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Zelenski, el lado opuesto de Netanyahu

Foto del escritor: Trino MárquezTrino Márquez

El trato que Donald Trump y J.D. Vance dieron al presidente de Ucrania contrasta con el recibido por el primer ministro israelí, Benjamín  Netanyahu.
El trato que Donald Trump y J.D. Vance dieron al presidente de Ucrania contrasta con el recibido por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.

La emboscada que en una especie de set de grabación, Donald Trump y J.D. Vance le tendieron al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, y la manera cruel como trataron de humillarlo a él y al pueblo que representa, contrasta abiertamente con el trato amable y cómplice recibido por Benjamín Netanyahu y su Gobierno por parte del mandatario norteamericano.


Trump acusó a Zelenski de ser un chulo de Estados Unidos, un malagradecido porque no reconocía todo el apoyo financiero obtenido, y le recriminó por, supuestamente, oponerse a la paz luego de tres años de un derramamiento de sangre sin sentido. En ese encuentro, que quedará como un nuevo capítulo de la historia de la infamia, Donald Trump colocó en el mismo plano al agresor y al agredido; al invasor y al invadido. Obvió que fue Vladímir Putin quien envió a Ucrania una fuerza expedicionaria con el objetivo de tomar el control de una nación soberana, que se había independizado de Rusia luego de la celebración del Referéndum de Independencia de Ucrania de 1991. En esa consulta, 92 % de los ciudadanos se pronunciaron a favor de la separación definitiva de la Federación Rusa, aspiración que los ucranianos habían alimentado durante siglos. La soberanía de Ucrania se reafirmó en 1994,

con la firma del Memorándum de Budapest, suscrito por Ucrania, Rusia y Estados Unidos, entre otros países, en el que Ucrania se comprometía a ceder a Rusia su armamento nuclear a cambio del respeto a su integridad territorial.


La distorsión de la realidad y el agravio a Zelenski en la Casa Blanca ha continuado. Trump decidió suspender toda ayuda militar a Ucrania. Una de ellas, desistir de suministrar información de inteligencia, imprescindible para que el uso de las armas y el desplazamiento de las tropas ucranianas sea lo más eficaz posible. Con esas decisiones, Trump está dejando en gran medida al ejército de Ucrania a merced de Putin. A Europa, a pesar de haber decidido aumentar el gasto en defensa y apoyar de forma irrestricta a los ucranianos, le será casi imposible cubrir el déficit en el corto plazo. Todo indica que Trump no busca una paz duradera y estable en Ucrania, sino su rendición incondicional y la salida humillante de Zelenski. Todo para complacer al autócrata ruso.


Sin embargo, ya que se trata de un personaje que entiende las relaciones internacionales y los nexos con los aliados como conexiones donde priva el interés comercial, es posible que la insistencia de Zelenski en llegar a un acuerdo con Estados Unidos para la explotación de las "tierras raras", en una proporción que le permitiría a Estados Unidos obtener 50% de los beneficios, existe la posibilidad de que en los próximos días el señor Trump cambié de opinión. Es insolente, megalómano y narciso como pocos, pero no tonto. Las "tierras raras" las

necesita como trofeo de guerra.


En contrapartida, se ve a Netanyahu. El primer ministro israelí ha recibido tanto o más respaldo financiero de Estados Unidos que Zelenski; llegó a una tregua temporal con Hamás debido a la enorme presión interna ejercida por el movimiento de apoyo a los familiares de

los rehenes y a la presión, en primer lugar del Gobierno de Joe Biden, y luego, ciertamente, del de Trump; se opone tenazmente a la única posibilidad de que haya una paz duradera en el Medio Oriente a través de la creación del Estado Palestino; y se resiste a dar los pasos para que concluya el conflicto porque considera que si se consigue la estabilidad de la zona, le espera un futuro incierto ante la Justicia nacional e internacional por la cantidad y gravedad de los desmanes cometidos.


No se debe equiparar a Netanyahu con los terroristas de Hamás, protagonistas del genocidio del 7 de octubre de 2023. Sin embargo, la solución de los conflictos bélicos, por violentos e injustificados que sean, siempre requieren soluciones políticas. El primer ministro israelí y su Gabinete ultraderechista han conspirado contra cualquier ensayo que implique la búsqueda de una fórmula negociada entre las partes en conflicto, a pesar de que la guerra, en menos de dos años, ha dejado casi cincuenta mil muertos y la destrucción en gran escala de la Franja de Gaza, una parte del sur del Líbano y de Cisjordania. Las respuestas de Netanyahu generalmente estimulan el incremento de la violencia. Anima la agresividad de los colonos judíos asentados en el territorio de Cisjordania. La mayor parte de los excesos han sido perpetrados porque cuenta con la aquiescencia del Gobierno norteamericano y, desde hace

mes y medio, con el entusiasmo de la Casa Blanca. Trump ni siquiera ha asomado la posibilidad de que el Israel de Netanyahu le devuelva a Estados Unidos una fracción de lo que los estadounidenses han gastado en el conflicto.


Benjamín Netanyahu ha llevado adelante una guerra de exterminio contra los palestinos (encubierta por la persecución a su archienemigo Hamás), atenuada por la inestable paz alcanzada recientemente.


Zelenski ha dirigido la defensa de una nación débil que se niega a caer bajo la bota del déspota del Kremlin.


La diferencia de status entre ambos personajes parece no ser suficiente para que el Presidente de Ucrania y el pueblo de esa nación reciban un trato digno por parte de Donald Trump. Resulta muy lamentable que la política exterior norteamericana esté siendo conducida

por personajes que desprecian la libertad y la soberanía de los pueblos. Esto apenas comienza.


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