezuela y que esté disponible en librerías allá.


-¿Otros proyectos en esta faceta?


-Ahora trabajo en otra novela, no voy a dar spoiler, pero está en proceso y pienso

tenerla lista para ver la luz en 2025. Ocurre mitad en República Dominicana y mitad en Venezuela.


-En cuanto a tu hija Valeria, ¿cómo surge en ella su vena artística?


-Desde que Valeria era muy pequeña se notaba su vena artística -revela Siddhartha-. Siempre pensé que ella nunca me diría que quería ser médico, ingeniero o abogado, y fue tal cual. En Venezuela, durante el último año que estuvimos ahí, dio sus primeros pasos en el teatro con el Grupo Fábula. Luego, en Perú, tuvo su primer encuentro con el teatro musical, cuando participó en un taller de un importante grupo llamado “Los productores”. Estaban preparando el musical Billy Elliot y la escogieron para ser parte de las niñas del ballet. Tenía

10 años.


-Al ver el interés de Valeria por el teatro musical, apenas llegamos busqué opciones para que continuara su formación. Conseguimos una academia donde comenzó a estudiar en las tardes, después del colegio. Fue una formación intensa de cuatro años de canto, baile y actuación, junto a profesores que son artistas activos aquí en la República Dominicana.


Valeria apoya las palabras de Siddhartha e interviene en la conversación para puntualizar además que se propone hacer del escenario, su gran pasión, su modo de vida.


-A los 10 años tomé mis primeras clases de teatro y no hubo vuelta atrás, me enamoré totalmente del escenario y durante los siguientes ocho años, en el proceso de migración a República Dominicana, no había quien me sacara de un salón de ensayos, pues mi norte estaba muy claro. A los 16 años fui elegida para mi primera producción profesional Heathers, una típica historia de adolescentes. En ese musical fui parte del cuerpo de baile y coro, lo que se llama ensamble. Traté de tener mucha paciencia, porque sabía que los papeles grandes no llegan en tu primera oportunidad, por lo menos en la mayoría de los casos. Pero mientras ensayaba ese proyecto, vi en una publicación de Instagram un llamado a casting para Anastasia y yo cumplía todos los requerimientos, así que envié mi audición por correo electrónico sin esperar nada grande, “tal vez entro como ensamble otra vez”, pensé.


-¿Y qué ocurrió?


-La sorpresa más grande me la llevé cuando el productor me llamó para ofrecerme una audición para el protagónico del musical. No lo podía creer, el mismo día me mandó todo el material para el casting, que sería dos días después. Aprendí tres canciones y un monólogo, e investigué todo lo que pude sobre Anastasia Romanov, el personaje histórico y también sobre la obra musical. El día de la audición tenía unos nervios muy fuertes. Fui, canté todo lo que me pidieron y al final, cuando terminé, vi que todo el equipo creativo tenía lágrimas en los ojos y dije: “Lo logré”. Ese mismo día me dijeron que era Anastasia, no lo podía creer,

todo lo que había soñado durante años se estaba cumpliendo.


-¿Cuál es tu meta ahora en lo artístico?


-Mi meta siempre será consolidarme como actriz en los escenarios grandes del mundo, como Broadway en Nueva York, el West End en Londres o la Gran Vía madrileña. Y seguiré trabajando todos los días para lograrlo.


Sin duda alguna. Siddhartha y Valeria son otro buen ejemplo de compatriotas que a base de disciplina, constancia y buen hacer, se han situado en un lugar destacado en su país de adopción. De ambas sólo se puede sentir un profundo y venezolano orgullo.


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