6 May 2013
Su característica principal fue no oponerse a quien sirvió. Siempre le dijo que sí a su Jefe. Perennemente estuvo de acuerdo con su comando, e hizo lo que se le dijo. Esto le permitió sentirse valorado. A los jefes les gusta que les obedezcan, sobre todo si son militares. A los gobernantes les encantan los “yes man” y las “yes woman”. En particular, a los que dicen “¡Sí señor!”, “¡A la orden!”, o “¡Lo que Usted diga… mi comandante!”. Los sinónimos que se encuentran en los diccionarios en inglés explican de quién se trata: Adulador, nariz sucia, lacayo, peón, títere, oveja, marioneta, complaciente, sumiso, rastrero, servil, y “ass-kisser”. Invariablemente, el “Yes Man” siguió sus órdenes sin preguntar. “Una orden es una orden” se decía internamente. Jamás propuso nada, pero constantemente declaró a los medios, cuando su comandante le decía “di tal o cual cosa”, e hizo todo lo que su caudillo le encomendaba. Nunca brilló, pero se convirtió en indispensable. A los jefes, en particular a los megalómanos, les son muy útiles los “yes man”. No interrogan nada, llevan maletines para aquí y para allá, siguiendo directrices, y no preguntan que hay dentro, o si lo abren no cuestionan para quién es el contenido, ni por qué se lo dan a quien lo recibe. Un “yes man” sabe que a más sea subalterno, lambón y lamerón, más lo apreciaran y se convertirá en imprescindible. Los jefes necesitan quién haga el trabajo sucio, y en política los “yes man” son indispensables. Y, así fue, los comandantes, en una coyuntura crítica, sin ningún líder sobre el terreno –porque así como a los dictadores y autócratas les fascina un “yes man” no quieren saber de otro liderazgo sino el de ellos- escogieron al “yes man”.
El problema ahora, es que un "yes man" nunca es un líder y al “yes man” de marras le toca tomar decisiones, dirigir, administrar, y él busca a quien preguntar, necesita que le digan cómo comandar, requiere que le ordenen para decir ¡“Sí señor”!, y descubre que no sabe qué hacer. Da un paso pa’lante y otro pa’tras. El era alguien que seguía las órdenes sin rechistar, y ahora, muchos en su entorno no le hacen caso.
El “yes man” en su interior sabe que uno de los comandantes que quedan le puede sugerir como regir, pero también está al tanto que eso –ya de hecho- molesta demasiado a los venezolanos. Se lo admitían al comandante supremo porque nadie dudaba de su integridad para decidir si seguía o no los consejos de los ancianos dictadores, pero la mayoría percibe que el “yes man” se puede convertir en un nuevo “yes man” de uno de los viejos comandantes… y si esto ocurre, cualquier día los ciudadanos de uniforme, y el país entero, le pueden decir al “yes man”… ¡No man!, lo cual sería su final… sí señor.
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